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27 de enero de 2020

Contratan legalmente a centroamericanos, pero les pagan menos de lo ofrecido

Nueva York, Estados Unidos (10 febrero 2007)

Los engaños y abusos a trabajadores migrantes son moneda corriente en Estados Unidos, pero pocos se atreven a denunciarlos, como hicieron esta semana un grupo de guatemaltecos que había llegado a este país legalmente con la esperanza de sacar a sus familias de la pobreza y se encontraron viviendo casi como esclavos en Connecticut.

“Nos habían ofrecido venir a sembrar pinos a Carolina del Norte por sueldos de 7.50 dólares la hora, pero ni bien llegamos nos decomisaron los pasaportes, nos amontonaron en una camioneta y nos trajeron a Connecticut a trabajar en una fábrica durante 12 horas cada día, para terminar pagándonos unos 3.50 dólares por hora, menos que el salario mínimo en Estados Unidos.

“Nos pusieron a todos en una habitación toda sucia y no nos dieron atención médica. Eran muy malas las condiciones”, relató a Grupo Reforma Marvin Coto, de 33 años, uno de los 12 guatemaltecos que el jueves presentaron una demanda por defraudación y explotación contra los viveros Imperial -uno de los principales vendedores de árboles y plantas del país- y su contratista Pro Tree.

Fue justamente Coto quien en junio del año pasado dio la voz de alerta en una iglesia que lo puso en contacto con el profesor de la Universidad de Yale Michael Wishnie y cuatro estudiantes de su curso de Defensa de los Derechos de los Inmigrantes y Trabajadores, Nicole Hallett, 26, Kate Desormeau, 26, Amanda Aikman, 26, y Paul Hughes, 24.

Tras estudiar el caso, los juristas convencieron a los guatemaltecos de iniciar el juicio bajo el amparo de la nueva ley federal contra el tráfico humano, que prevé la compensación de las víctimas.

“Hasta me endeudé para poder pagar los trámites del pasaporte y poder pagar el boleto de avión hasta aquí”, apuntó Coto, padre de tres niños y oriundo de la localidad maya de Los Amates, en la frontera guatemalteca con Belice, en conversación telefónica desde New Haven, Connecticut.

Según él, en el vivero había muchos otros latinoamericanos, entre ellos varios mexicanos, a los que amenazaron con reportar ante las autoridades si se quejaban por las condiciones laborales.

“En el grupo en el que yo estaba había tres mexicanos, pero terminaron escapándose”, relató. “Nosotros no podíamos porque los jefes tenían nuestros pasaportes”.

Los trabajadores guatemaltecos habían sido contactados en su pueblo por supuestos empleados de Pro Tree, que les ofrecieron visas de trabajo por seis meses y los salarios de 7.50 dólares por hora que nunca llegaron. Les dijeron también que les reembolsarían los gastos de transporte, pero eso jamás sucedió.

En un comunicado, los viveros Imperial buscaron desligarse del caso. La compañía informó que su subsidiaria Pro Tree había sido investigada el año pasado por tráfico de humanos y que, aunque no se halló que los trabajadores estaban siendo retenidos contra su voluntad, las pesquisas revelaron que no se les estaba pagando los salarios requeridos por la ley.

“Como resultado de la investigación del Departamento de Trabajo, Imperial terminó su contrato con Pro Tree el 30 de junio”, subrayó la empresa.

Por su parte, los abogados de Pro Tree no contestaron los reiterados llamados de Grupo Reforma.

“Se trata de un caso extremo de explotación, pero hay muchos más casos con menores grado de abuso que permanecen impunes”, dijo a Grupo Reforma Nicole Hallett, una de las estudiantes de Derecho en Yale.

Fuente/Autor: Alberto Armendáriz /Corresponsal Mural

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