“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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TEMAS EJERCICIOS CUARESMALES JÓVENES 2007

27 de enero de 2020

Además de los 5 Temas de Ejercicios Cuaresmales para Jóvenes 2007, hemos editado en MATERIAL PARA COMPARTIR: Triduo Pascual, Principios Morales Cristianos y Presentación de las Actividades de la Pastoral Juvenil de Guadalajara, Jal.

TEMA 5
CON MARÍA, TESTIGOS DE CRISTO VIVO

OBJETIVO:
Que los jóvenes contemplen a María, perfecta discípula de su Hijo, para que alentados y guiados por Ella sean testigos y profetas valientes de la nueva vida alcanzada por Jesucristo.

ORACIÓN INICIAL:

 Tomando conciencia de estar en la presencia del Señor, que nos ha convocado este día, proclamar solemnemente el pasaje bíblico: 1ª Juan 1,1-4.
 Dejar unos momentos de reflexión personal.
 Enseguida escuchar o entonar un canto a María (se recomienda “el diario de María” de Martín Valverde). Durante el canto colocar una imagen de la Virgen María al centro de la asamblea.
 Posteriormente proclamar la cita evangélica: Lucas 1,39-56.

ILUMINACIÓN:
Proclamar a Jesucristo: ser misioneros de Jesús
Los discípulos han visto, oído y permanecido con el Maestro, ahora están capacitados para anunciarlo, hacer suyo el proyecto del Reino y la suerte de Cristo, es decir, hacer suya la disposición y prontitud para testimoniar el amor del Padre hasta entregar la propia vida en comunión con la muerte y resurrección de Jesús.
Para ser testigo enviado por el Maestro se requiere permanecer siempre a los pies del Maestro, se trata de un discipulado permanente para profundizar y vivir mejor el Camino, la Verdad y la Vida del Maestro. Los verdaderos discípulos de Jesús deberán seguirlo en todo como fieles testigos de su vida y de su doctrina, en especial de su resurrección. “Lo que hemos visto y oído, eso les anunciamos” (1 Jn 1,3).
Jesús invita a sus discípulos a continuar su misión como realización de la voluntad del Padre. En la última cena: “El que reciba a quien yo envíe, me recibe a mí mismo y, al recibirme a mí, recibe al que me envió” (Jn13,20). Después de la resurrección: “Como el Padre me ha enviado, yo también los envío a ustedes… reciban al Espíritu Santo” (Jn 20,21-22). Antes de subir a los cielos: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos… Y sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos” (Mt 28,19-20).
El Espíritu Santo es quien guía a los discípulos de Jesús (Iglesia) “hasta la verdad completa” (Jn 16,13) y los unifica en comunión y ministerios. Los discípulos de Jesús en la medida en que se dejan conducir por su Espíritu se esfuerzan por ser testigos de comunión, permaneciendo en su amor y observando su Palabra, sobre todo en la práctica de la caridad fraterna. Todos los discípulos del Señor, como miembros del Pueblo de Dios, cada uno desde su propia vocación, son llamados a construir un mundo nuevo practicando las bienaventuranzas, las enseñanzas de su Maestro.

Los jóvenes, llamados a ser testigos y profetas de Jesucristo
Los jóvenes cristianos están llamados a ser testigos y profetas de Jesucristo y su Evangelio en sus ambientes, a ser protagonistas y constructores de la nueva Civilización del Amor.
No existe tarea y vocación más noble que ser testigos y profetas del Reino de Jesús, es decir, seguir haciendo lo que Él hizo, seguir diciendo lo que Él dijo y seguir viviendo con el estilo de vida que Él vivió.
No es una tarea postergable para la próxima generación, es una urgente responsabilidad hoy. No pueden permanecer callados y pasivos mientras el egoísmo humano, el aborto y los asesinatos, la injusticia social, el armamentismo suicida, la violencia, la miseria y la pobreza sigue obstaculizando la posibilidad de que la vida nueva en Jesucristo se haga realidad sobre la tierra. La Iglesia repite a los jóvenes hoy: “¡Joven, levántate y anda” (Jn 5,8). Ten fe en la paz, tarea ardua, tarea de todos. No caigas en la apatía frente a lo que parece imposible. En ti se agitan semillas de la vida del mañana. El futuro de la justicia y de la paz pasa por tus manos y surgen desde lo más profundo de tu corazón. Sé protagonista en la construcción de una nueva convivencia, de una sociedad más justa, sana y fraterna” (S.S. Juan Pablo II, a los jóvenes de Chile en 1987).
Como testigos, los jóvenes están llamados a vivir su fe en Dios y su amor al prójimo en medio de su pueblo y a reflejarlos en su protagonismo frente a los grandes desafíos de la realidad. Sensibles a lo que sucede a su alrededor, saben discernir el paso del Señor por la vida, saben descubrir su presencia cercana y no dejan de dar gracias y reconocer cada día su Nombre. Anuncian su fe en Jesucristo vivo y la presentan a los demás para que “evangelizados, evangelicen y contribuyan con una respuesta de amor a Jesucristo, a la liberación integral del hombre y la sociedad” (DP 1166).
Como profetas, los jóvenes están llamados a jugarse la vida por la causa de Jesús sin temor a los rechazos ni a los conflictos. Cargan sobre sus hombros el dolor y el sufrimiento ajeno y hacen suyo el grito de los pobres y oprimidos. Quieren encontrar el “gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado, y mostrarse disponibles ante quien se siente explotado y deprimido” (Plegaria Eucarística V-b). Luchadores incansables por la justicia y por la paz, no dejan para otros lo que ellos mismos pueden hacer y abren caminos de esperanza y solidaridad para quienes están olvidados.
Jóvenes con Cristo, discípulos y misioneros, sean valientes testigos de la vida nueva dada por Dios. Jesús los acompaña como Maestro y Señor, derrama su Espíritu en sus corazones y les da su fuerza para que puedan impulsar a todo hombre y toda mujer a acercarse cada día más a la realización del grandioso proyecto de Dios: su Reino.
Dando razón de vuestra esperanza en medio de una generación que no sabe a dónde va, que con facilidad pierde el sentido de la vida, sean jóvenes creyentes que saben en Quién han puesto su esperanza, que los lleva a vivir con un espíritu festivo, activo y creativo; más que lamento es aliento, más que pesimismo es una confianza generosa que no se deja vencer; no espera pasivamente el cambio, se compromete con él. Proclamar un mensaje positivo, no ingenuo; alegre sin infantilismos; convincente sin manipulación; pero sobre todo cristiano. En medio de las dificultades, cuando la tormenta arrecia mar adentro, Jesús se hace presente para decirnos: “¡Animo! ¡No tengan miedo!” (Mc 6,50) “¡Yo he vencido al mundo!” (Jn 16,33). “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos” (Mt 28,20).
Además contamos con la presencia maternal de María Santísima que nos enseña, nos guía y alienta a ser dóciles, confiados y generosos para escuchar y responder a tan grande vocación y misión. Contemplémosla y aprendamos de Ella.

Una Virgen-Madre colabora con el plan salvador de Dios
Cuando Dios pensó en la redención del ser humano, también pensó en una mujer de nuestra misma raza humana, escogida para colaborar libremente en el plan de salvación.
El ángel Gabriel le dio a conocer que Dios quería que ella fuera la madre de su Hijo Santísimo. Ella, después de preguntar cómo sería eso, lo aceptó y abrió plenamente todo su ser para que se cumpliera el plan de Dios: “He aquí la esclava del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” (Lc 1,38).
Este “Sí” de la Virgen María hace posible la encarnación del Hijo de Dios por obra y gracia del Espíritu Santo. Su consentimiento sólo vino a confirmar lo que Dios había decidido y había preparado: que ella fuera una servidora muy especial.
Gracias a la respuesta decidida de María, fue que “el Hijo de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros” (Jn 1,14). A veces en nuestra vida tenemos la tendencia a decir “NO” a lo que Dios quiere de nosotros. Entonces se cumple lo que escribió el evangelista Juan: “vino a los suyos, pero los suyos no lo quisieron recibir” (Jn 1,11).
María concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la Cruz, animando a los Apóstoles en la espera el Espíritu Santo, cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de los hombres (Cfr. LG 6).
María es modelo de entrega fiel y total al plan de Dios. Ella, libre como cualquiera de nosotros, pudo haber negado su colaboración al plan de Dios. Por esta razón, su respuesta consciente y responsable nos motiva a colaborar con inteligencia y creatividad en el proyecto salvífico de Dios, causa para la que vale la pena poner en juego, como María, todas las cualidades y dones naturales que hemos recibido de Él. De esta manera podemos colaborar en el anuncio del Evangelio y dar testimonio de la presencia de Jesucristo vivo entre nosotros. Para eso necesitamos vivir una permanente actitud de disponibilidad a Dios, para poder responder como María: Hágase en mí lo que has dicho; o como el mismo Jesús: “He aquí que vengo para hacer tu voluntad” (Heb 10,7). Ambos hasta la Cruz.
María, perfecta discípula de Jesús
Nuestra Madre, María, una vez conocidos los planes de Dios los hace cosa propia; no son algo ajeno a ella. En el cabal desempeño de la voluntad de Dios, Ella compromete por entero su entendimiento, sus energías, su voluntad. En ningún momento se nos muestra la Santísima Virgen como especie de marioneta inerte: ni cuando responde, ni cuando emprende, vivaz, el viaje a las montañas de Judea para visitar a Isabel; ni cuando, ejerciendo de verdad su papel de Madre, busca y encuentra a Jesús Niño en el templo de Jerusalén; ni cuando provoca el primer milagro del Señor; ni cuando aparece –sin necesidad de ser convocada- al pie de la cruz en que muere su Hijo… Es ella quien libremente, como al decir Hágase, pone en juego su personalidad entera para el cumplimiento de la tarea recibida: los de Dios son los intereses personales de Santa María. No es ya sólo que ninguna de sus miradas dificultase los planes de Dios: es que, además, aquellas miradas propias eran exactamente esos planes.
María Santísima fue, ante todo, la primera y más perfecta discípula que desde la Encarnación grabó en su corazón el Evangelio (Cfr. Lc 1,19). Como Madre nuestra nos enseña a encontrar a Jesucristo y a convertirnos a Él, y a ser discípulos de tal manera asimilados a Jesucristo, que también nosotros lleguemos a ser en Él Evangelio Vivo del Padre.
En la Joven María de Nazaret encontramos todas las características del discipulado según el corazón de Dios: la escucha amorosa y atenta (Cfr. Lc 1,26-38), la obediencia sin límites a la voluntad del Padre (Cfr. Lc 1,38), la fidelidad hasta acompañar a su Hijo al pie de la cruz (Cfr. Jn 19,25-27). Proclamando, en la experiencia de la resurrección de su Hijo, la bienaventuranza culminante de los cristianos que se convirtieron después de Pentecostés, “dichosos los que han creído sin haber visto” (Jn 20,29), continuó fielmente junto a la comunidad apostólica, animando su oración y su unidad, e implorando con ella la venida del Espíritu Santo (Cfr. Hech 1,14). Como nadie fue la “mujer eucarística”, asociada por Dios, mediante el ofrecimiento de su sufrimiento, al sacrificio de su Hijo para la salvación del mundo, y viviendo como nadie en íntima comunión con Él; también en el cielo, como Madre de Jesucristo, de sus discípulos y misioneros.
Decía la Beata Madre Teresa de Calcuta: “María es absolutamente vacía: de soberbia, de envidia, de celos, de aspereza, de maldad, de venganza y de otras clases de miseria. Por eso, está llena de Dios. Cuando buscamos esta clase de vacío, estamos practicando la verdadera devoción a María. “He aquí la esclava del Señor”: humilde, escondida, totalmente vacía de sí. De esta manera, está llena de Jesús, y lo puede llevar a los demás. Fue la primera en recibir a Jesús, y lo puede llevar a los demás. Fue la primera en recibir a Jesús, y también en donarlo y servirlo”.

María permanece junto a nosotros
Después de la Ascensión de Jesús a los cielos sucedió que:
“Entonces regresaron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos… Cuando llegaron, subieron al piso superior donde se alojaban; eran (los apóstoles). Solían reunirse de común acuerdo para orar en compañía de algunas mujeres, de María la madre de Jesús y de los parientes de éste” (Hech 1,12-14).
He aquí a la primera comunidad en oración, las mujeres que aquí se menciona son, en primer lugar las del grupo que habían venido con Jesús a Jerusalén (Cfr. Lc 23,55). Lucas dio a María el primer lugar al comienzo del Evangelio, pues en ella el Espíritu cumplió su obra, y aquí se la debía mencionar cuando el Espíritu hiciera nacer a la Iglesia. Seguramente María jugó un papel decisivo durante esos días en que los apóstoles trataban de repensar todo lo que habían visto y aprendido de Jesús. Pues solo ella podría hablarles de la anunciación, de muchas cosas de la vida privada de Jesús y de su cercanía tan íntima con Él, ayudándoles así a entrar en el misterio de su personalidad divina y el plan salvífico de Dios. María, está ahí con una presencia maternal, orante y alentadora, testimoniando lo que su vientre portó, sus ojos vieron, su oídos escucharon, sus manos tocaron, sus labios besaron, sus pensamientos se ocupaban, su fe abrazó, y de tantas cosas que “guardaba y contemplaba en su corazón” (Lc 2,51). María es presencia viva, inspiradora, guía, maestra. Ella es Madre inmaculada, llena de gracia, totalmente disponible, modelo de fidelidad a la voluntad de Dios.
Joven madre de Jesús, es signo de la ternura de Dios y testigo de la vida en el Espíritu, acompaña a los jóvenes desde su silencio y su obediencia al Padre, desde su ejemplo de compromiso juvenil con el amor y la amistad (Cfr. Lc 1,39-45), desde su disponibilidad y compromiso liberador con el pueblo que sufre. Su cántico de alabanza por haber sido elegida (Cfr. Lc 1,46-54) y su invitación a “hacer lo que Él les diga” (Jn 2,5) la constituyen en ejemplo privilegiado para los jóvenes comprometidos en el seguimiento de Jesús.

COMPROMISO DE ESTOS EJERCICIOS
 Entregar a cada joven la siguiente ficha que sintetiza lo reflexionado en estos Ejercicios Cuaresmales, para que cada quien asuma su compromiso.
 Dejar el tiempo necesario y hacerlo en un ambiente de oración.
 Motivación:
Recibir el llamado de Dios a ser discípulos y misioneros de Cristo implica grandes tareas. Son tareas que tienen las dimensiones de la bondad, del poder y la sabiduría de Dios. Lo que recibimos gratis, hemos de darlo gratis (Cfr. Mt 10,8). Por eso, con esta conciencia queremos, como jóvenes, escuchar, comprender y responder con fuerza a la voz de Jesucristo que nos llama, a través de las circunstancias propias de nuestro tiempo, a hacernos responsables del anuncio del Evangelio con el ardor interior que caracterizó a sus primeros discípulos cuando lo vieron Resucitado. Y démonos cuenta que María seguirá siendo la puerta para ir a Jesús, así que ya lo saben jóvenes: cualquier cosa que tengas, por imposible que sea, allí está Nuestra Madre: ¡Ánimo jóvenes! Jesucristo los envía y el mundo los espera.

¿Cómo ser discípulo y misionero de Jesucristo hoy?
y así prepararme a vivir plenamente la Pascua que se acerca.

El encuentro con Jesucristo conduce a la conversión de quien ha sido llamado como discípulo, y también a la acción evangelizadora. Para responder, tú como discípulo y misionero de Jesucristo, en tu situación actual y en tu profesión, en tu ambiente social en que vives y convives con otras personas, en el medio en que trabajas, estudias y te recreas, precisas de: Anota en esta columna de la derecha las acciones concretas y alcanzables que deseas y quieres vivir y realizar a partir de ahora. Se trata de asumir actitudes nuevas para ser auténticos discípulos y valientes misioneros, y así prepararnos a la celebración gozosa de la Pascua. Sin olvidar que para ser buenos evangelizadores, a la vez hay que dejarse evangelizar. Pide a María, perfecta discípula de Jesucristo, su auxilio y su gracia.

1. Hacer una experiencia de Jesucristo, mediante un encuentro fuerte con Él, y renovar muchas veces este encuentro durante la vida. Son muchos los lugares de encuentro con Cristo. .
2. En el encuentro con Cristo, escuchar atentamente su Palabra, contemplarlo con admiración y dejarse invadir por Él, por su Palabra, su Amor y sus actitudes.
3. De esta escucha nace y se fortalece siempre de nuevo la fe, esto es, la adhesión profunda y personal a Cristo, a tal punto que se vive en una conversión permanente.
4. El discípulo debe integrarse en la comunidad de los demás discípulos de Jesús (Iglesia), y ahí vivir la comunión como hermano y convivir con Cristo.
5. De ahí nace el seguimiento de Jesucristo. El seguimiento es la moral cristiana. El discípulo quiere recorrer con fidelidad y esperanza los caminos del Evangelio: amar como Cristo y cumplir cuanto Él mandó.
6. El discípulo se hace misionero. Quiere llevar a otros al encuentro con Cristo. Quiere que Cristo sea para otros Buena Nueva de su vida, así como lo es para él.
7. Como testigo del amor de Cristo, el discípulo trabaja en la sociedad para que ella acoja a todos conforme a su Dignidad de hijos de Dios y tengan vida plena en Cristo.

CELEBRACIÓN FINAL:
 Se proclamaran las “bienaventuranzas de los jóvenes” a la que todos responderán: ¡Queremos ser tus testigos, Señor!
 Elegir a 12 jóvenes para que digan una bienaventuranza cada uno.
 Estos jóvenes portarán una vela o veladora encendida que, una vez dicha la bienaventuranza, se colocará entorno a la imagen de Jesús y de María.
 Se finaliza con una “plegaria a María”.

Bienaventuranzas de los jóvenes
Todos: ¡Queremos ser tus testigos, Señor!

1. Bienaventurados los jóvenes que saben que, desde su bautismo, existen para evangelizar, porque, al hacerlo, una fuente de alegría brotará en su corazón.
2. Bienaventurados los jóvenes que asumen la frase de Juan Pablo II: “La evangelización no se hace sin entusiasmo juvenil, sin juventud en el corazón”, porque están siendo invitados a ser agentes de la nueva evangelización.
3. Bienaventurados los jóvenes que contagian la fuerza de Cristo Resucitado a sus amigos y amigas, porque también ellos y ellas optarán gozosamente por Jesús.
4. Bienaventurados los jóvenes que no se contentan sólo con su alegre opción por Jesús, porque su testimonio de vida será signo creíble para que otros también lo sigan.
5. Bienaventurados los jóvenes que demuestran, con su vida diaria, que sólo Cristo es el único que da sentido a la vida, al amor y a la libertad, porque otros jóvenes querrán tener esta experiencia.
6. Bienaventurados los jóvenes que construyen la paz, porque florecerá la esperanza y serán llamados hijos de Dios.
7. Bienaventurados los jóvenes que al anunciar el Evangelio, imitan a su Maestro Jesucristo, “el más grande Evangelizador”, porque nunca impondrán la Buena Nueva, sino que la propondrán amorosamente.
8. Bienaventurados los jóvenes que desean primeramente evangelizarse y formarse en los grupos de la Iglesia, porque, sólo así, podrán evangelizar a los demás.
9. Bienaventurados los jóvenes que anuncian que Dios es Padre amoroso, Jesús el amigo que nunca falla y que todos los hombres y mujeres somos la gran familia de Dios, porque están evangelizando correctamente.
10. Bienaventurados los jóvenes que son perseguidos e insultados a causa del Evangelio, porque el mismo Jesucristo los hará presentes ante su Padre, que está en los cielos.
11. Bienaventurados ustedes, jóvenes, porque se han abierto a la Palabra de Dios, la ponen en común y la quieren sembrar en una Nueva Sociedad, porque serán llamados verdaderos discípulos y misioneros de Jesucristo.
12. Bienaventurados los jóvenes que invocan a María como su Madre, porque siempre encontrarán apoyo y compañía en su caminar hacia Jesús.

Plegaria a María
Mirad a María para responder a la llamada de Jesús. Ante todo, Ella conservaba todas las cosas, y las meditaba en su corazón. Donde nos muestra la rapidez que debemos tener al ser llamados a la tarea que se nos invita ya sea en la Parroquia de la comunidad, en nuestro hogar o en otro lugar, ser serviciales, ambas actitudes son parte esencial de nuestra respuesta al Señor: oración y acción. Esto es lo que la Iglesia espera de nosotros, los jóvenes, esto es lo que hoy os pido. Maria, Madre de la Iglesia y madre nuestra, nos ayudara a escuchar a su hijo divino.
A Ella nos dirigimos para que siga guiándonos a Cristo y hacia el Padre, también en la noche tenebrosa del mal, y en los momentos de duda, crisis, sufrimiento, a Ella elevemos nuestras suplicas:
María del Evangelio
Madre mía, enséñame a buscar el alimento de mi fe
en la Palabra de Jesús.
Ayúdame a descubrir la alianza que Dios mismo
estableció conmigo en el bautismo.
Madre, abre mi corazón, como tu abriste el tuyo
para que sea sensible a los llamados de Dios.
Que sea mi corazón como el tuyo
humilde, pobre, abierto, alegre
para recibir con plenitud la Palabra de tu Hijo
el Verbo de Dios hecho carne.
Y que sea como tú, convertido
en receptor del Amor de Dios y
en valiente Testigo de Resurrección. Amén.

Fuente/Autor: Pastoral Juvenil – Arquidiócesis de Guadalajara

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