Señor, tú me escrutas y conoces;
Tú sabes cuándo me siento y cuándo me levanto;
Tú conoces de lejos lo que pienso;
Tú sabes si camino o si me acuesto
y tú conoces bien mis pasos.
Me abrazas por detrás o por delante,
después pones tu mano sobre mí.
Tú ciencia es un misterio para mí,
tan grande que no puedo comprenderla.
¿A dónde iré lejos de tu espíritu?
¿A dónde podré huir lejos de tu rostro?
Si subo a las alturas, allí estás;
si bajo a los abismos de la muerte,
allí también te encuentro.
Si le pido las alas a la aurora,
para irme a la otra orilla de los mares,
también allá tu mano me conduce
y me tiene tomado tu derecha.
Pues tú Señor, formaste mis entrañas,
me tejiste en el seno de mi madre.
Te doy gracias por tantas maravillas,
que tú has ejecutado;
En efecto, admirables son tus obras,
y mi alma bien lo sabe.
Mis huesos no escapaban a tu vista.
Cuando yo era formado en el secreto
o era bordado en las profundidades de la tierra.
¡Cuán difíciles son tus pensamientos,
y su suma es, oh Dios, incalculable!
Examíname, oh Dios, mira mi corazón,
ponme a prueba y conoce lo que siento.
Fíjate si es que voy por mal camino
y condúceme por el camino de la vida.