1 La espiritualidad cristiana significa vivir en la comunión de la Iglesia.
El don del Espíritu Santo que se concede en el sacramento del bautismo, está en conexión inseparable con la incardinación a la comunión de la Iglesia. La Sagrada Escritura ve en el Espíritu del Señor el principio vital de cada comunidad y de la comunidad única: otorga múltiples dones y capacidades, sorprendentes y sencillas, extraordinarias y cotidianas (cf. 1Cor 12); y a la «edificación de la comunidad» han de contribuir todos y cada uno (cf. 1Cor 14,4s. 12.26.), porque el Espíritu del Señor es un Espíritu de unidad y cooperación, y no de discordia. El Apóstol Pablo insiste en esta comunión eclesial: la Iglesia es comunidad y comunión de «judíos y gentiles», quienes en el único Espíritu tienen acceso al Padre (cf. Ef. 2,18). La Iglesia es introducida en la verdad y mantenida en ella gracias a la acción del Espíritu santo (cf. Jn 14).
Es claro, entonces, que la espiritualidad cristiana tiene esencialmente una dimensión eclesial, comunitaria. Quien pretende ver y entender la vida espiritual sólo de forma individualista, como si afectase únicamente «a Dios y al alma», no entiende en modo alguno la vasta realidad de la vida suscitada por el Espíritu divino. En el ser cristiano entra el interés por la Iglesia, el amor a la iglesia, la solicitud por la Iglesia, el esfuerzo por su reforma, que ha de renovarse de continuo frente a los hechos y situaciones que oscurecen el rostro de Cristo en ella. En el ser cristiano entra también el descubrimiento de las capacidades, del carisma de cada uno en favor y a beneficio de la comunidad, de la puesta y compromiso por la Iglesia .
2 Espiritualidad eclesiológica de Scalabrini
La meditación sobre la Iglesia, como presencia del Cristo total, es un tema, que Mons. Scalabrini vive profundamente. De la Iglesia, nuestro Fundador, habla en varias Cartas Pastorales : «La Iglesia es la extensión moral de la Encarnación de Cristo» , «es la verdadera continuación de la persona de Jesucristo, retrato de Cristo» , «es continuación de Pentecostés» .
«La Iglesia es madre» : «como tal debemos amarla, abandonarnos en sus manos con confianza filial» .
«La Iglesia es santa en la doctrina, por los Sacramentos que administra, santa por el Sacrificio que ofrece, santa por los tesoros de la gracia, santa en las leyes» : «es madre de santidad y comunión de santos» .
«La Iglesia es una en la fe, en la comunión, en el gobierno, en los medios de salvación. La Iglesia es cuerpo de Cristo, la familia de Dios, la ciudad de Dios. Es una pero variada: es un atentado a su unidad el no reconocer la variedad de carismas y de funciones. Es una en la caridad fundada en la en la verdad, che no puede ser traicionada ni callada» .
«La Iglesia es maestra infalible , inmutable en la fidelidad del deposito de la fe, dinámica en la fidelidad al Espíritu. Esposa del Cordero , es Reina, a la cual se debe obedecer si se quiere obedecer a Cristo, a precio aún de la propia vida y del sacrificio de las propias ideas. Pero su ley es la caridad, su vida es el amor. Quien no ama y quien no perdona no está en la Iglesia» .
La eclesiología y por lo tanto la espiritualidad eclesial del Beato Scalabrini se funda en la definición de Iglesia, preferida por él, como «la extensión moral de la Encarnación a lo largo del curso de los siglos», «la Iglesia es Jesucristo, mas aún Jesucristo extendido y comunicado». De ésto se deduce una consecuencia inmediata: «Quien no ama la Iglesia, se queda afuera del amor de Jesucristo, afuera de ese único amor que nos ennoblece, nos eleva y nos hace amar de verdad todo lo que es digno de amor en el universo» .
Esto implica que el camino de la fe y de la espiritualidad cristiana, que recorre la Santa Madre Iglesia, deben pasar obligatoriamente a través de las mismas etapas de la Encarnación redentora, es decir la cruz y la resurrección. Para él la maternidad de la Iglesia no es pura especulación teológica, ni una metáfora, sino una verdad dogmática: por lo cual se deduce que creer en la maternidad de la Iglesia quiere decir amarla como su propia casa, su propia familia; donde hay un Padre, Dios, un Hermano mayor, Jesucristo, en el cual todos somos hermanos, no puede faltar una Madre, la Iglesia; para reafirmar el concepto maternal de la Iglesia, Scalabrini cita al mártir San Cipriano: No puede tener a Dios, por Padre, quien no tiene la Iglesia por madre .
Scalabrini, después de presentar la Iglesia «carismática», la presenta como «institución jerárquica». Para comprender su espiritualidad, no se puede prescindir del hecho que él considera el orden jerárquico no como una pura jerarquía jurídica, de autoridad, sino como un hecho de vida, de vida sobrenatural, de vida de fe y de gracia: «Así todos los creyentes forman una sola e inmensa familia, un sólo cuerpo compacto y unido, organizado estupendamente por nexos mutuos y grados de jerarquía, de la cual es cabeza invisible el mismo divino Autor Jesucristo. Y justamente de Jesucristo, como de la cabeza en los miembros del cuerpo humano, deriva en la persona moral de la Iglesia la fuerza, la belleza, el movimiento, la vida: la vida de gracia sobre la tierra, la vida de gloria en el cielo: Crezcamos en todas las cosas en aquel que es nuestra Cabeza» .
Dentro de la Iglesia existe una unión perfecta, la cual hay que conservar y defender, de modo que «para las cosas del alma los fieles se unan a su párroco, los párrocos al Obispo, los Obispos al Papa. Así surge una cadena que, partiendo del Papa, llega ordenada y jerárquicamente hasta el último campesino, quien mientras conduce fatigosamente el arado en su campo, si tiene el espíritu de Jesucristo, se siente unido, del mimo modo que nos sentimos unidos nosotros, en la fe, en la caridad, en la obediencia, con el Papa y con la Iglesia» .
No puede llamarse «sociedad perfecta» si, la Iglesia, carece de la presencia simultánea de los tres elementos de la comunión: comunión de fe, de caridad y de obediencia, que realizan la comunión con Dios: «En la Iglesia hay un alma, y es aquella que vivifica, da forma y rige todos los miembros místicos y los pone en comunicación con su divino Jefe y entre ellos. Comprende la fe, la esperanza, la caridad, los dones de la gracia, los carismas, los frutos del Espíritu divino y todos los tesoros celestiales que por méritos de Cristo Redentor y de sus siervos le derivan. Pero el alma no puede estar sin el cuerpo: lo que ella tiene de visible y externo, ya sea en la asociación de congregados, ya sea en el culto (santificar) y en el ministerio de enseñanza (enseñar), ya sea en su orden y régimen externo (gobernar). La unidad entre las dos partes es obrada por Cristo mediante la caridad» .
Los dos vínculos no se pueden separar: «sin la unión con la Jerarquía no existe unión con Cristo en la gracia. Quien no obedece al Papa, al Sacerdote católico, podrá ser cualquier otra cosa, más no cristiano, no católico seguramente. Es un soberbio, un hipócrita y nada más; está afuera de la Iglesia» .
En consecuencia, el termómetro, que nos permite ver la autenticidad de la espiritualidad eclesial es la obediencia. La obediencia es un hecho de fe, no solamente una garantía del orden social. Es una de las características principales de la espiritualidad del Siervo de Dios, el cual supo descubrir la realidad invisible en la realidad visible, o sea en la comunidad histórica sin medias palabras, de las dificultades y de los obstáculos interpuestos por el componente humano: no se escandaliza de la ley de la encarnación de los hombres y de los acontecimientos, aunque ofuscados por el pecado, y continúa creyendo en la Iglesia, convencido de que más allá de las mediaciones humanas el único y verdadero mediador es siempre Cristo, el cual sigue infundiendo sobre ella el E
Fuente/Autor: P. Edison A. Osorio A., CS