Primera: Os 2, 16-17b.21-22
Segunda: 2Cor 3, 1b-6
Salmo 103
Evangelio: Mc 2, 18-22
Nexo entre las lecturas
La novedad esponsal, el paño nuevo, el vino nuevo, la alianza nueva. Toda la liturgia de hoy rezuma novedad. Israel se ha comportado con Yavé como esposa infiel, pero ahora Yavé la seducirá de nuevo, llevándola al desierto y la desposará para siempre (primera lectura). En el Evangelio Jesús se presenta como el nuevo esposo, como el nuevo paño y el nuevo vino, que requieren del hombre no una simple adaptación sino un cambio radical. Finalmente, en la segunda lectura Pablo se presenta, en parangón con la figura de Moisés, como ministro de la nueva alianza, basada no en la letra de la ley como la mosaica, sino en la fuerza del Espíritu que da la vida. Toda esta novedad es obra divina, objeto de pura gratuidad de Dios, lleno de ternura y de amor para con su pueblo.
Mensaje doctrinal
1. Dios es siempre nuevo. Cuando era estudiante escuché una frase que se me grabó muy bien: “Dios es siempre joven”. Es eterno, pero nunca envejece. Pasan los siglos y los milenios, pero Él es siempre el mismo, es un perenne presente. Las ideas que los hombres nos formamos de Dios pueden llegar a ser obsoletas, pero Dios es actualidad. Los hombres pueden cambiar, pasar de la fidelidad a la infidelidad, pero Dios no, Dios es siempre fiel. Esta es la gran verdad que nos enseña la liturgia en sus tres lecturas. Para los israelitas contemporáneos de Oseas el Dios del Éxodo es un hecho remoto, olvidado o al menos sin incidencia en el presente, y viven lejos de Él en la injusticia y en el culto al placer y al dinero. Dios debería castigarles, pero su fidelidad al amor no se lo permite. Lo que hace es renovar las maravillas del Éxodo, su gran novedad, pero no mediante la alianza de un rey con un vasallo, sino mediante la alianza esponsal, en la que los dos enamorados entretejen un diálogo de intimidad. Una nueva alianza sellada en el interior del corazón. La alianza esponsal se profundiza en el evangelio con Jesucristo que, en el misterio sublime de su pasión, muerte y resurrección, se desposa con el nuevo pueblo que es la Iglesia, inaugurando así la alianza última y definitiva de Dios con el hombre. El animador de la nueva alianza esponsal entre Dios y los hombres en la carne de Cristo es el Espíritu Santo, que todo lo renueva con su acción.
2. Los símbolos de la novedad. El primer símbolo, que se encuentra en la primera lectura y en el evangelio, es el esponsal. Con las nupcias se da comienzo a una relación nueva entre un hombre y una mujer, entre Dios y su pueblo. Es una novedad basada en un enamoramiento tal, que no puede dejar de ser exclusivo y fiel. El segundo símbolo es el paño nuevo. La tela vieja tiene que ser remendada con tela igualmente vieja. Con la tela nueva sólo se puede hacer un vestido nuevo. Jesús es la tela nueva, que quiere vestir al hombre con la novedad de su mensaje y de su salvación definitiva y total. ¿Puede acaso la novedad de Cristo reducirse a ser un remiendo de las tradiciones, ritos, instituciones del judaísmo o de las religiones paganas existentes en el mundo helenístico? El tercer símbolo es el vino nuevo. El vino nuevo requiere odres nuevos, porque si se vierte en odres viejos éstos se rompen, y se echa a perder tanto el odre como el vino. Jesús es el vino nuevo. El odre viejo es el hombre no renovado por el misterio de Cristo paciente y glorioso, el hombre perteneciente a las religiones antiguas, principalmente la religión judía. El vino nuevo de Cristo reclama hombres nuevos, dispuestos a beber el cáliz del vino nuevo con alegría y con sinceridad. El último símbolo empleado en la liturgia del día es la alianza nueva. Esta alianza la ha sellado Jesucristo en su misma persona sobre el altar de la cruz y sobre el trono de la exaltación a la derecha del Padre. La alianza es esponsal. El esposo es Jesucristo, el hombre-Dios, y la esposa es la Iglesia, la comunidad surgida de la Pascua. Esta nueva alianza será definitiva y eterna.
3. El contenido de la novedad. Según las leyes de la alianza esponsal, el esposo entrega una dote a la esposa. En la primera lectura se nos enumera esa dote estupenda del esposo: la justicia y el derecho, el amor y la ternura, la fidelidad. En el evangelio Jesús añade a la dote la alegría y la coherencia. En la segunda carta a los corintios se nos indica además el Espíritu. Maravillosa riqueza contenida en la novedad de Dios, en la novedad del cristianismo. La justicia que Dios hace a su amor misericordioso otorgándonos la salvación; el derecho que Dios implanta en las relaciones humanas; el amor paterno y la ternura materna de Dios a todos sus hijos, por más que seamos infieles y pecadores; la fidelidad de Dios a su alianza de rey potente y sobre todo de esposo amante; la alegría del banquete nupcial al que todos los hombre son invitados; la coherencia de Jesús para que la novedad que él aporta al hombre no se mezcle con el “mundo viejo” ni se pierda entre el polvo de las cosas antiguas. El Espíritu, fuente de toda sorpresa y de toda novedad, que hace nuevas todas las cosas con su soplo divino.
Sugerencias pastorales
1. ¿Ha perdido novedad el Dios cristiano?. Hay un hecho que a los cristianos nos debe quitar el sueño. Es el constatar que en el actual mercado religioso muchos cristianos se vuelven a otros dioses, a otras religiones. ¿Curiosidad? ¿Romper con la monotonía? ¿Experimentar emociones originales, fuera de lo común? ¿Fuerza de atracción de los exotérico? ¿Querer dominar las fuerzas poderosas y ocultas del mundo sobrenatural? ¿Miedo a la propia responsabilidad? Son preguntas que requieren un vivo análisis de parte de todos los cristianos. ¿Acaso el Dios de los cristianos ha quedado anticuado para el hombre de hoy? ¿O somos nosotros, los cristianos, tan torpes que no logramos captar su incesante y perenne actualidad para el hombre de nuestro tiempo? Hay que revisar a fondo la imagen de Dios que los cristianos presentamos en la predicación, en la catequesis. Y sobre todo, el concepto de Dios que “revelamos” con el testimonio de nuestra vida. Si presentamos un dios-policía, que está esperando la infracción para ponerte la multa, si presentamos un dios-tapagujeros, a quien se acude en casos de extrema necesidad, si presentamos un dios puramente trascendente, ajeno a la vida y a las preocupaciones y alegrías del hombre, si presentamos un dios sindicalista, sin trascendencia, inmerso en lo social; si presentamos un dios “financiero”, que retribuye al bueno con riquezas y al malo con pobreza…la novedad del Dios cristiano queda alienada. Preguntémonos: ¿Dónde radica la novedad del Dios de los cristianos? ¿Cómo hacer presente y eficaz entre los hombres hoy esa novedad, que nunca se ha de apagar, nunca ha de morir?
2. Ministros de la novedad de Dios. Todos los cristianos, pero de modo especial, los sacerdotes, estamos al servicio de la novedad cristiana en el mundo. Para poder servir, necesitamos conocer qué es o en qué consiste esa novedad. Esa absoluta novedad de Dios, ausente en cualquier otra concepción religiosa, es la persona y el misterio, la presencia y el mensaje, la vida y la muerte y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Dios se hace hermano nuestro en Jesucristo; Dios nos acompaña en el camino de la historia, haciéndose “historia” y aceptando todas las condiciones de la historia: del espacio y del tiempo, de la naturaleza y de la persona, de las realidades terrenas y de los valores espirituales, de la lengua y de la cultura, de la vida y de la muerte, de la gracia y del pecado. Dios ama al hombre, como el mejor de los amigos, hasta dar la vida por él. Dios está con el hombre en el momento culminante de la muerte, para abrirle las puertas hacia la eternidad. Dios es el eterno viviente, que vivifica al hombre perecedero y efímero. De esta novedad somos ministros los cristianos. A ella debemos servir con nuestro corazón, con nuestros labios, con nuestra vida entera. ¿Somos verdaderamente apóstoles de Jesucristo, la novedad de Dios, la Palabra nueva y definitiva que Dios ha pronunciado de una vez para siempre en bien de la humanidad?
Fuente/Autor: P. Octavio Ortíz