La llamada del Señor es personal, única, es un Tú a tú directo, que invita a una respuesta también personal y única de la persona a Él. El Ven y sígueme, tiene su momento concreto en la vida de cada uno, mi aquí y ahora con el Señor será distinto del de otro pero a cada uno le va a llevar a vivir desde su gracia a lo que esté llamado; es tu tiempo, tu llamada, tu experiencia, desde el Tú que ha salido a tu encuentro. En el compartir con una persona, salió esta afirmación: Te la estás jugando en lo más importante, en tu vida, vive tu experiencia, tu aquí y ahora que te pide el Señor.
A veces, nos podemos perder en cosas que nos impiden avanzar y por desgracia nos puede ocurrir con frecuencia. Esperar del otro aquello que yo deseo que realice o lo que debiera de haber hecho. Cuando espero lo que yo desearía, es ahí entonces donde puede aparecer el desencanto, la incomprensión, la insatisfacción; quizás esté fallando mi punto de vista o tal vez, no debería gastar fuerzas cuando la otra persona, desde su propia libertad, ha tomado una decisión aunque yo no la entienda, comparta o duela.
Tal vez, habrá que aceptar el quedarse con lo que el otro da y hasta donde ha dado, aunque ello no esté exento de sufrimiento y sientas que esa persona podría dar más. Hay que intentar que ello no afecte a la propia respuesta personal que uno está llamado a dar. Ello no puede neutralizar lo que uno mismo ha de dar y está llamado a ofrecer, hay que centrarse en el propio camino que se ha de recorrer, compartiendo con los que siguen caminando.
Alguna vez he escuchado algo así como que no hay que mirar hacia atrás ni para tomar impulso, pero lo pasado en nuestras vidas nos sirve, está ahí, forma parte ya de nuestra propia historia, y ha de servir para hacer una adecuada lectura sacando siempre lo bueno, lo que puede ser constructivo y quizás sea necesario tomar impulso, eso sí, para mirar hacia adelante.
Fuente/Autor: http://blogs.periodistadigital.com/vocacion