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Si el emigrado conserva las tradiciones permanecerá católico
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Scalabrini

La idea nacional influye en la conservación o no de la fe

27 de enero de 2020

De los Escritos y Discursos de Juan Bautista Scalabrini.

No hay duda que la idea de la nacionalidad es uno de aquellos sentimientos que están llamados a ejercer una larga y tal vez decisiva influencia sobre la conservación o la pérdida de la fe de un pueblo.

De la misma forma que las ideas filosóficas tienen su repercusión en la vida social de un pueblo, como la historia antigua y moderna lo prueba, la idea nacional influyó siempre sobre el sentimiento religioso, y tanto más influyó cuanto más vivo era el sentimiento patriótico.

Como se ha dicho, para consolidar el cisma y el protestantismo, pudo mucho el concepto que esas dos formas de cristianismo fuesen garantía de independencia nacional.

Los grandes fundadores de Religiones trataron casi siempre de unir los conceptos de patria y religión, con el fin de que el sentimiento nacional sustentase la fe del pueblo y fuese la palanca con la cual ellos pudiesen levantarlo del antiguo estado para arrastrarlo hacia el nuevo camino y atarlo a su carro (…).

Desafortunadamente, como se ha dicho, cada vez que el sentimiento religioso apareció en conflicto con la idea nacional, esta se rebeló, y como los hombres son más sensibles a las cosas concretas que a la abstractas, aparecieron como consecuencia la apostasía de la nación o el indiferentismo más o menos hostil (…). Por lo tanto, la idea nacional influye sobre la conservación o no de la fe de un pueblo y es elemento fundamental de la fidelidad de este pueblo a la Iglesia o a su apostasía. Esto vale tanto para las naciones consideradas en general como para los individuos. Teniendo en cuenta más particularmente a estos, es cierto que en ellos se manifiestan los mismos síntomas del cuerpo social y nacional entero.

Mientras que el hombre vive en su propio país, más o menos conserva los sentimientos que tienen curso en la mayor parte de sus compatriotas. Hay excepciones, pero ellas no cambian la regla.

Las cosas cambian para el emigrante.

Este vive lanzado en tierra extranjera y como ahogado en el maremagno de otro pueblo, o, como en los países mixtos, de varios pueblos poseedores de costumbres, tradiciones y hábitos totalmente diferentes de los suyos.

Lo que mantiene la vida católica es el ambiente religioso.

La fe es quizás aquello que un católico pierde más fácilmente en tierra extranjera, cuando el país en que habita es cristiano, pero heterodoxo.

Lo que mantiene la vida católica es el ambiente religioso. Las ideas son patrimonio de pocos. Un pensador puede ser católico en Roma, en Nueva York, entre los lapones, los esquimales, los chinos y los turcos. Un obrero que no piensa, y que es dominado por las ideas materiales, no se mantiene en la Religión de sus padres, cuando se encuentra lanzado en tierra extranjera, sino con la condición de hallar algo que le recuerde el ambiente que dejó al abandonar la patria, y conservando por sus tradiciones nacionales un afecto intenso e inalterable.

Y, por lo tanto, también en países católicos como América del Sur, el sentimiento nacional viene a sostener el sentimiento religioso y el pobre emigrado necesita no sólo la asistencia de un sacerdote católico, sino también el afectuoso cuidado de un apóstol que cultive en él las antiguas tradiciones de patria y de familia que son fundamento de su fe.

Fuente/Autor: Una Voz Viva

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