Para nosotros creyentes, la paz no es fruto del miedo, sino del amor.
Nosotros creyentes, después de haber usado la fe para la paz, debemos osar la paz para la fe. Esto quiere decir que quien osa, debe desembolsar en monedas de lágrimas, de comprensión, de sangre. Pero quiere decir sobretodo que la paz debe continuar teniendo las cuentas abiertas.
Con al debilidad en la cruz que provoca la risa de los dotados. Con la delicadez de la palabra de Dios, que sucita la preocupación de los prudentes. Con el lenguaje, no sugerido por le conocimiento humano, que genera la compasión por los débiles y la indeferencia de las masas.
Es la cruz la que enseña cómo amar a los enemigos. Una cruz que tomar con el brazo amplio, como hizo Jesus, y no de impugnar con el brazo cerrado, como la hemos usado nosotros, como espada que hiere y mata.
Fuente/Autor: Mons Tonino Bello