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Mundo Misionero Migrante

Dos historias y una misma misión: el inmigrante

27 de enero de 2020

La tragedia que viven los inmigrantes une a dos jóvenes, uno mexicano y otro de Haití, en el mismo camino del sacerdocio bajo la Orden Scalabriniana.

Mauro Organista y Brunel Brutus tienen muchas cosas en común y otras no tanto, pero quizás lo que más identifica a ambos es su voraz apetito por ayudar a los demás, especialmente al inmigrante.

Arropados como Misioneros de San Carlos Scalabrinianos los dos jóvenes religiosos se ordenan como diáconos este mes de febrero y continúan en su preparación misionera hacia el sacerdocio para luego recorrer cada rincón del mundo si es preciso en aras de cumplir con su sagrado sueño.

Mauro y Brunel se conocieron en Chicago hace apenas cinco años, pero su decisión de ser un sacerdote scalabriniano está animada por el mismo corazón filantrópico que caracteriza a los miembros de este grupo misionero.

De 33 años de edad, Mauro dejó una carrera de Administración e Informática para dedicarse por entero a lo que quiere ser toda una vida.

Fue durante su labor como Misionero Laico en los campos mexicanos cuando surgió su vocación, al ver la pobreza cruda que azotaba a pueblitos marginados, cuyos habitantes vivían a duras penas o se veían obligados a emigrar.

Brunel, de 30 años, sufrió un latigazo parecido en su querido Haití cuando apenas era un niño monaguillo y se sumaba a su párroco para ayudar a muchos pobres que venían de pueblos pequeños a pedir todo tipo de ayuda a una parroquia de Croix- Des-Bouquets, en Puerto Príncipe.

Una vez ordenados de sacerdotes, en la segunda mitad de este año, Mauro y Brunel trabajarán en la provincia de San Pedro, en la frontera de Brasil y Paraguay.

La espinita de Mauro Organista

Cuando el 25 de abril de 1997 Mauro Organista se graduó de Administración e Informática en una universidad de Guadalajara, Jalisco, México, sentía que su carrera no bastaba para llenar su vida.

“Tenía la espinita por algo más. En una empresa también tienes que lograr objetivos, pero no siempre se hacen de la manera más ética”, dijo.

Para entonces, el joven mexicano ya había estado en contacto con varios grupos religiosos, con los cuales visitó, en misión voluntaria, a varias comunidades de campesinos en México y había quedado marcado para siempre con la pobreza desgarradora de sus habitantes.

“Allí fue donde encontré mi vocación. En un pueblo donde nada más que había mujeres, niños y ancianos. Casi todos los hombres habían emigrado a otras partes, especialmente a Estados Unidos”, dijo.

Así que el 10 de mayo de ese mismo año, a menos de un mes de concluir sus estudios, inició su ruta hacia el sacerdocio al trabajar unos meses como voluntariado en la Casa del Migrante en Tijuana y, posteriormente, ingresar al Seminario Beato Juan Bautista Scalabrini, en la Ciudad de México.

Posteriormente vino la intensa preparación y, al mismo tiempo, sus viajes misioneros a la Casa del Emigrante en Tijuana, a diferentes lugares en México, Guatemala y al albergue “Belén” en Tapachula, Chiapas, donde estuvo seis meses enfrentando una realidad que cristalizó su decisión de convertirse en un misionero scalabriniano.

“En este albergue encontré a muchos inmigrantes víctimas de los riesgos que implica emigrar de otro país bajo condiciones anormales. Vi gente mutilada que cayó debajo del tren que tomaban desde el sur de México para emigrar a Estados Unidos. Nosotros los Scalabrinianos los ayudamos ofreciéndoles asistencia legal, medicamentos, ropa, comida y también de forma espiritual”, afirmó.

Tras pasar un año Introductoria y 3 años de Estudios Filosóficos, así como el Postulantado y Noviciado, fue asignado a continuar sus estudios teológicos y formación misionera en Chicago donde se preparó intensamente por un año en la Universidad de DePaul en el aprendizaje del idioma en inglés.

Desde el propio 2003 Mauro estudia en la Unión Teológica Católica (CTU) en el sur de Chicago con el propósito de ordenarse diácono, en febrero, y posteriormente como un sacerdote misionero, en la segunda mitad de este año.

“Me ha servido de mucho en mis objetivos, porque la preparación en los seminarios Scalabrinianos es integral: psicológica, humana, espiritual, vocacional y misionera. He crecido como persona, lo cual es importante para alguien que quiere ayudar. Eso es lo que marca mi vida.

Brunel Brutus:

“Yo quiero ser como ellos”
El ejemplo de un sacerdote de origen italiano llamado Joseph Durante ocupa un lugar supremo en la carrera misionera de Brunel Brutus.

El Padre Durante ayudó a tal punto a miles de pobres haitianos que este sacerdote llegó a fundar un hospital para atenderlos, lo que hizo un impacto tremendo en aquel niño monaguillo que hoy quiere ser sacerdote scalabrianiano.

“Desde ese momento me dije: Yo también quiero ser como ellos”, dijo al ser entrevistado en una iglesia de Melrose Park.

Formar parte de un grupo misionero resultó una idea que se fue cimentando en el joven Brutus desde su niñez, cuando cursó sus estudios primarios y secundarios en una escuela católica de Puerto Príncipe, Haití.

“Crecí viendo a muchas familias muy pobres que venían desde los pueblos pequeños a la capital en busca de algún sustento para vivir y allí, en la iglesia donde yo servía de monaguillo, atendimos a muchos de ellos” recordó.

Cuando Brunel terminó la secundaria, el padre Guirand Marat, de la parroquia en Croix-Des-Bouquets, Lilavois, le habló para invitarlo a ingresar al seminario San Carlos Borromeo, de Puerto Príncipe, donde comenzó su formación, en septiembre de 1999.

Luego de 3 años, en el 2001, Brunel se trasladó a República Dominicana para convivir con haitianos que trabajaban en campos de cañas. Después se trasladó a Colombia, donde estudió español y aprendió sobre Juan Bautista Scalabrini, el fundador de la Congregación de los Misioneros de San Carlos.

Desde Bogotá voló a Chicago para continuar su formación teológica y misionera en CTU y formarse después como sacerdote misionero.

“Es un reto para mí. Creo que el tiempo en el seminario me ha ayudado a crecer humana y espiritualmente. Me siento listo para ayudar a los hermanos y hermanas inmigrantes”, afirmó.

Brunel también siente un deber de solidaridad luego de vivir en Estados Unidos, donde las redadas, las deportaciones y el tema de inmigración es el pan de cada día.

“A veces no podemos hacer nada, pero rezamos el rosario por ellos y los ayudamos a levantar su espíritu”

Fuente/Autor: Clemente Nicado – Católico de Chicago – USA

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