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El sacerdote de las fronteras

27 de enero de 2020

Ademar Barilli :

Su liderazgo universitario le abrió las puertas para participar en la política de su país, Brasil. Sin embargo, decidió ser misionero, porque considera que los políticos mienten y engañan a la gente, y él no lo haría.

Dos décadas de su vida las ha pasado en las fronteras de Estados Unidos, México y Guatemala, ayudando a las personas que buscan un mejor nivel de vida, tal como sucedió con sus bisabuelos italianos, cuando llegaron a Brasil hace medio siglo.
Durante estos 20 años ha levantado el estandarte de los migrantes, con quienes se siente totalmente identificado. “Cuando uno aprende a defender una bandera, ésta lo va empujando a uno”, dice el sacerdote Ademar Barilli.

La hoja de vida de este religioso de la orden de los Scalabrinianos, con sede en Brasil, pudo haber sido otra, ya que cuando estudiaba Filosofía en la universidad Católica de San Pablo, el ambiente político de su país y su liderazgo pudieron empujarlo a desarrollarse en el mundo de la política. Pero él se dio cuenta de que como misionero su aporte a la sociedad sería mayor. Desde hace 12 años es el director de la Casa del Migrante, con sede en Tecún Umán, San Marcos.

“Decir Dios, Dios, Dios a cada momento no es posible, él nos dio cerebro e inteligencia que debemos hacer trabajar para descubrir la realidad y la justicia”.

¿Por qué misionero?

Cuando estudié Filosofía en la universidad Católica me metí a la carrera política estudiantil, y durante tres años estuve en el directorio central de todo Brasil, integrado por unos 5 mil estudiantes. Querían que siguiera esta carrera porque, prácticamente, somos cofundadores del partido que llevó a Lula (Da Silva) al gobierno. Después de estudiar esta ciencia, decidí no seguir la de política debido a que habían algunas cosas que no me gustaban, por eso seguí la vida religiosa. Me di cuenta de que como misionero podía hacer más en beneficio social que políticamente.

Pero su formación adquirió cierta carga política…

Los hijos de algunos políticos famosos y gente de la universidad me lo pidieron, porque ahí llegaban muchos por la carrera política. En Brasil, los políticos nacen dentro del movimiento estudiantil. Eso fue en tiempos de la represión, cuando cayó el militarismo con Figueredo, entre 1982 y 1983. En esos años participé en cuatro congresos nacionales con delegados de todas las universidades, y ahí me preparé, porque nuestra congregación daba mucha libertad y facilitaba la oportunidad de participar mientras éramos seminaristas.

¿Cómo llegó a Tecún Umán?

La idea era abrir una casa para migrantes, cuando empezaban las políticas restrictivas de migración de Estados Unidos. El obispo (Álvaro) Ramazzini me invitó y cuando llegué me di cuenta de que no había otra solución que construir una casa para este fin y después nació la oficina de Derechos Humanos, a raíz de las violaciones que se daban en contra de los migrantes en México. Así surgió la obra donde hemos servido a más de 100 mil personas que buscan pasar la frontera.

Cuando estuvo con los braseros latinos en EEUU, ¿qué fue lo que más lo conmovió?

Observar la política de un país, de tanto poder económico, seleccionar migrantes en una esclavitud moderna. Me di cuenta de que en esta región no había latinos chaparros, sino que todos eran fuertes, pues era un trabajo de campo pesado, y los que estaban debían aportar más al sistema capitalista. Viendo las políticas que se están implementando ahora, no dejan de ser el mismo muro en el que sólo permiten que se queden jóvenes de entre 18 a 26 años, que es el 60 por ciento de los migran.

Durante sus años en Tijuana, ¿qué fue lo que más lo sorprendió?

Ahí estuve dos años y vi empezar la construcción del muro, en 1994, con las planchas de los portaaviones que sirvieron en la guerra del golfo Pérsico y que perdió el viejo (George) Bush. En principio había sólo un cable que separaba México y Estados Unidos, donde había muchas más posibilidades de que los migrantes pudieran ingresar. Cuando lo vi, pensé: si van a poner un muro de cinco o 10 metros, los migrantes van a tener alas o buscarán otras formas, debido a que las necesidades son mucho más grandes; por eso, ahora se están descubriendo túneles y otros caminos por el desierto. Yo conozco buena parte de todo ese desierto, y sé dónde está muriendo mucha gente, lo cual da mucha tristeza, porque Estados Unidos habla de una misión de paz, así dice Condolezza Ricce, y están haciendo las guerras.
Muchos gobernantes son responsables del racismo que existe entre los Estados, porque la gente juzga a los pueblos por su gobierno, lamentablemente, y cada vez más, se están dividiendo los países. Todos los problemas que estamos enfrentando no dejan de ser producto de lo fomentado por los mismos gobernantes que se dicen desarrollados y con poder.

Usted menciona mucho la palabra política, ¿habría sido un buen político?

Tal vez no, porque el político tiene que mentir y engañar a la gente, y yo no lo haría. Yo procuro hacer bien las cosas donde estoy, si hubiera escogido esa carrera habría hecho las cosas lo mejor posible. El que busca una profesión tiene que hacerla bien, y a mí no me importa qué hubiera sido en mi vida, pero siempre he procurado ser honesto y fiel.
Su labor con los migrantes ¿lo ha convertido en un religioso político?
Creo que nada puede funcionar sin política. El mismo modo de vida es un sistema político, por eso cada quien tiene que tener una política. El que tiene algún grado de intelecto tiene que ser un político. La verdadera política es la que conduce al pueblo a vivir de mejor manera, pero la gente no debe confundirla con la partidaria. No es indispensable un partido para gobernar bien y un buen político podría aprovecharlo para tener más libertad, ser más honesto con sí mismo, su conciencia y con lo que le promete a la gente. En el momento que alguien se amarra a un partido está pasando a ser sumiso de alguien, que muchas veces manda a hacer lo que uno no desea. Yo prefiero tener libertad, mi tipo de política y actuar conforme a mi conciencia, y ser honesto conmigo.

¿Cuál es su política?

La del derecho y la justicia, y estar en contra de la discriminación para que todos tengan las mismas posibilidades de vivir. Cuando hablo de justicia no me refiero a que los que no hacen nada tienen que tener derecho a las cosas, hablo de justicia en el sentido pleno de que si no hago nada, no merezco nada.
En el tema de migración estoy feliz y vengo librando la batalla. Oigo muchos discursos, pero realmente se hace muy poco por los migrantes. Se tiran muchas piedras en contra de las bardas de EEUU, pero no vemos las que ponemos nosotros con los que pasan por nuestro país: lo vemos como mareros y prostitutas.

¿Por qué eligió el tema de la migración, si es de un país tan lejano de EEUU?

Soy hijo de inmigrantes, mis bisabuelos eran italianos, y en cierta forma de ahí viene mi sensibilidad. En este trabajo me inicié con las migraciones internas de Brasil, y cuando uno se va metiendo en algo se va encariñando y aprende a defender banderas. Si uno defiende una, ésta misma lo va empujando. A raíz de esto, durante las dos últimas décadas he vivido en las fronteras de Estados Unidos con México, y de éste con Guatemala. El drama y barbaridades que viven los migrantes me empujan a actuar e implementar esta política.

Su vida entre tantas culturas ¿le ha hecho perder algo?

Yo no sé si perdí o incrementé. Pero fronteras como la de Tecún Umán lo conducen a uno a ser más impulsivo, a cambiar un poco la personalidad, debido a que muchas veces las cosas no se logran si uno va con la paciencia del chapín de esperar y decir: lo que Dios diga. He aprendido que, en ciertas situaciones, hay que imponerse.

¿Cuánta injerencia tiene Dios en la vida de las personas?

Depende de cómo la religión las manipule. Hay muchos credos, religiones, sectas y fanatismo religioso que a veces oprimen al pueblo a aceptar las cosas con un “así quiere Dios”, y yo pienso que no. Dios no quiere injusticias, que haya opresión, que se maltrate a la gente porque es humilde o, por lo menos, no es el Dios en que yo creo.
Decir Dios, Dios, Dios a cada momento no es posible, Él nos dio cerebro e inteligencia que debemos hacer trabajar para descubrir cuál es la realidad, la justicia y la oportunidad para todos.

¿Qué cosas cambiaría en beneficio de su misión?

Pienso que la solución no es cuestión solamente de Guatemala. Lo primero que haría sería quitar las fronteras y cambiar la visión que tienen los Estados de las personas, pues éstas, por más que quieran y paguen, no pueden ir documentadas, entonces ya no se trata sólo de un país, sino de toda la región.
Por qué toda la gente no tiene la misma libertad de ir y venir; por qué sólo los que tienen dinero, entre ellos los corruptos, y por qué un pobre que paga la visa no puede ir y venir como cualquier persona. Quitando los malditos pasaportes se eliminaría un poco la discriminación y el único documento de identificación en el mundo sería la misma persona, pero este es un ideal que nunca se va a lograr, por eso no me metí a la política.

¿Cómo ve a los políticos del país?

He tenido varias reuniones con diputados y pienso que no tenemos políticos de vocación, lo cual sucede en muchos países de América Latina, sino por bolsillo. Les falta mucha preparación en conocer qué políticas se deben implementar, y deben ser menos mentirosos, porque están engañando mucho a la gente. Las promesas son las mismas, entonces, creo que hace falta mayor preparación y una política de mayor honestidad y más coherencia.

En resumen..
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> Nació en la ciudad de Encantado, Río Grande del Sur, Brasil.
> Estudió Filosofía en la universidad Católica de Brasil.
> Pertenece a la orden misionera de los Scalabrinianos.
> Su trabajo con los migrantes lo ha realizado en Tijuana, México, Sur de Estados Unidos y Tecún Umán, Guatemala.
> Es director de la Casa del Migrante ubicada en Tecún Umán, desde hace 12 años.
> Lo que más le duele de su labor es que los migrantes no tengan el apoyo político de nadie y que todos se aprovechan de ellos.
> Su mayor satisfacción es saber que el trabajo que realiza la casa que tiene a su cargo ha salvado muchas vidas, y librado de violaciones y abusos a varios.

Fuente/Autor: Francisco Mauricio Martínez

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