Abrir la mente, el corazón, los días
La vida no puede ser existir, vegetar, pasar por los días sin más. No puede ser quedarse atrapado en convenciones e inercias, en un mar de conformismo, en la aceptación serena de cómo son las cosas. La vida es luchar, y es soñar, es imaginar algo que aún no está y lanzarse a perseguirlo. Es equivocarse y acertar. Es dejarse golpear por las palabras, por las noticias, pero también dejarse acariciar hasta el extremo. La vida no puede ser encerrarse en lo ya sabido, sino abrirse, al mundo, al otro, a Dios
Abrir la mente, el corazón, los días – Abrirse
«Me dijo: −Hijo de Adán, abre un boquete en el muro. Abrí un boquete en el muro y vi una puerta» (Ez 8, 8)
No es fácil dejar que algo nuevo entre dentro de uno. Piensa en cuánta información, a lo largo del día, te puede alcanzar, pero al final pasa de largo. Hoy en día el ‘me gusta’ está un poco devaluado. Lo utilizamos en las redes sociales. Tan pronto me gusta un vídeo viral como un poema, como una reflexión, una foto o una canción. Es un gusto inmediato, que, si te descuidas, se queda en la piel, no entra dentro de ti hasta conmoverte, desgarrarte o elevarte al cielo. Y, sin embargo, todos necesitamos ese otro sentimiento que es anhelo, que es deseo y pasión profunda. Ese deseo apremiante, llámalo sed
de gente, de respuestas, de sentido, de motivos. Lo necesitamos porque es eso lo que vamos a perseguir de verdad. Eso que hace que abras las puertas de dentro
¿Qué deseas?
¿Qué ‘te gusta’ hasta el punto de poner la vida en juego por ello?
Abrir la mente, el corazón, los días Dejarse decolorar
«Jesús le respondió: −¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sólo Dios» (Mc 10, 18).
En ocasiones hay que dejarse cuestionar hasta en las certidumbres más asentadas. La apertura al mundo, la capacidad para zambullirte en lo que te rodea y dejar que te interpele, tiene su reverso. Lo nuevo, probablemente, te descoloque, te saque de unas cuantas seguridades y te plantee muchas preguntas. A veces damos tantas cosas por sentado, asumimos, sin objeción ni alternativa, cómo es la realidad. Y lo mismo da que hablemos de sociedad, de personas, de uno mismo, o de Dios. Sin embargo, la realidad no es ese todo compacto que uno posee y controla. Es, más bien, provocación, pregunta constante, novedad, apertura y cuestionamiento de las propias certidumbres.
¿Te dejas descolocar?
Ante lo que te resulta nuevo, diferente o con lo que no siempre estás de acuerdo
¿Te pones a la defensiva de manera cerrada, o eres capaz de dialogar?