Tanto si les responde como si no lo hace, sigan invocándolo, invocándolo sin cesar bajo las bóvedas de la asidua oración. Tanto si viene como si no, confíen: se acerca cada vez más a ustedes en cuanto percibe un gesto amoroso del corazón. Tanto si les habla como si no, no se cansen de implorarlo. Aunque no les dé la respuesta que esperan no duden de que, de un modo u otro, veladamente, se dirigirá a ustedes. En la oscuridad de susoraciones más profundas, sepan que juega al escondite con ustedes. Y en medio de la danza de la vida, de la enfermedad y de la muerte, si sisguen invocándolo, sin caer en la desconfianza por su aparente silencio, obtendrán […]