“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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Scalabrini

MÁS REFLEXIONES DE SCALABRINI SOBRE EL PAPA

27 de enero de 2020

En estos días en los que nuestras mentes y nuestros corazones están en Roma, cerca de Juan Pablo II, seguimos publicando unas Reflexiones del Beato Juan Bautista Scalabrini, donde demuestra todo su amor y fidelidad al Papa.

“Amarlo a Usted hasta la muerte”

Obedecerlo y amarlo a Usted hasta la muerte, será esta nuestra ambición, el más dulce consuelo de nuestra vida, y nos esforzaremos para ganar el mayor número de almas posibles a la obediencia y al amor de Usted. (Al venerable clero y pueblo querido de la Ciudad y de la Diócesis – Piacenza – 1787)

Llamamos como testigos al cielo y la tierra de que nos esforzaremos con todo el corazón y toda el alma para conservar y venerar Tus palabras como palabras del Señor, Tus juicios como juicios de Dios, Tus definiciones como juicios de Jesucristo. (Carta a León XIII – 1879)

En cuanto a nosotros, Beatísimo Padre, es un premio, una gloria, cada vez que podemos secundar también el más pequeño de sus deseos. En nuestra mezquindad podemos poco, pero ese poco es todo para Usted, que es nuestro tierno Padre, nuestro Maestro infalible, nuestra ley viviente. (Carta Pastoral para la Santa Cuaresma – Piacenza – 1879)

Será siempre nuestra gloria pensar en todo y siempre como El, juzgar como El, sentir como El, sufrir con El, combatir con El y para El; (…) nos llamaremos afortunados de poder dar la sangre y la vida por Su causa que es la causa de Dios. (Actos y Documentos del Primer Congreso Catequístico – Piacenza – 1890)

Yo, con este clero mío y con este pueblo mío, me estrecho a tu cátedra porque estoy seguro que estrechándome a ella y con ella me uno a Jesucristo. (Homilía de San Pedro – 1899)

Por lo tanto al Papa los ojos de la mente, al Papa los afectos del corazón. Solamente en él, por él y con él, podemos ser todos uno solo, y proceder como ejército ordenado para la batalla, seguros de la victoria (…). No sea el nuestro, oh queridos, un homenaje de admiración estéril. Amemos, ¡oh! amemos al Papa, venerémoslo, busquemos nuevas formas para atestiguarle nuestra devoción. (Sobre el Opúsculo “La Carta del Card. Pitra” – Los Comentarios – La palabra del Papa – Piacenza – 1885)

“Infundir una sólida devoción a la Sede Apostólica”

Deseando ardientemente promover en mi Clero y en todo el pueblo que me fuera confiado una más profunda y loable, mejor dicho, necesaria devoción, especialmente en estos tiempos, a la Santa Sede Romana, centro de la unión y fuente purísima de la verdad, y hacia Usted, Doctor y Maestro infalible de fe y costumbres de toda la Iglesia, he pensado presentar a los pies de Su Santidad el ferviente y humilde ruego de dignarse conceder a toda la diócesis la celebración en rito doble mayor del oficio y de la Misa de Conmemoración de todos los Santos Pontífices, todos los años, en el primer domingo libre después de la octava de los SS. Apóstoles Pedro y Pablo, según el indulto ya benignamente concedido al clero del Alma Ciudad.

Beatísimo Padre, el humilde orador que suscribe implora tanto más ardientemente esta gracia, por cuanto pretende mandar a todos los párrocos que pronuncien al pueblo, ese domingo, una homilía sobre las excelsas prerrogativas del Romano Pontífice, según las últimas definiciones emanadas del Concilio Ecuménico Vaticano, en la confianza, o mejor dicho en la certeza que los Pontífices Santos, invocados con devoción y venerados ese día por los fieles, obtengan de Dios para el Clero y el Pueblo de Piacenza una verdadera y firme adhesión, reverencia y amor hacia Su Santa Sede Apostólica, que es para nosotros y para todos la verdadera y única ancla de esperanza y de salvación. (Carta a Pío IX – 1976)

“El amor al Vicario de Jesucristo”

¡Beatísimo Padre! Que el divino Príncipe de los pastores se digne volcar con abundancia sus dones más selectos sobre Usted. Que El, entre tales y tantas vicisitudes de hombres y de cosas, entre tantas y tan graves angustias, que desde todas partes lo apremian, lo consuele, lo sostenga, lo conserve todavía por muchos años fuerte y sano para su mayor gloria, para decoro e incremento de la Religión, tutela y presidencia de la Iglesia, para alivio de los buenos, para vergüenza de los malvados. Lo regocije con el triunfo alcanzado de Su causa, que podrá tardar, pero no fallar. A los dolores de la Pasión sucederán los gozos de la Resurrección.

Le presento, Beatísimo Padre, con mis votos, los votos y las felicitaciones de los Misioneros que prestan asistencia a nuestros emigrados en las Américas, y también los votos y las felicitaciones de los mismos emigrados. Por mi intermedio esos pobrecitos depositan ahora a Sus pies su óbolo como señal de gratitud por todo lo que hizo hasta aquí por su bien y al mismo tiempo imploran para sí y sus familias la Bendición Apostólica.

Los Misioneros que tienen como regla despertar y mantener viva en las colonias de nuestros pobres expatriados el amor por el Vicario de Jesucristo, ellos también le imploran Santo Padre, una Bendición especial que sirva para infundirles nuevo vigor, nuevo coraje en medio de sus esfuerzos verdaderamente apostólicos. (Carta a León XIII – 1893)

“Los católicos no van como peregrinos a Roma por motivos fútiles”

Una de las obras, que sirven hoy para hacer pública y solemne la manifestación de nuestra fe, es la devota práctica de las peregrinaciones, especialmente a Roma, el venerado santuario de nuestra fe, el centro de la unidad católica, el lugar santo donde reside Aquél que en la tierra hace las veces de Dios (…).

Ellos van allá, para cumplir un acto de religión, para visitar los grandiosos monumentos de su fe, para sacar nuevas fuerzas y nuevo coraje para combatir las batallas del Señor (…). Van para respirar entre aquellos muros el aura purísima de la vida cristiana, casi a gozar de los derechos de una casa común, y a concentrarse, si bien lejanos, junto a la tumba de los padres como en una sola gran familia. Van para dar a conocer al universo la vida que siempre anima a la Iglesia y para desmentir a aquellos que no cesan de gritar tontamente que el Catolicismo ya hizo su época y que el Papado ya ha muerto. Van finalmente para atestiguar, frente a Dios y frente a los hombres, de la manera más explícita y solemne, la devoción y el afecto que los unen al Sucesor de Pedro, al Príncipe de los Pastores, al Maestro infalible del dogma y de la moral: para escuchar de sus augustos labios una palabra de consuelo y de aliento y para recibir de El la bendición. (Carta Pastoral – 1895)

En la Foto – Juan Pablo II beatifica a Juan Bautista Scalabrini – 9 de Noviembre – 1997

Fuente/Autor: Una Voz viva

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