“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

GOETHE
HOMILIA DEL PADRE PROVINCIAL ANTONIO TAPPARELLO
01/27/2020
Homilía de Mons. Giuseppe Bertello en la Ordenación Sacerdotal de Carlos Andrés.
01/27/2020

Scalabrini

Glorificó a Dios, fue glorificada por Dios

27 de enero de 2020

Pensamientos de Scalabrini sobre María

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El que glorifica a Dios, dice el Señor, será glorificado por Dios. ¿Y quién más que María glorificó a Dios sobre esta tierra? Ella glorificó a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo.

Glorificó a Dios Padre, cuando con su consentimiento para la Encarnación del Verbo, hizo que Dios Padre viese dilatado su dominio, engrandecido su poder, viendo entre sus súbditos un súbdito de perfección infinita. Y en verdad, siendo Cristo por su naturaleza humana inferior al Padre, el Padre, en cierto modo, se convirtió en Dios de Dios y ello fue posible por medio de María. Glorificó a Dios Hijo, cuando la infinita caridad que, en los eternos designios, lo indujo a ofrecerse a sí mismo por el hombre pudo realizarse sólo cuando apareció María y si Él fue glorificado por la generación temporal, fue glorificado justamente en esa carne que tomó de María. Glorificó a Dios Espíritu Santo, cuando luego que ella se declaró dispuesta a aceptar la voluntad del Altísimo, el Divino Paráclito descendió para unir en Ella el alma santísima del Redentor con su sacratísimo cuerpo y habiendo así hipostáticamente unido esa adorable humanidad con la naturaleza y la persona del Verbo Divino, adquirió ad extra aquella fecundidad que no le compete ad intra, como también adquirió cierta prioridad sobre la humanidad sacrosanta de Cristo.

Por consiguiente por el Padre, por el Hijo y por el Espíritu Santo debía ser glorificada en los cielos, por lo tanto no con una sino con triple corona debía ser coronada.(Homilía de la Asunción – 1881)

«María figura de la Iglesia»

Toda la vida de la Virgen, los misterios que se cumplieron en ella, las gracias que la adornaron, los bienes que por Ella se difundieron, según el decir de San Ambrosio, fueron vivamente un tipo, una figura, una imagen, casi una profecía de la Iglesia Católica: Maria figuram in se gerebat Ecclesiae [María llevaba en sí la imagen de la Iglesia]. Efectivamente, no se puede negar que la existencia de María está directamente asociada a la de Cristo y participa mucho más de Sus destinos que de los del género humano. Ahora bien, examinen bien la naturaleza de la Iglesia Católica y verán como, a semejanza de María, forma ella una sola cosa con Cristo, vive de Su Espíritu, busca Su gloria y lo ama con el amor más perfecto. El águila de los doctores aseguró que la carne de Cristo es la misma carne de María: caro Christi, caro Mariae [la carne de Cristo, la carne de María]. No se podía comentar con mayor verdad y con mayor precisión la sentencia evangélica: de qua natus est Jesus [de la cual nació Jesús]. Y bien, ¿quién conserva, defiende y distribuye a los hombres la carne virginal de María? ¿No es acaso la Iglesia Católica? Y en todos los Sacramentos de los cuales la Iglesia Católica es administradora, se reproduce, se extiende, para el que mira bien, la maternidad divina por la virtud de Cristo. Ustedes verán en todo la virtud de la sangre de Cristo, sabrán que esta sangre nos fue donada por María y que es aplicada a nosotros por el ministerio de la Iglesia Católica. ¿Qué más hermosa y evidente unión entre la madre y la esposa de Cristo? Todas las escrituras hablan del Redentor, hablan en consecuencia de la Virgen, de la cual nació, y de la Iglesia, por la cual, hasta la consumación de los siglos, vive todavía sobre la tierra. Es tan íntima esta unión entre Cristo, la Virgen y la Iglesia que no es posible separarlas. Si en las primeras y últimas páginas de los libros sagrados ustedes encuentran escrito sobre el Hijo de la mujer que salva al mundo, leerán también del triunfo de la Virgen y con ella el de la Iglesia. (Homilía de la Asunción – 1881)

Fuente/Autor: una VOZ VIVA

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