Gracias, Señor. Gracias por los buenos días que la gente me ha dado, por los apretones de mano que di, por las sonrisas que me han brindado. Gracias por la moto que, fácil, me ha llevado a mis cosas, por la gasolina que la hace correr, por el viento que me acaricio el rostro y por los árboles que me fueron saludando al pasar. Gracias por el metal en mis manos, por sus largas quejas bajo los mordiscos del acero, por la mirada satisfecha del patrón y la carretilla de piezas acabadas. Gracias por el compañero que me presto su lima y por el me abrió la puerta. Gracias por las muchachas con las que me encontré, por el rojo […]