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Poema del sacerdote

27 de enero de 2020

De mons. Eduardo Pironio. Recitado por él mismo, en la clausura del curso 1962-63 del seminario menor de Buenos Aires. Él que era entonces rector del seminario mayor.

“Omnipotencia de Dios
con fragilidad de carne”:
eso es el Verbo encarnado
y el sacerdote, su imagen.

I In sinu Patris

“En el principio era el Verbo
y el Verbo estaba en el Padre
y el Verbo era Dios”. Esto era
en el principio. No mucho antes
de que fueran hechas las tierras
y divididos los mares, e iluminados
los cielos con sus dos astros gigantes.
Mucho antes que hubiera campos
con madurez de trigales,
que hubiera montes y ríos,
que hubiera sierras y valles
donde bajaran las sombras
a dialogar con la tarde.
Mucho antes que dieran flores
y dieran frutos los árboles
y que colgaran sus nidos
tímidamente las aves.
Mucho antes que hablara
el hombre y que pensaran los ángeles,
eternamente existía,
el Verbo, esplendor
del Padre, figura de su
sustancia,
sabiduría o imagen.
Pero era Dios como Dios.
Y el hombre era
pura carne. No había
puente ninguno que
les sirviera de enlace.
Dios para ser sacerdote
tenía que hacerse frágil.

II In sinu Virginis

Un día bajó a los hombres
Para conversar con ellos.
Marcaba el sol mediodía
la madurez del silencio.
También la historia marcaba
la plenitud de los tiempos.
En Nazareth una Virgen
abría a Dios su deseo.
Silencio de mediodía sobre
los campos ardiendo.
Abrevia Señor las horas
sobre los hombros resecos,
que den las nubes al justo
y su rocío los cielos.
Ave gratia plena!
dominus tecum, no tengais miedo,
hallaste gracia ante Dios,
concebirás en tu seno al
Hijo de Dios que viene para
salvar a su pueblo.
Sobre la aldea vecina que
significa renuevo se abrió la
flor esperada y el fruto
germinó adentro.
“El Verbo se hizo
carne y habitó entre nosotros”.
Creo que el Verbo ya es hombre
y el hombre es Dios como el Verbo,
el puente quedó tendido y el
sacerdote fue hecho.
En el altar de la Virgen fue consagrado el
primero; allí concluyó su misa,
con un ofertorio nuevo mientras
cantaban los ángeles:
“Tu es sacerdos in aeternum”.
33 años después Cristo dirá:
“Hoc est enim Corpus meum”
y habrá de acabar la misa,
bárbaramente desecho.
Trigo divino
que fue sembrado en un blanco seno
y triturado en una cruz
para ser nuestro pan bueno.

III

Señor Jesús, hombre Dios,
vivo resplandor del Padre,
figura de su sustancia;
Verbo, sabiduría, imagen,
que para ser sacerdote
tuviste que hacerte carne,
por tus sacerdotes pido.
Que visten nuestro ropaje
pero que llevan adentro
tu indestructible carácter.
Sus manos cuando consagran
no parecen ser tan grandes
pero sostienen a Dios
entre sus dedos tan frágiles.
Sus labios cuando perdonan
se abren en sílabas fáciles.
Pero se alivian las almas
con el perdón que les cae.
Y el mismo Dios se sujeta
al poder de sus dos llaves.
Sus manos cuando bendicen
apenas rozan el aire,
Y sin embargo los cielos
no pueden más…y se abren.
Sus labios cuando predican,
anuncian el gran mensaje
pero se mueven apenas
dentro de un ritmo tan suave
que van cambiando las almas,
sin darse cuenta que lo hacen.
¡Oh gracia sacerdotal
divinamente inefable!
Misterio que se resume
en esta sencilla frase:
“Omnipotencia de Dios
en fragilidad de carne”.

IV Oración

Señor por tus sacerdotes
esta oración te hago.
Tú lo quisiste así:
sustancia del mismo barro,
para que pudieran ver
nuestra miseria más claro
y pudieran entendernos,
cuando pedíamos algo
y adivinar nuestras penas,
con un corazón humano
y compadecernos más
cuando habíamos pecado.
Gracias, Señor, pero dales
que sean un barco blanco,
sustancia de Dios metida
en unos moldes humanos.
Que no se ablanden sus cuerpos
y no se aflojen sus pasos.
Que no se rindan sus almas
y no se quiebren sus manos.
Que sean luz que ilumine
la oscura niebla del fango,
que sean sal que preserven
la corrupción del pecado,
que sean…hombres de Dios
que saben hacer milagros,
y que al pasar por las calles
dejen perfumes de santos,
que sean vivas imágenes
de Cristo, Verbo encarnado,
Sabiduría del Padre
en un esquema profano
y omnipotencia de Dios
en un poquito de barro.

Fuente/Autor: Eduardo Pironio

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