“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

GOETHE
A – Domingo 33o. del Tiempo Ordinario
01/27/2020
B – Domingo 1o. de Adviento
01/27/2020

Meditando La Palabra

A – Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo

27 de enero de 2020

Sagrada Escritura

Ez 34,11-12.15-17
Sal 22
1Cor 15,20–26a.28
Mt 25, 31-46

Nexo entre las lecturas

Jesucristo es el Señor y el Rey del Universo. Este domingo, último del ciclo litúrgico, pone ante nuestra mirada y ofrece a nuestra meditación a Cristo Rey y Señor de la historia y del tiempo. La primera lectura, tomada del profeta Ezequiel, pone de relieve que el Señor en persona busca a sus ovejas, sigue su rastro, las apacienta, venda sus heridas cura las enfermas. El Señor en persona va juzgar entre oveja y oveja (1L). Asimismo el salmo 22 destaca el amor y misericordia del Señor, pastor de nuestras almas y guía en nuestros caminos. En la carta a los corintios, en cambio, san Pablo subraya el poder de Cristo que aniquilará todo principado, todo poder y toda fuerza. Cristo tiene que reinar y todos sus enemigos yacerán a sus pies. El último enemigo será la muerte (2L). Finalmente el evangelio nos presenta la venida definitiva del Hijo del Hombre que viene para separar a unos de otros, como un pastor separa a las ovejas de las cabras. El criterio que seguirá el Señor en este día terrible, será el criterio del amor: porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber… Ellos, los que hayan practicado el amor a Cristo y a sus semejantes irán a la vida eterna; los otros, al castigo eterno (Ev). Sí, “al atardecer nos juzgarán del amor”.

Mensaje doctrinal

1. Cristo pastor que busca a sus ovejas. El profeta Ezequías nos ofrece uno de los textos más bellos del Antiguo Testamento. En él se repite hasta tres veces que el “Señor mismo” es quien se preocupa de sus ovejas; las busca si se han perdido, las cura si están heridas, les ofrece pastos abundantes si padecen hambre. Los malos pastores, los hombres, han faltado a su deber, han dejado que se pierdan las ovejas, se han aprovechado de ellas; por eso, el profeta anuncia que será Dios mismo quien cuidará del rebaño. Se subraya, sin duda, el cuidado y el interés de Dios por sus ovejas, pero al mismo tiempo se afirma que Él va a juzgar entre oveja y oveja. Dios es justo y ejerce esta justicia con amor.

El salmo 22 toma nuevamente la imagen del pastor para aplicarla al Señor. ¡Cuánta confianza da al hombre saber que “Dios mismo” es su pastor, que “Dios mismo” lo conduce, repara sus fuerzas, lo guía por un camino recto. Este buen pastor será, al final de la vida, quien juzgará nuestras vidas. Es verdad, Cristo Nuestro Señor, que se encarnó y vino a la tierra como el buen pastor en busca de sus ovejas, desea que todas ellas estén en el redil, desea que todas ellas formen parte de su rebaño. No permite que le sea arrebatada ninguna. Esto es lo que Hans Urs von Balthasar llamaba la “provocación de Jesús”, es decir, ese deseo de reunir a todas las ovejas en su propio rebaño. En este sentido la provocación de Jesús es mucho más que una simple llamada o información. Provocar es motivar, es invitar, es mover a la acción, es recoger y separar. El pastor, al final del texto de Ezequías, separa oveja de oveja. Se trata pues de una llamada urgente para decidirse a favor o en contra de Jesús. No hay lugar para términos medios. Quien no está con Jesús estará contra él. Muchos, lamentablemente, se hacen sordos ante los requerimientos del amor divino; muchos no desean participar de la “copa de la salvación”, ni formar parte del rebaño de Cristo. Nos corresponde, como embajadores del único Pastor, anunciar sin cansancio el amor de Dios. Nos corresponde mostrar a los hombres la belleza y la profundidad del amor de Dios para llamarlos a todos a este rebaño y ayudarles a encontrar la felicidad eterna.

2. Cristo rey que vence a sus enemigos. Cuanto más claramente el Reino de Cristo se ofrece como “luz del mundo”, como sobre el monte”, “como levadura de la masa”, tanto más aparece la fuerza del enemigo de Dios que desea contrastar el bien y el amor. Así, en la carta a los Corintios, Pablo habla de todos los principados y potestades que se oponen al Reinado de Dios. Todos los enemigos deben quedar bajo el estrado de sus pies, porque al final de lo tiempos se debe realizar toda justicia. Al final, el mal será definitivamente derrotado por el bien y por el amor; pero recordemos que el triunfo del Reino de Cristo no tendrá lugar sin un último asalto de las fuerzas del mal. El enemigo de Dios, el diablo, sufrirá la última derrota de frente a Cristo resucitado, Señor de vivos y de muertos. ¡Cómo deberían incidir en nuestras vidas verdades tan fundamentales y decisivas! Cristo tiene que reinar. Cristo reinará y vencerá el último enemigo, la muerte. El mysterium iniquitatis será definitivamente vencido por el mysterium trinitatis.

3. Cristo juez que juzga a los hombres. Este Cristo que vendrá al final de los tiempos nos juzgará acerca del amor. El catecismo de la Iglesia Católica en el no. 678 dice:

Siguiendo a los profetas (cf. Dn 7, 10; Joel 3, 4; Ml 3,19) y a Juan Bautista (cf. Mt 3, 7?12), Jesús anunció en su predicación el Juicio del último Día. Entonces, se pondrán a la luz la conducta de cada uno (cf. Mc 12, 38?40) y el secreto de los corazones (cf. Lc 12, 1?3; Jn 3, 20?21; Rm 2, 16; 1 Co 4, 5). Entonces será condenada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios (cf Mt 11, 20?24; 12, 41?42). La actitud con respecto al prójimo revelará la acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino (cf. Mt 5, 22; 7, 1?5). Jesús dirá en el último día: “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40)”.

Conviene, pues, prepararnos apropiadamente practicando el bien y el amor. Un día se pondrá a la luz el secreto de los corazones. Trabajemos hoy para que nuestro corazón esté lleno de Dios y de su amor.

Sugerencias pastorales

1. La práctica de la caridad activa. Puesto que la caridad será el tema del juicio, debemos hacer todo lo que está en nuestras manos para poner por obra la enseñanza de la parábola de Jesús. Es decir, atendamos hoy al hambriento, demos de beber al sediento, vistamos al desnudo, visitemos al enfermo y prisionero… en una palabra, practiquemos el mandamiento del amor. En verdad, es necesario hacer un serio examen de conciencia y preguntarse: ¿Responde mi vida al mandato de Cristo de amar a mis hermanos? ¿Realmente me interesa el bien espiritual y material de mis hermanos los hombres? ¿Me preocupo por hacer algo en favor de los demás? Se trata, pues, de despertar el sentido de responsabilidad ante las necesidades ajenas. El pecado grave que podríamos cometer sería el pecado de omisión: hubiésemos podido dar de comer al que tenía hambre y no lo hicimos; hubiésemos podido dar de beber al sediento y no lo hicimos. Nuestra vida se construyó con una serie innumerable de pequeñas omisiones. En nuestro corazón ha muerto el amor y al atardecer me juzgarán precisamente del amor.

2. Vencer al mal con el bien. El mal aparece en el horizonte de nuestra vida. Vemos que en las relaciones internacionales, en la vida de los pueblos, en la vida familiar y en nuestro propio corazón, se insinúa y se presenta el mal. Ante esta dramática situación hay que responder con el bien. Ante la murmuración hemos de responder con la benedicencia; ante la calumnia y la injuria con el perdón; ante la violencia y la injusticia, con la caridad, el perdón y la justicia. No se puede combatir el mal con el mal, pues sería una contradicción. Al mal lo tenemos que combatir con el bien, con el amor. Ése es el camino que Cristo nos dejó. Así respondió Cristo ante sus perseguidores. Cuando el mal parecía envolverlo por todas partes, su amor y dignidad, su obediencia filial al Padre, su amor a los hombres venció sobre las potencias del mal y de la muerte.

Fuente/Autor: P. Octavio Ortíz

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