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Misión en Colombia

27 de enero de 2020

De Colombia nos llegó este correo de Valentín Menoza Morales,ya JSF, ahora Religios Estudiante de Teología.

Los Misioneros de San Carlos tienen presencia en Tibú desde mediados de 2004. El Padre Roberto Mastrelli, italiano y la misionera scalabriniana Gabriela Parusini, de nacionalidad argentina, iniciaron esta misión. Estos misioneros tienen ahora a su cargo la parroquia la Inmaculada y tres comedores, auspiciados por el Programa Mundial de Alimentos y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, donde diariamente almuerzan alrededor de 500 personas, entre niños y adultos mayores y otras personas de escasos recursos. Una gran cantidad de ellos son personas desplazadas por la violencia. En Tibú algunos estudiantes de teología vamos de misión durante la temporada de vacaciones.

Tibú Colombia: entre la costumbre, el olvido y la exclusión

Tibú, municipio situado en el departamento Norte de Santander, al noreste de Colombia, tiene una temperatura media de 28. 3 ˚C, es considerado la capital del Valle del Catatumbo, región muy húmeda, de altas precipitaciones, con una población muy dispersa. Fue habitada por indígenas chibchas. Es una región muy rica pues cuenta con producción minera, explotación de reservas de petróleo y proyectos agro –ecológicos.

No obstante, como muchas regiones de Latinoamérica, contrasta con el contexto que vive su gente, se encuentra sumida en una situación de pobreza extrema: sus pocos ingresos (cuando los tienen) no alcanzan para cubrir los gastos de alimentación. Su población vive constantemente el drama de la falta de agua, de luz i la incomunicación por los constantes atentados contra el sistema de bombeo del agua, de las torres de luz eléctrica y puentes de su principal carretera que comunica con la ciudad de Cúcuta y que por cierto, se encuentra en condiciones bastante lamentables. Tan sólo en el mes de diciembre, el Catatumbo fue escenario de todos estos acontecimientos.

De la costumbre y la cultura

Cuando hay la repetición constante de ciertos actos los seres humanos tendemos a acostumbrarnos a ese modo de vida. La costumbre es un modo habitual de obrar, proceder y reaccionar, establecido por la repetición de los mismos actos. Y cuando nos acostumbramos a una situación, ésta se vuelve algo “normal”, algo que está en su estado natural. No importa que sea por ejemplo, la situación de violencia que vivimos en Colombia. Y cuando algo es normal entonces sólo nos queda acomodarnos, adaptarnos hasta que la situación nos molesta lo menos posible. Pero aún es posible acomodarse hasta a situaciones que nos impiden la libertad, la falta de desarrollo, la carencia de oportunidades o a la misma enfermedad.

En el Evangelio de Juan 5, 1-18 encontramos un relato que nos muestra el caso de un hombre que se acostumbra a su situación. El enfermo de la piscina de Betesda que llevaba 38 años ahí tendido, esperando la oportunidad de poder entrar al agua cuando se agitaba, y así pudiera ser sanado. Era un hombre acostumbrado ya a su situación. De tal manera que cuando Jesús lo ve y le pregunta si quiere curarse, el enfermo no le contesta con un sí rotundo como alguien que desea la salud sino con una objeción: Señor, no tengo quien me meta en la piscina cuando se agita el agua; mientras yo voy, otro desciende antes que yo. Es conveniente preguntarnos por qué este hombre no era capaz de buscar ayuda, de buscar en su alrededor las posibilidades –por pocas que fueran- para conseguir la sanación. Por qué este comportamiento.

La sociología nos ayuda a entender porque los seres humanos tenemos un interés creado en generar y mantener un entorno ordenado. Esto es gracias a que la mayor parte de nuestro comportamiento es aprendido. Por lo tanto un mundo ordenado es producto de la cultura. Y la cultura es un orden artificial, y como dice Zygmunt Bauman: la cultura puede pasar muy bien por naturaleza, sin preguntas, siempre que no se ponga en evidencia la artificialidad, el carácter convencional de las normas que propaga (Bauman; 1990). La reacción del enfermo de Betesda nos habla de que ya se había acostumbrado, precisamente por el contexto que le rodeaba, por la cultura. Sabemos que Palestina, por la dominación romana, vivía una situación política y económica tan difícil, que el precio lo pagaban los más débiles, entre los que se contaban los enfermos.

En contextos de violencia se habla de una cultura de muerte. Pero como hemos visto, ninguna cultura es un orden natural sino artificial, y por lo tanto es posible dar vuelta a ese orden ya establecido. Pero claro, es un trabajo que requiere esfuerzo, trabajo constante. Y es muy difícil cuando ya estamos acomodados. Mas no es imposible, lo demuestra una vez más este relato. Por eso el Evangelio sigue siendo Buena Nueva, porque nos muestra que en el encuentro con Jesús es posible una auténtica liberación.

Olvido o memoria

No sólo en Tibú, no sólo en Colombia, sino en todo el mundo, el ser humano tiende a no querer recordar las situaciones de dolor, a olvidar los hijos asesinados, las masacres llevadas a cabo, a silenciar los rostros de dolor de tantas personas que pierden a sus seres queridos, de niños huérfanos. La psicología nos dice que es un mecanismo de defensa del ser humano ante el sufrimiento. Pero ya el mismo Freud decía: Tarea de la cura es suprimir las amnesias. No se trata de olvidar, no debemos permitir el olvido. La memoria es la vida misma. La palabra re-cordar viene de re: regresar, volver y de cordar, cardia: corazón. Recordar es volver al corazón, recordar nuestro propio camino y el de nuestro pueblo que ha sufrido y sigue sufriendo. Cuando no hacemos memoria, permitimos que se vuelvan a cometer los mismos errores, aquellos por los que nuestros pueblos han sufrido y siguen sufriendo.

Precisamente en el mismo relato del enfermo de Betesda, en el verso 14 vemos que Jesús le dice a este hombre cuando lo vuelve a encontrar: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te suceda algo peor. Podemos interpretar esta advertencia como: recuerda que eras enfermo, que no eras libre, que sufrías, no lo olvides y no vuelvas a cometer los mismos errores. Es una invitación a la memoria. Cuando un pueblo hace memoria, donde imperaba la muerte, ésta pierde su aguijón. Porque la memoria es un grito que da futuro a nuestro presente.

La violencia de la exclusión

En América Latina la exclusión social afecta a los más empobrecidos. Afecta a enfermos, ancianos, niños, desempleados. Exclusión social es la escasez de oportunidades y de accesos a servicios básicos de calidad y a los mercados laborales. La exclusión cultural se refiere a la restricción en la participación y al acceso a la educación. Muchos de los niños que no van a la escuela es por falta de recursos tanto para matrículas como para los útiles escolares. Y son personas que a falta de educación no participaran en la construcción de la sociedad, tendrán desventajas en cuanto a oportunidades sociales, políticas y económicas.

Las clases empobrecidas sufren más la tragedia humana actual, porque suman a la violencia criminal, la violencia de la exclusión social y cultural. Pero la violencia tiene otra exclusión que es preciso desenmascarar, porque es más sutil y en consecuencia más perversa. Es la exclusión de la información y la comunicación, de la que es víctima la mayoría de la población en todo el mundo. El ideal del sistema imperante es una sociedad desinformada de lo que realmente ocurre, en la que se transmite la sensación, el sentimiento de que todos saben de todo. Por eso es más importante para un noticiero, dedicarle más tiempo a la información del matrimonio de una multimillonaria con un delfín; investigar y aconsejar qué agüeros realizar para el año nuevo, en lugar de dar información de un paro armado y de las consecuencias de atentados en la región del Catatumbo.

Hablando de la desinformación, cito un párrafo de la carta pastoral del Obispo de Tibú a propósito de la jornada mundial de la paz el 1º de enero y de la carta de Benedicto XVI. Dice Camilo Fernando Castrellón: en la comunidad del Catatumbo surgen grandes interrogantes porque pareciera que no siempre se dice la verdad y que no siempre se tiene conciencia de verdad y transparencia en todo lo relacionado con el desarrollo de la Región. Surgen preguntas acerca de los proyectos económicos, tanto agro- ecológicos como mineros, que se están implementando en el Catatumbo… hay grandes compañías empeñadas en la producción agrícola y minera. En la Verdad, la paz, (título del mensaje de Benedicto XVI para la jornada mundial por la paz) exige que se aplique a la producción el principio según el cual . (Diciembre de 2005)

La multitud de enfermos que yacían en los cinco pórticos de Betesda, excluidos y desinformados de lo que sucedía en las afueras, nos lleva a ver en ellos a cuantos permanecemos ciegos, que no vemos o no queremos ver a los otros que sufren, y que ni siquiera pensamos que es posible en medio de nuestro propio sufrimiento, solidarizarnos con ellos; a los ciegos por los intereses propios que tampoco nos dejan ser libres; a quien pueda permanecer paralizado por la costumbre pensando que ese es el orden natural de las cosas; o a quienes cojos sin poder caminar bien, nos acomodamos a un orden establecido, nos alienamos a una sociedad del consumo que nos está llevando a la autodestrucción.

Hoy como ayer, la Buena Nueva para el mundo en que vivimos sigue siendo Jesús y su Evangelio, siempre y cuando se traduzca en acciones concretas. Estas no tienen que ser extraordinarias sino las pequeñas de nuestra vida cotidiana. Hasta algo tan sencillo como una sonrisa a un extranjero o ceder en una discusión son de capital importancia para otra Colombia, donde gracias a la memoria, la paz y la reconciliación vayan siendo posibles. Contra la costumbre y el acomodarse como el enfermo, el moverse al encuentro del otro que sufre. Esto no se logra por la buena voluntad. Nuestra voluntad se mueve si hay razones fuertes, motivos que nos impulsen a no quedarnos estancados. Contra el olvido la memoria y contra la exclusión la inclusión, como ejemplarmente lo hizo Jesús de Nazaret, que no vino por los justos sino por los pecadores, no por los sanos sino por los enfermos, por los excluídos.

En la foto – El Autor del artículo Valentín (a la derecha) junto a Pepe, Religioso Estudiante de Teología en Bogotá.

Fuente/Autor: Valentín Mendoza Morales/vale_memo@yahoo.com

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