A orillas de los ríos de otras tierras bien distantes, nos sentamos a llorar y a recordar a nuestra familia; sentimos el corazón triste y desolado, Señor Dios nuestro, y ahora, despojados de todo, sin nada, sólo nos quedas tú. Somos peregrinos en busca del pan nuestro de cada día; la tierra no tiene un lugar donde acoger nuestra pobre tienda. Día y noche, el camino se hace duro y desconocido, y el corazón de los hombres se ha congelado a la hospitalidad. Donde llegamos, Señor, nos dan trabajos duros que ellos no hacen; y hacen fiesta con nuestro folklore y nuestras costumbres. Somos el indio, el emigrante, el exiliado, el fugitivo, y nos sentimos como hoja al viento, como […]