Me platicaba una señora sobre su deseo de vivir sin los conflictos constantes que encontraba en su hogar. Lo que más le chocaba eran las discusiones con su esposo. Y, lo peor, era que las discusiones nacían de pequeñas cosas. Era como una droga: llegaba el esposo a la casa, decía, una cosa y, si a ella no le parecía, estallaba la tormenta. Buscando una solución ante tanto pararrayos desgastado, le pedí que me platicara sobre su infancia. A veces, los seres humanos tenemos nuestro modo de comportamiento ya fijado. Desde la infancia y, con el pasar del tiempo, seguimos dándole al mismo clavo con el mismo martillo. Me platicó entonces, que también de pequeña tenía esos conflictos. Me puse […]