La Palabra de Dios es para ayer, para hoy y para siempre. Hoy deseo copiar un pasaje del libro del Deuteronomio (30,10-14) que me ha llegado hondo.
Moisés habló al pueblo, diciendo: Escucha la voz del Señor, tu Dios, guardando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el código de esta ley, conviértete al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma. Porque el precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda, ni inalcanzable, no está en el cielo, no vale decir: ¿Quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?, ni está más allá del mar, no vale decir: ¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos? El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo.
La bondad de Dios es cercana, atenta, sin límites, nos va indicando el camino en nuestro andar diario.