¿Quién eres? ¿Cómo eres? ¿Dónde estás? ¿Qué quieres de mí? ¿Hablas? ¿Callas? Podría hacer preguntas y más preguntas, y cada respuesta me parecería pobre, incompleta, insuficiente
A veces pienso que podías habérnoslo puesto un poco más fácil, podías hablar de modo más claro, hacerte presente sin dar espacio a la duda, o revelarte con claridad, por aquello de que definitivamente entendiésemos el evangelio. Sí, claro, decimos desde la fe que al final lo entenderemos todo, te veremos cara a cara, y todo eso. Pero, como decía Don Quijote a Sancho; largo me lo fiáis
Hay ocasiones en que me enerva tanto Misterio
1. Nunca te conozco del todo… Mi corazón te dice: Yo busco tu rostro, Señor, no me ocultes […]