Eran Migrantes. Hace varios años, en Milán, fui espectador de una escena que dejó en mi alma una impresión de profunda tristeza. De paso por la estación vi la amplia sala, los pórticos laterales y la plaza adyacente invadidos por tres o cuatro centenares de personas pobremente vestidas, divididas en diversos grupos. Sobre sus rostros bronceados por el sol, surcados por las arrugas precoces que suelen imprimirles las privaciones, se transparentaba el tumulto de los afectos que agitaban en ese momento su corazón. Eran viejos encorvados por la edad y los esfuerzos, hombres en la flor de la virilidad, mujeres que traían consigo o llevaban en los brazos sus niños, jovencitos y jovencitas todos hermanados por un sólo pensamiento, todos […]