“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

GOETHE
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Editorial

Un Misionero de San Carlos en camino a los altares. P. Tarcisio Rubín, cs

27 de enero de 2020

“Si alguna vez ya no vuelvo, es proque me quedé en el altiplano, volando como un cóndor a las cumbres nevadas; y desde allí ver a mis bolivianitos rezando y bailando con quena, charango y taica…”
El padre Tarcisio Rubín nació en un pueblo de Loreggia, provincia de Pádua, el 6 de mayo de 1929, fue el menor de diez hermanos. Sus padres Ermenegildo Rubín y Emilia Píccolo eran sencillos y modestos campesinos. Al terminar la escuela primaria entró en el seminario scalabriniano. Fue ordenado sacerdote el 21 de marzo de 1953, y en el mismo año fue destinado a la misión para los migrantes de Berna( Suiza). En el año 1969 fue destinado a trabajar con los migrantes italianos en la misión de Wuppertal (Alemania) hasta el año 1973. Luego de una experiencia de vida contemplativa en Palestina fue destinado a la Argentina. Antes de partir de su tierra natal, celebró con la comunidad y predicó en todas las misas con su estilo de absoluta pobreza. El parte para la misión con una opción apostólica radical. “No traten de llevar ni oro, ni plata, ni monedas, ni provisiones para el viaje, ni bastón; solamente la ropa y el calzado que llevan puesto, porque el que trabaja tiene derecho a comer”.
Nunca llevó ni valija ni plata, solamente la ropa puesta, la sotana, sus sandalias, el rosario, el crucifijo y la Biblia. Llegó a Buenos Aires el 9 de abril de 1974, constituyéndose inmediatamente como un centro de debates, de admiración, de dudas y de críticas. Su estilo de vida llamaba la atención. Fue destinado para los migrantes más marginados, especialmente, jujeños, bolivianos y chilenos de la zona mendocina. Estando en Mendoza, se daba cuenta que muchos jujeños y bolivianos llegaban del noroeste argentino, eran los migrantes “golondrinas” que al interrumpir la cosecha de caña de azúcar, durante los meses estivales bajaban a Mendoza para la vendimia. Ellos lo cautivaron y lo trajeron a Jujuy. El padrecito de barba blanca era andariego e incómodo, era como el viento. Para él la oración era la fuente de todo. En ella se nutría para ser misionero después. Para el sostén pastoral, pasaba horas y horas en adoración frente al Santísimo. El 27 de septiembre de 1983, salió de Córdoba y el 28 ya estaba en San Pedro de Jujuy. El 1 de octubre celebró y predicó por la fiesta de Santa Teresita en Libertador General San Martín y partió para San Francisco de Valle Grande. No quiso quedarse en San Francisco y partió para el Alto Calilegua donde llegó al atardecer del día 2 de octubre, celebró con los niños y el personal. En la mañana del 3 de octubre, los mismos niños lo encontraron muerto en la capillita del Alto. Sus restos fueron trasladados hasta la ciudad de San Pedro de Jujuy y descansan en la capilla de la necrópolis municipal – La apertura de la causa de beatificación se realizó el 31 de marzo de 2009 en San Salvador de Jujuy, JUJUY – ARGENTINA

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