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Editorial

Experiencia misionera en Mexico

27 de enero de 2020

P. Alvirio Morés: reflexion personal sobre experiencia en México: 1980-1986

1. MI PREPARACION A LA MISION

Recuerdo haber nacido en un ambiente de migración.
Pasé mi niñez, escuchando historias de mis antepasados, venidos de Europa. En la familia, yo hablaba el dialecto véneto. Aprendí el portugués en la escuela. Esto sucedía con todos mis colegas: en casa, unos hablaban el véneto, otros el polaco, el alemán, el libanés, ucraniano etc…

Esto me hizo entender muy temprano que no había solo mi “madre patria, sino muchas madres patrias”. Recuerdo que entré en un seminario, donde escuché que se preparaban misioneros para los migrantes italianos y sus descendientes.
Recuerdo que al terminar la Filosofía en el Seminario Mayor, en 1970, mis colegas y yo, vivimos una gran euforia misionera y apostólica: en el Capítulo General en Roma, se oficializaba la apertura misionera para todos los migrantes, principalmente los más pobres y necesitados.
Recuerdo que al llegar a New York, 1971, me encontré con un mundo de migrantes, de muchas lenguas, colores, religiones.
Recuerdo que al empezar la Teología en Toronto, Canadá, yo estaba en un país bilingüe, formado por millones de migrantes: Europeos, Asiáticos, Latinos, etc…. Recuerdo muy bien que fue en este tiempo donde se definió muy fuerte mi vocación misionera para los migrantes… todos los migrantes…
Después la ordenación sacerdotal, la Provincia de St. Charles me asignó a la Pastoral vocacional y al acompañamiento de una comunidad formativa: “College Associate Program”. Empecé con seis jóvenes… Hice un camino de cinco años. Durante los primeros años de sacerdocio, fui tanteando y empapándome en el ministerio vocacional y formativo. En estos años, muchos cambios sucedían dentro de mí, a nivel de vocación, asimilación del carisma scalabriniano, de ver y amar a los migrantes con el corazón de Pastor, corazón de Scalabrini.
Recuerdo que este conjunto de vivencias me iba preparando para la nueva misión y apertura scalabriniana en México. Al arribar a México, mi mandato misionero era muy claro: promoción vocacional, vocaciones para los migrantes mexicanos y migrantes de habla hispana en el Norte.
2. LA FUNDACION EN MEXICO
La fundación en México se debió al esfuerzo conjunto de las dos provincias de Norteamérica (San Juan Bautista y San Carlos). Entre los cohermanos de esas dos provincias de las hubo reacciones diferentes. Unos religiosos ya estaban más concientizados de la necesidad de apertura hacia los migrantes latinos. Otros, una minoría, se mostraban renuentes a esta. En la Provincia de San Juan Bautista, algunas parroquias ya se volvían latinas… mientras que en la Provincia de San Carlos se había intentado aperturas ya en Puerto Rico. Nuestras misiones de Venezuela se habían anexado a esta Provincia. A pesar de estas pequeñas excepciones, yo creo que hubo mucha aceptación, interés, y hasta entusiasmo.
Mi Provincia, San Carlos, envió tres misioneros para la misión de México: P. José Durante, P. Walter Tonelotto y mi persona. La misión de México fue una iniciativa y decisión de ambas Provincias. San Juan Bautista la asumió totalmente cuando la Provincia de San Carlos fundó y abrió el programa vocacional y formativo en Colombia.
En mi opinión, la mayoría de los religiosos, principalmente los más jóvenes y los que trabajaban con migrantes latinos, apoyaron totalmente las aperturas de México y Colombia

3. MI MISION EN MEXICO

Nuestro equipo estaba compuesto, además de mi persona, por otros dos misioneros de mucho valor, de gran visión y de probaba fidelidad creativa al carisma. Eran ellos: P. Luigi Gandolfi y P. Pietro Corbellini.
P. Luigi Gandolfi iba con el mandato misionero de la formación. El tenía una riqueza de mucha experiencia desde el Norte. P. Pietro Corbellini, más olímpico y carismático, venía con el mandato misionero de sensibilizar la sociedad, la Iglesia, como hizo Scalabrini en su tiempo, para mejor servir a los migrantes latinos del norte.
P. Luigi y mi persona arribamos a Guadalajara ell 3 de julio de 1980, a las 11:30am, procedentes de Chicago.Un seminarista de los Misioneros del Espíritu Santo, Carlos Foyo, nos recogió en el aeropuerto. Llegamos a su Seminario en Loma Bonita, a las 12:30am. A las 2:00pm tuvimos nuestro primer almuerzo mexicano.
Recuerdo que al llegar a México, fui invadido por el entusiasmo que habían dejado los mártires de Jalisco, en el tiempo de los “cristeros”. El testimonio de estos santos… su radicalidad de discípulos, los recuerdos de su muertes… su sangre…me parecía que todavía que todo era muy reciente en el corazón y en los labios de la gente. Era también el soplo de otros mártires de Centro América…la realización del Conferencia del CElAM, en Puebla, México, EN 1979…la utopía provocadora de la Teología de la Liberación…etc. Encontré mucha vida…sed…inquietud por algo más… principalmente en la juventud Mexicana. Esta atmósfera me afianzó a lanzarme con confianza en el ministerio vocacional.
Recuerdo que al participar de Cursos…Talleres…Encuentros de Pastoral Vocacional, a nivel de México y Guadalajara, mi línea de acción se quedó definida: “Opción fundamental por los jóvenes,” promover todas las vocaciones, entrar en el mundo de la juventud: grupos juveniles, de las parroquias, escuelas, universidades, retiros, convivencias, jornadas. De allí se pasaba al acompañamiento y discernimiento vocacional. Empecé organizando el programa “Seminaristas en Familia”, muy en boga en México.
Recuerdo algo muy especial de los primeros años en la fundación de Guadalajara: Nosotros, los tres del equipo…solíamos pasar mucho tiempo juntos, era también por razones obvias, que estábamos solos. Pasábamos muchas horas hablando… compartiendo… salíamos juntos.. para descanso, visitas, celebraciones. Orábamos juntos.Yo todavía añoro las reflexiones bíblicas del P. Pietro Corbellini: su familiaridad con la Biblia, su frescura mental, su fluidez y espontaneidad en decir ciertas cosas… Recuerdo la abundancia del hablar que salía del corazón del P. Luigi Gandolfi… El tenía el don del humor, de la cercanía humana, de inspirar a hablar de uno mismo. .P. Luigi era una persona muy asertiva que afirmaba, animaba y confiaba… Hoy veo que de este tiempo vino gran ganancia en términos de crecimiento humano y spiritual.
Estuve seis años en este ministerio. Hoy mirando hacia atrás, veo que de mi parte fue sólo un desembarcar, un comienzo muy limitado, muy breve… Veo que aquí también se realizó lo predicho por el profeta: “Lo mejor, lo más bello, lo más grande no llegó todavía… está en el porvenir”. Estoy convencido que lo importante fue contar con otros misioneros, como los dos de mi equipo, y también con los que vendrían más tarde, misioneros que habían recibido una transfusión muy abundante de la sangre del fundador: el carisma scalabriniano… su visión, su dinamicidad. Se hizo un poquito al comienzo… se hizo mucho después… se hará todavía mucho más en el futuro …
Algunos aprendizajes que me llevé de esta experiencia en México, y de otros lugares donde estuve en el ministerio vocacional:

Dios sigue llamando constantemente… La Iglesia de Dios es una Asamblea de llamados todas las vocaciones y ministerios necesarios para el Reino.
Nunca faltarán vocaciones de profetas, apóstoles, discípulos, vírgenes, mártires y servidores del Evangelio.
Es indispensable que la comunidad religiosa, formada por seres humanos frágiles, heridos, limitados, pueda irradiar vida, inspiración, utopías…”la pasión por el Reino… la pasión por el migrante”…
Creo que por un exceso de sacerdotes…religiosos…en la Iglesia, talvez en la Congregación…fácilmente caemos en la mediocridad..nos perdemos en el anonimato…o nos volvemos insignificantes…Según el Papa ” Menos en número y más en calidad”….
Gracias por la oportunidad de compartir algunos aspectos de mi experiencia…ahora que la Congregación celebra 30 años en México.

Alvirio Mores, C.S.
Manila, Filipinas

Escrito por P. Alvirio Morés

Fuente/Autor: Alvirio Mores

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