Me platicaba una señora sobre su deseo de vivir sin los conflictos constantes que encontraba en su hogar. Lo que más le chocaba eran las discusiones con su esposo. Y, lo peor, era que las discusiones nacían de pequeñas cosas. Era como una droga: llegaba el esposo a la casa, decía, una cosa y, si a ella no le parecía, estallaba la tormenta.
Buscando una solución ante tanto pararrayos desgastado, le pedí que me platicara sobre su infancia. A veces, los seres humanos tenemos nuestro modo de comportamiento ya fijado.
Desde la infancia y, con el pasar del tiempo, seguimos dándole al mismo clavo con el mismo martillo. Me platicó entonces, que también de pequeña tenía esos conflictos. Me puse muy atento, porque me pareció que pronto llegaríamos a la solución.
Y así fue. Me dijo que, cuando salían de la casa en el coche, a ella le gustaba mucho ir junto a la ventanilla. Y, por eso, cuando alguno de sus hermanos llegaba y ocupaba antes el lugar, hacía un berrinche. Era claro. Sus relaciones con los demás se habían, convertido en un constante o ventanilla o berrinche.
Me quedé pensativo unos momentos y le sugerí una frase conocida: No hay mayor amor que hacer felices a los demás. Dele la ventanilla a los demás y disminuirán los conflictos y berrinches en el hogar.
Fuente/Autor: Rafael Llanes