El paso del huracán Stan por Chiapas obligó a los indocumentados centroamericanos a abordar el tren que los acercará a su sueño: EU
Domingo 05 de febrero de 2006
ARRIAGA, Chis.
Más de un millar de inmigrantes centroa mericanos que durante una semana huyeron de la feroz persecución de los agentes de migración, policía sectorial y municipal, con hambre y sueño treparon al lomo de la bestia de acero sin importarles que les arranque los brazos, piernas o la vida, con tal de llegar a Estados Unidos.
Los pasajeros de este ferrocarril son hombres, mujeres y niños que caminaron más de 300 kilómetros desde el poblado de Ciudad Hidalgo, frontera con Guatemala, a esta localidad limítrofe con Oaxaca.
Ahí viajaban colgadas en los aproches de los furgones las guatemaltecas Cecilia y Sofía, originarias del departamento de Xela.
Las dos mujeres dejaron al cuidado de sus madres sus hijas de cuatro y ocho años de edad, para ir en busca del “sueño americano”.
Un día antes de subir al ferrocarril de la empresa Chiapas-Mayab una camioneta Nissan y una Van blanca, en donde viajaban seis hombres con camisas celeste y pantalón azul -al parecer empleados de migración- perseguían a un grupo de indocumentados que se escondieron en el panteón del lugar. Nadie fue detenido, a pesar del hambre y desvelo que han padecido por días, los ilegales centroamericanos lograron escapar.
Al entrar en contacto con ellos, se acercan primero para pedir unas monedas y luego para denunciar abusos, atropellos y vejaciones de las autoridades mexicanas.
Otros más esconden sus asustados rostros entre los matorrales secos y espinosos, el miedo a la migra y policías locales es evidente, prefieren mantenerse a la expectativa que arriesgarse a que los detengan en su cacería.
Y después de unos minutos de platicar con ellos, entran en confianza y sueltan: “¡Mire, la migra y los policías no nos dejan acercarnos al pueblo, nos detienen, nos quitan el dinero, y hasta nos golpean”.
Otro que estaba escondido entre los matorrales dice: “Que el presidente Fox se entere lo que nos hacen a los migrantes, su gente nos hace lo mismo que Estados Unidos le hace a los mexicanos.
En un pequeño rancho abandonado, que se ubica a medio kilómetro de la cabecera municipal de Arriaga, otro grupo de “sin papeles” -como se les llama en esta región del país- en su mayoría provenientes de Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua, señalan que desde hace tres días no comen nada.
La mayoría presentan en todo su cuerpo piquetes de zancudos, y algunos se rapan debido a que sus cabezas se llenaron de piojos por dormir en potreros.
Tras comprar algunos víveres y entregárselos, esta reportera pudo observar las penurias de los indocumentados centroamericanos, las cuales después del paso del huracán Stan por Chiapas se endurecieron al obligarlos a caminar 300 kilómetros para poder abordar el tren que los acercará a su sueño.
Antes del fenómeno meteorológico, los indocumentados abordaban el tren en el poblado fronterizo de Ciudad Hidalgo y Tapachula, que se localiza a 45 kilómetros de la frontera con Guatemala.
Huyen de la pobreza
En Honduras hay mucha pobreza, no hay trabajo, el sueldo es muy poco y no alcanza para hacerse de una casita, comenta Walter Funes, quien asegura que ha sido asaltado tres veces en un solo día de camino.
-¿Cuánto te quitaron?
-Mil 500 pesos, eran tres personas con rifle, la primera vez fue en Tecún Umán, luego antes de llegar a Huixtla y acá en Arriga, pero ya no traía dinero.
El encargado de la Casa del Migrante Jesús es Misericordioso, Elías Camacho Clemente, en entrevista, denunció que 95% de los indocumentados que arriban a esta población son despojados del poco dinero que traen y golpeados por las diversas corporaciones policiacas.
“Los migrantes son tratados como animales o peor, los persiguen para quitarles su dinero… no tienen respeto hacía ellos”, dice con enojo.
La Casa del Migrante Jesús es Misericordioso que dirige el párroco Heyman Vázquez Medina, atiende diariamente a unos 300 indocumentados que llegan a esperar el ferrocarril, a quienes brinda hospedaje, alimentación y atención médica por tres días.
“Aquí nos llegan deshidratados, con llagas en los pies, enfermos de diarrea, la garganta, temperatura, dolor de huesos, alergia y picaduras de animales venenosos”, indica.
Fuente/Autor: MARÍA DE JESÚS PETERS / CORRESPONSAL /El Universal