“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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Scalabrini

HOMILIA DEL PADRE PROVINCIAL ANTONIO TAPPARELLO

27 de enero de 2020

En el marco de los 100 años de la muerte del Beato Juan Bautista Scalabrini.

Cantamisa del P. Abraham Ochoa Ríos en Guanajuato, Gto. – 1 de Mayo.

Hermanos y hermanas, familias Ochoa y Ríos, estimado P. Abraham.

Al acercarnos al final del tiempo de la Pascua, nos encontramos con algunas características de ser cristianos: vivir con esperanza, con fortaleza y alegría, nuestra vida cristiana en la tierra. Por eso, tenemos que tener en la tierra bien clavados nuestros pies, porque esta vida que Cristo trae a los hombres no es para arrancarlos de la historia, sino para poner en el corazón del hombre la fortaleza cristiana para ser constructor de su propia historia. Un cristiano que no viva la fuerza del Evangelio entre las realidades de la tierra, es un cristiano desubicado y desencantado.

La 1ª Carta de Pedro exhorta a los miembros de varias comunidades de creyentes a estar llenos de esperanza, y de estar listos para dar razón a quien llegue a preguntarles de esta esperanza. Aparentemente podemos encontrar muchas razones para no tener esperanza: migración, enfermedades, injusticias, pobreza, corrupción, violencia, guerras, rivalidades étnicas, etc.

En el Evangelio de hoy, Jesús se reúne con sus discípulos y les asegura con ternura y compasión que no los dejará huérfanos. Él permanecerá con ellos en la misión de anunciar el Evangelio por todo el mundo… Esta obra evangelizadora que rompe fronteras nacionales, que supera odios y rivalidades, provocando en cambio la unidad y la concordia de los creyentes, es obra del Espíritu Santo. Para el Espíritu no hay barreras ni fronteras. Es Espíritu de amor, solidaridad, justicia, paz y fraternidad.

El Beato Juan Bautista Scalabrini, fundador de los Misioneros de San Carlos y cuyo Centenario de muerte celebramos en este año, fue en su tiempo un hombre de esperanza mismo delante de las injusticias causadas por la migración y de todo el sufrimiento que la acompañaba. Él no solo buscó aminorar el sufrimiento socorriendo los migrantes en sus necesidades materiales y espirituales, sino que también estudió las causas profundas de la migración: la pobreza, la injusticia social, el desempleo, los conflictos… A través de conferencias y escritos no solo buscó una mayor conciencia del fenómeno migratorio como también trabajó incesantemente para conseguir una transformación social en beneficio de los miembros más vulnerables de la sociedad. Como tenía los pies bien clavados en la realidad humana concebía su misión como la de llevar el Evangelio “a los hijos del trabajo y de la pobreza”. Afirmaba: “Donde está el pueblo que trabaja y sufre, allí está la Iglesia”.

Estimado P. Abraham, como Misionero de San Carlos y hijo espiritual del Beato Scalabrini, eres llamado a ser instrumento de esperanza en el mundo de la migración, a ser un nuevo y consolador despertar a favor de los desheredados migrantes. La esperanza del cristiano no es vana porque está fundada en la vida nueva de la Resurrección de Jesús. Cristo quebrantó las cadenas de la muerte resucitando a la vida por el Espíritu.

Hoy cuando contemplamos migrantes ser cazados como animales y os cazadores ser clamados heróes, cuando contemplamos migrantes ser pisoteados en sus derechos, tu y nosotros debemos tomar la bandera de Scalabrini, que en su dolor ante la situación degradante y denigrante de los migrantes italianos exclamaba: “la caridad cristiana y la civilización actual nos imponen poner un límite a un estado de cosas tan deplorable e indigno”. Ser hombre de esperanza es dejarse llevar por la compasión de Cristo e ir al encuentro de los necesitados, consolarlos en sus tribulaciones y darles esperanza en su caminar. Nuestro Fundador, ante los pedidos incesantes de migrantes consternados por su situación de abandono lloraba por “la imposibilidad de cambiar la cruz de oro de Obispo por la de madera de Misionero para volar en auxilio de esos infelices, verdaderamente infelices, porque entre los demás peligros se agregaba para ellos el caer en el abismo de la desesperación”.

Estimado P. Abraham, como Misionero de San Carlos eres llamado a anunciar el Evangelio a los migrantes, a mantener en sus corazones la fe y – como afirmaba Scalabrini – con las “inmortales esperanzas de más allá reavivadas, educar y elevar su sentimiento moral”. Como misionero de San Carlos proclamarás que “en la Iglesia nadie es extranjero, y la Iglesia no es extranjera para ningún hombre y ningún lugar”.

Como misionero de San Carlos eres enviado al mundo de la dispersión con la misión de congregar los migrantes en comunidades fraternas donde todos sean acogidos como hermanos y hermanas.

Por fin, eres enviado como misionero de la esperanza para que los migrantes viviendo la fuerza del Evangelio testimonien la fraternidad universal, construyan un mundo sin barreras ni fronteras y edifiquen una Iglesia donde los migrantes se sientan siempre en su casa.

Que Dios te bendiga y la Virgen de Guadalupe de acompañe.

Fuente/Autor: Padre Antonio Tapparello

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