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Editorial

El antiguo Día de la Raza

27 de enero de 2020

Es increíble, pero históricamente cierto, lo rápido que se vació de significado el 12 de octubre, proclamado unilateralmente como Día de la Raza, y cómo fue atacado, aun con radicalidad exagerada, para que fuese borrado como efeméride o fecha digna de recuerdo. Y, sin embargo, la disyuntiva étnica y racial de nuestro ser de mestizo, en toda América Latina, es un reto que seguimos enfrentando, y que pugnamos por asumir y superar en sus contradicciones, porque la mayoría de nosotros, los indoamericanos mestizos, somos una realidad pujante, que en momentos cruciales experimentamos «el dolor de la raza», que bien calificó alguien con clarividencia.

Somos mexicanos

Nos definimos desde un inicio. Coincidimos hondamente con el jesuita Francisco Xavier Clavigero, el gran maestro de San Nicolás, en Valladolid (hoy Morelia), quien junto con otros componentes del claustro docente, antes de 1767, año de su expulsión, vislumbró y enseñó que «no somos gachupines peninsulares; no somos indígenas puros; somos y queremos ser mexicanos». Y explicó con sapiencia y con convicción de su propio ser veracruzano, el sentido y el significado de la mexicanidad. Y este análisis lo proyectamos a todo nuestro Continente, en su diversidad y riqueza racial: La indianidad de Indoamérica en su abrazo, de simbiosis, de «americanidad», con la visión del colombiano Germán Arciniegas, en su célebre libro: Este pueblo de América: y su comparación con un «árbol frondoso» de hondas raíces que no podemos negar.
Pero, todavía a nivel de definición personal, no coincidimos con la compleja visión, y enredada, del Laberinto de la soledad de Octavio Paz, fruto inmaduro de hace más de medio siglo. No somos, como él dice, ni «pachucos», ni «hijos de la Malinche…», conforme a dos subtítulos de ese texto. Tampoco compartimos la radical postura de don Guillermo Bonfil, con todo lo que lo admiramos, en dos de sus obras notables: México profundo y Utopía y revolución. Aunque hacemos nuestros sus anhelos de reivindicación étnica de dignidad y riqueza cultural de nuestros ancestros. Citamos estos ejemplos, en su diversidad, para iluminar la disyuntiva que vivimos al hablar del Día de la Raza…

Nuevos y más atemperados posicionamientos

Ya no caben los planteamientos de José Vasconcelos, tan filohispánicos, nacidos de él, tan racialmente mestizo, en su Ulises criollo. Ya no aceptamos, ni antropológicamente, ni socialmente, al antiguo «criollo alzado» del tiempo de la Independencia en América. Hoy, ya no. Y volvemos a la clarividencia del Padre Clavigero. Podría ser que un término medio de abrazo étnico fecundo pueda vislumbrarse en El espejo enterrado, de Carlos Fuentes, en su erudita exposición de la riqueza cultural de nuestros dos orígenes: Indígena e hispánico.
Nosotros hemos defendido, como expresión de nuestra simbiosis étnica, al estilo barroco mexicano, con todo su toque «churrigueresco», que es netamente «mexicano»: Indoamericano a mucha honra, por toda la toltecáyotl del artista americano, suma expresión de nuestro espíritu. Hemos reiterado la vehemencia de don Gabriel Zaid, cuando afirma que «México palpitará maduramente (y lo decimos para toda nuestra América), cuando superemos, psicológica y socialmente, nuestros complejos de malinchismo, que todavía se dan, y también el copión y mimético complejo del mito blanco y europeizante, o del desprecio a nuestra rica raíz indígena de las grandes culturas». Mientras no sepamos conjugar nuestras raíces étnicas y nacionales, no podremos madurar como mexicanos. Hacia allá tiende nuestro ser de pueblo y de Nación. Ese es el sentido hondo de la mexicanidad que esgrimió Francisco Xavier Clavigero, y también, ahora sí, la «raza de bronce», maravillosa y fecunda aleación, que acuñó Vasconcelos en un momento de lucidez. Y ¡vaya si existen egregios mexicanos y americanos que han encarnado y brillado así por su simbiosis étnica que abrazo generoso y fecundo! Éste sería el nuevo y real contenido del ya desprestigiado Día de la Raza.

Fuente/Autor: • Dr. Alberto Gutiérrez T. Formoso/ El Semanario

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