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Editorial

Discurso del Padre Flor María Rigoni

27 de enero de 2020

En el día de la entrega del Premio Nacional de Derechos Humanos 2006 en Los Pinos, Residencia del Presidente de la República de México.

Me dirijo a ustedes, migrantes de ayer y de hoy, mexicanos o extranjeros, documentados o indocumentados, a ustedes gente de buena voluntad que sigue apostando sobre la dignidad, a todos aquellos que tienden la mano como samaritanos del camino, a ustedes mis cohermanos, voluntarios y voluntarias de los Misioneros de Scalabrini, a los miembros de la CNDH con su presidente y su Consejo, a las distintas autoridades aquí presentes y a Usted, Sr. Presidente Felipe Calderón. No crea, Sr. Presidente, que haberlo mencionado por último sea una falta de respeto: al contrario, si Usted y mi persona hoy estamos encima de un podio, es porque para mi todo un río de gente que apostó sobre el futuro y sobre un mañana sin fronteras me ha precedido y Usted, porque un pueblo lo ha elegido. Ellos vienen primero.

Me he descubierto de repente con este nombramiento un mosaico en danza de arco iris, donde cada color y cada pieza es el rostro de personas, que a lo largo del camino me han modelado, inspirado, tendido la mano. Esta nación de México, que me acogió hace 22 años diciéndome: aquí tienes tu casa, me ha renovado como hombre ciudadano del mundo.

Estoy aquí remontándome a las raíces de este país, oprimido, discriminado en su cultura, tra-diciones y lengua en el tiempo de la conquista y sin embargo nunca doblado. He tratado antes de ser voz de los sin voces, de ser mano tendida, oído que escucha, brazos que acogen y com-parten el pan, en la espera que llegue el día en que toda persona, pobre o rica, ciudadana o extranjera, pueda ser voz escuchada.

Estoy aquí con otras dos personas reconocidas por sus méritos en la defensa de los derechos humanos: Lic. Isabel García y el Rev. Robin Hoover.
La Lic. Isabel Garcia representa la humanidad de hoy y mañana, resultado de la migración y de la acogida, donde valores, tradiciones y la conciencia de nuestra identidad no se contrapo-nen, sino se encuentran para un mundo fiesta de pueblos. Como consecuencia del trabajo que realiza en defensa de los derechos humanos de los mexicanos en Estados Unidos, ha sido víctima de acoso, persecución y amenazas por parte de los grupos antiinmigrantes, que existen en Arizona en particular y en Estados Unidos en general.

Defender a la persona en sus derechos nos pone a veces en la línea de fuego y sin embargo necesitamos de alguien que lleve una bandera que será de toda la humanidad.
El amigo Hoover supo darle a la Ley un corazón humano, regresarla a su sentido original de diaconía – servicio al ser humano. Un indocumentado tiene derecho a la vida, aún que le falte un papel que Dios le dio, aun que los hombres no lo reconozcan. Tú has abierto una fuente en el desierto, como dice la Biblia, has ofrecido agua al Cristo peregrino y sediento.

Las dos fronteras de México, los dos mundos lejanos y contrapuestos se arquean hoy para encontrarse y volver a sellar no solo el matrimonio geográfico, que tenemos con más de 3,000 kilómetros, con o sin muros, sino también un proyecto común, que anticipa los acuerdos polí-ticos o comerciales, porque cuando la migración se mueve, la historia y las civilizaciones se ponen en marcha. El derecho, la ayuda humanitaria, la religión y la solidariedad se encuentran sellando a mujeres y hombres de buena voluntad que queremos construir un arco iris de paz y de convivencia.

Creo sea un deber recordar a los centenares de rostros y nombres que nos han precedido en esta misión, y los que seguirán: nosotros somos tal vez una bandera, en la que todo un pueblo se identifica. Nos regocija que Usted, Sr. Presidente, en su discurso inaugural a la Nación, abordó el tema de la migración. Con Usted quisiéramos expiar el pecado de omisión de Méxi-co hacia la migración, para esta no siga dividiendo a nuestro pueblo y a sus familias.
Una palabra a la CNDH: nos sentimos hermanados con su Presidente Dr. José Luís Soberanes y sus integrantes, abriendo camino a veces entre nieblas, sin cansar el paso. Es una misión de denuncia, pero también de apego al derecho y a la dignidad: con eso han dado rostro a la espe-ranza de miles de personas humilladas, reprimidas, desaparecidas y que hoy levantan la cabe-za apuntando hacia un México, que tenemos que aprender a contemplar desde su mañana.

A Usted, Sr. Presidente, mi y nuestro agradecimiento por entregarnos personalmente este re-conocimiento en nombre de su y nuestro pueblo.

Justicia y paz, verdad y misericordia se besarán, recita un salmo bíblico (Salmo 85,11): es el cumplimiento que deseo para la CNDH en su labor de farol de la dignidad y a usted, Sr. Pre-sidente, al comienzo de su mandato presidencial, para con un país que con todo migrante apuesta sobre el futuro, que ya ha empezado.

Muchas gracias.

Fuente/Autor: Padre Flor María Rigoni, Misionero de San Carlos

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