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Mundo Misionero Migrante

Discurso del Presidente Calderon en la entrega del Premio Nacional de derechos humanos

27 de enero de 2020

Muy buenos días a todos.
Distinguidos miembros del presídium.
Doctor José Luis Soberanes, Presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Señoras y señores:

Para mí es un gran honor el estar presente y hacer entrega del Premio Nacional de Derechos Humanos, para reconocer el trabajo más destacado en la promoción y en la defensa de los derechos que derivan de la dignidad de las personas.

En nombre de la sociedad mexicana felicito a todas las mujeres y hombres que luchan día con día por consolidar la Declaración Universal de los Derechos Humanos como el idioma común de los pueblos, el lenguaje donde convergen las más altas aspiraciones de la humanidad.

En especial felicito a la Comisión Nacional por su empeño en destacar la labor de quienes con generosidad y un enorme sentido humanitario hacen posible que día con día haya personas que son rescatadas de la vejación.

El pasado 10 de diciembre celebramos el Día de los Derechos Humanos y ello nos hace recordar que tuvieron que pasar dos grandes Guerras Mundiales para poder llegar a un acuerdo elemental entre nacionales.

La libertad, la justicia, la paz y la dignidad son elementos inherentes de la naturaleza humana y no deben distinguir género, raza, religión, idioma, ideología o lugar de la frontera donde se nace o se vive.

Son derechos inalienables de todas las mujeres, de todos los hombres, sin excepción.
En consecuencia, una de las primeras responsabilidades del Estado es, precisamente, respetar esos derechos y hacer todo por garantizar que sean respetados.

Como Jefe del Estado mexicano reconozco y asumo esa responsabilidad y velaré por su cumplimiento.

Por su destacada trayectoria, el día de hoy reconocemos y felicitamos a tres personas que han consagrado su vida a la promoción y la defensa de derechos humanos.

A Isabel García con más de 30 años dedicados a la lucha para asegurar que los migrantes en Estados Unidos puedan enfrentar procesos legales en condiciones de equidad y justicia.

A Florenzo Rigoni, el Padre Flor de María, por su dedicada labor al frente del Albergue Belén, en Tapachula; un espacio donde miles de migrantes han encontrado abrigo y sosiego en su largo camino.

Y el reverendo Robin Hoover, de Humane Borders, por su labor en la protección de los mexicanos y de todas las personas que cruzan por la frontera en el Desierto de Arizona.

Hoy reconocemos a buenos samaritanos, a quienes son capaces de ayudar a quienes no conocen y que han sido vejados o asaltados en el camino.

Se trata, precisamente, de transformar y elevar, hacer sublime la condición humana, precisamente, a través de actos que no se generan por mera espontaneidad o que no son dables en cualquier condición humana, son actos que van más allá y que tienen un sentido de trascendencia, en el cual descansa, precisamente, la esperanza de que la humanidad sea distinta.

La búsqueda de mejores condiciones de vida hace que miles de personas abandonen su lugar de origen con la idea de encontrar un lugar para sus sueños, buscan el futuro, como se dijo aquí.

Y la migración ha sido claramente en la historia un motor de desarrollo de naciones y civilizaciones, ha sido una oportunidad para el encuentro y el enriquecimiento de cultura.

Nunca en la historia universal las murallas han detenido la migración ni la integración de países y regiones.

Hoy, particularmente, la migración no es sólo un fenómeno milenario, ahora es un proceso que se acelera con la globalización misma.

La información, el comercio, la inversión, el mercado, ahora es global; no reconoce fronteras. Las fronteras se han diluido en función de que el hombre ha ido al encuentro de otros hombres, merced, a esta gran revolución tecnológica, informática, comercial, de comunicaciones.

Y hay que decir que el mundo del trabajo también es global, no puede pensarse en un mundo más próspero, ni en una región más próspera entre países si se piensa únicamente en que la inversión sea libre o que el comercio sea libre.

Concretamente en nuestra región americana no puede pensarse en un mejor mundo, en una mejor América o Norteamérica, si sólo la inversión es libre y sólo el comercio es libre.

Las mujeres y los hombres también tienen que ser libres, el mercado del trabajo también tiene que ser libre.

Lo que debemos hacer es, precisamente, luchar por esa libertad y ese reconocimiento de derechos y, por supuesto, generar oportunidades aquí en México.

Hacer de México, de nuestros países, un destino, no un origen de migración, sino por lo pronto un destino de inversión.

Porque yo aspiro a que algún día las fronteras sean cruzadas con plena libertad, que sea fundamentalmente la inversión que cruce la frontera y no el migrante y que los derechos de las personas, en todo momento y en todo tiempo, sean plenamente respetados a la medida de su dignidad.

La migración también representa, por supuesto, una herida dolorosa en nuestro país y en muchos países hermanos.

Las familias son separadas por necesidad, por la pobreza que ha devastado a regiones enteras, la que obliga a dejar a los hijos, a los padres, a la mujer, al marido; la que obliga a dejar atrás la Patria en el penoso camino que recorre el migrante y que en el cual puede encontrar la muerte.

Nuestros paisanos, así como muchos hermanos de Centro y Sudamérica lo que buscan es cumplir con su vida, con su deber vital de buscar, precisamente, mejores condiciones para los suyos.

Yo quiero reconocer aquí el valor, la fuerza y la perseverancia, desde luego, de quienes con su vida y con su actuar diario hacen posible que se alivie la terrible la condición de los migrantes.

Y, sobretodo, un reconocimiento a quienes han migrado, a quienes han trabajado duro, a quienes han prosperado, a quienes siguen luchando hoy en día por encontrar esa vida mejor, enfrentando todas las adversidades.

Mientras no haya oportunidades de trabajo suficientes en México para los mexicanos o en Centroamérica para los centroamericanos, la migración tendrá cada vez mayores costos y traerá mayores sufrimientos a las familias.

La solución verdadera, la solución de fondo, la única alternativa es generar los empleos aquí en nuestros países donde están nuestras familias.

Y debemos hacer todo lo necesario para que en lugar de que la mano de obra se vaya a donde está el capital, que mejor venga la inversión a donde está la mano de obra y no se dividan más las familias, los pueblos y las naciones.
Las economías en un mundo global son necesariamente complementarias. Una economía intensiva en capital, como la americana, necesita economías intensivas en mano de obra, como la mexicana.

Y para ello, se requiere que haya condiciones iguales para trabajar con libertad y para invertir con libertad.

Sólo en ese esquema podrá haber verdadera prosperidad.

Yo soy originario de una región que vive todos los días la tragedia de la migración provocada por la pobreza.

Al igual que muchos en mi tierra, yo tengo primos-hermanos, tíos, cuñados, sobrinos que son indocumentados y que viven en Estados Unidos.

Vengo de un estado en el que las familias sufren por la separación de un ser querido que tiene que dejar su tierra por necesidad y enfrenta la soledad, el maltrato, la discriminación y la incomprensión.

Y lo que más duele es saber que muchas veces son las propias autoridades mexicanas las que infringen sufrimiento y vejación a mexicanos.

Conozco de cerca el drama que representa la migración para muchas familias y sé de las difíciles condiciones que enfrentan los migrantes.

Por eso tengo y refrendo el compromiso de velar para que se respeten todos los derechos de nuestros paisanos y de sus familias.

Me solidarizo y me adhiero con quienes se oponen a los intentos de considerar como un crimen la búsqueda de oportunidades de trabajo, y no aceptamos que se pretenda dar un trato de delincuente a gente que es honesta y trabajadora, que busca darle mejor vida a sus hijos y que, de paso, da mejor vida en los lugares a donde van a trabajar.

Si queremos consolidar una democracia genuina es indispensable que demos pleno reconocimiento y respeto a los derechos humanos de toda persona, no sólo abogar por la defensa de los derechos humanos de los mexicanos fuera de México, sino también por la defensa de los derechos humanos de los mexicanos y extranjeros que se encuentren en nuestro país cualquiera que sea su condición.

México tiene una gran responsabilidad en ello adelante, y debemos reconocer nuestras faltas de omisión, ciertamente, como se dijo aquí, pero también de acción.

Porque es necesario que miremos hacia el sur, los migrantes de Centro y Sudamérica que transitan por territorio nacional sufren también abusos, extorsiones y son víctimas de la delincuencia, muchas veces con la complicidad de autoridades.

De la misma forma que exigimos el respeto a los derechos humanos de nuestros paisanos, tenemos la responsabilidad ética, legal, de respetar los derechos y la dignidad de quienes provienen de Centro y Sudamérica y cruzan por nuestra frontera sur.

Para ello debemos trabajar juntos; gobiernos y sociedades por establecer causes para abatir las causas económicas de la migración y, al mismo tiempo, crear las condiciones para una migración ordenada, legal y segura para todos.

Mi Gobierno valora el esfuerzo de las personas que se entregan en la defensa de la democracia, de la libertad y de los derechos humanos como las que hoy reconocemos aquí.

Como expresó Kofi Annan, quien defiende los derechos humanos de una persona, defiende la paz de toda la humanidad.

Los mexicanos sabemos bien que el respeto a los derechos de otros es el principio de la paz entre los hombres y entre las naciones como enseñara Benito Juárez.

Es por ello que hoy reconocemos y agradecemos, y además alentamos la labor de mujeres y hombres que han dedicado su vida a promover los derechos fundamentales de las personas.

En ese compromiso, también asumo la responsabilidad de que las acciones de mi Gobierno estén y estarán regidas por el respeto irrestricto a los derechos humanos.

Por eso reitero mi absoluta disposición para trabajar con la Comisión Nacional de Derechos Humanos, atender puntual y debidamente sus recomendaciones y colaborar en el cumplimiento de sus labores.

Señoras y señores:
Como ha dicho el Padre Flor de María, cuando la migración se mueve, la historia y las civilizaciones se ponen en marcha.

La idea global que representa al mundo en que nos ha tocado vivir no puede prescindir ni de las culturas, ni de las ideas, ni de la fuerza, ni la energía que aportan los migrantes.

Ellos enriquecen el suelo que tocan, traen consigo un legado cultural, un espíritu de trabajo que debe valorarse como una nueva forma de observar el mundo.

Debemos poner atención a las causas de la migración, velar por el bienestar de todos los que migran, toda acción de gobierno, todo esfuerzo de la sociedad debe tener a la persona y la defensa de sus derechos como el primer referente.

Hagamos realidad la visión de Nelson Mandela cuando expresó: Mi ideal más querido es el de una sociedad libre y democrática en la que todos podamos vivir en armonía y con iguales posibilidades.

La promoción y defensa de los derechos humanos, estoy seguro, harán de México un país más libre y más democrático; un México más responsable ante la dignidad y el bienestar de cada mujer y cada hombre en nuestra tierra o más allá de ella, pues los derechos son ciegos ante las líneas que dividen nuestros países.

Un día habrá una humanidad sin fronteras y esa humanidad podrá lograrse si sabemos reconocernos, antes que como extranjeros, como seres humanos iguales en dignidad unos a otros.

Muchas gracias, muchas felicidades.

Fuente/Autor: Felipe Calderón Hinojosa, Presidente de la República de México

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