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01/27/2020
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Carta del Superior General en ocasiól del Año Nuevo 2010

27 de enero de 2020

Carta del Superior General en ocasión del Año Nuevo 2010.

Estimados hermanos,

Estamos casi por terminar el año 2009. Ahora nos queda mirar con esperanza el nuevo año que está por llegar, el 2010. Este tiempo que corre nos invita a dar una ojeada al pasado para después mirar el futuro. ¡Ensanchemos nuestro corazón! ¡Abramos el corazón a los hermanos de comunidad y a los migrantes!

Mirando el 2009 que está terminando, por una parte damos gracias a Dios que ha bendecido nuestra Congregación con veinte nuevos hermanos que han hecho la primera profesión, nueve que hicieron los votos perpetuos y ocho que se ordenaron sacerdotes. Por otra parte, nos entristecemos al pensar en los catorce cohermanos que han muerto en la paz del Señor, ¡siervos fieles y generosos! Y nos entristece aún más el pensar que veintiún hermanos de votos temporales han dejado la Vida religiosa.
Apenas he terminado la cuarta fase de la visita canónica, que me ha permitido conocer las Provincias Santa Francisca X. Cabrini, San Juan Bautista, San Carlos Borromeo y la Región Beato Juan Bautista Scalabrini. Visitando nuestras comunidades, puedo decir ¡cuánto bien se hace en nuestras realidades pastorales, formativas y sociales! ¡Cuántas iniciativas y cuánta creatividad hay en nuestras misiones y parroquias, sea en las así llamadas tradicionales como en las más recientes! ¡Cuántos jóvenes desean consagrase a Dios en el servicio a los migrantes! ¡Cuántos laicos y voluntarios son atraídos por la santidad de Scalabrini!… En todo esto veo que el Espíritu confirma el don que ha suscitado en el corazón de Beato Fundador. Por eso nos empeñamos para que nuestro testimonio de hombres consagrados, en la Iglesia al servicio de la movilidad humana, sea siempre más auténtico. ¡El corazón se ensancha cuando recibe! ¡El espíritu se enriquece cuando dona!
No obstante el empeño de muchos, percibo también cuántas heridas hay en la frágil humanidad de tantos cohermanos, debido a variadas y complejas causas. Se advierte la insaciable necesidad de sentirse protagonistas de una historia que se les ha confiado. A veces he tenido la sensación de que el “proyecto personal” es más importante que el proyecto comunitario. Nunca hay que cansarnos de recordar la advertencia de Jesús de que “somos simplemente siervos” (Lc 17,10), siervos del Reino y no sus creadores. Con mucha confianza esperamos el momento de escuchar de los labios del Señor sus palabras: “Muy bien, servidor bueno y fiel, ven a compartir la alegría de tu Señor” (Mt 25, 21).
Sobre la línea de estos pensamientos, quisiera dedicar el nuevo año -2010- a la COMUNIDAD Y LA MISIÓN. La Iglesia nos llama a ayudar en la construcción del Reino sirviendo a los migrantes. Tenemos una misión tan actual, tan específica y tan bella, pero a veces me parece que nosotros somos los últimos en reconocerla como tal. ¡Somos misioneros! Nuestra misión tiene que ser, como decía el Papa Juan Pablo II, “nueva en su ardor, en sus métodos y en sus expresiones”. Por eso, es actual el llamado que el XIII Capítulo General (n. 9) nos hace: “Nos empeñamos a dar nueva vitalidad y nuevo impulso misionero (…) al servicio de cuantos vi ven de forma más dramática el fenómeno de la movilidad humana”.
Después del trienio dedicado a la Comunidad, iniciamos ahora esta etapa poniendo al centro nuestra llamada a la Misión. Después del apelo “Ensancha tu tienda” (Is 54,2), ha llegado la hora de escuchar a Jesús: “Rema mar adentro…” (Lc 5,4). Como decía nuestro Fundador a los misioneros que partían: “Vayan y no teman: sean fieles, se los suplico, ante estos santos altares, a su vocación (…). Tengan siempre como objetivo la gloria de Dios y el bien de las almas”.
La Congregación, en la que sus hijos han tomado conciencia de su vocación como religiosos-misioneros y donde viven la experiencia de la comunión en comunidad, debe ahora renovar la llamada a “Remar mar adentro”: ir por el mundo llevando la Buena Nueva de la salvación a todos los que viven la experiencia de la precariedad del camino. “Los misioneros reflexionen sobre el deber de ser santos, que el don de la vocación les pide, renovando constantemente su espíritu y actualizando también su formación doctrinal y pastoral. El misionero ha de ser un « contemplativo en acción »… El misionero, sino es contemplativo, no puede anunciar a Cristo de modo creíble. El misionero es un testigo de la experiencia de Dios y debe poder decir como los Apóstoles: « Lo que contemplamos… acerca de la Palabra de vida…, os lo anunciamos »” (1 Jn 1, 1-3) (Redemptoris Missio n. 91).
Desde el momento que en el lejano 1969 el Capítulo marcó un cambio radical en la misión de la Congregación, abriendo la finalidad a las migraciones internacionales, nos hemos esforzado de abrir las posiciones pastorales tradicionales a los nuevos flujos migratorios. Pero ahora el paso va decididamente más allá. Con la presencia de religiosos provenientes de otras nacionalidades y culturas, será siempre más necesario crear nuevos espacios dando prioridad a modelos pastorales con diversa orientación y estructura. Serán las nuevas generaciones de cohermanos, provenientes de diversos continentes, razas, lenguas y culturas, quienes marcarán el camino ejemplar que habrá que recorrer. Habiendo abierto la tienda de nuestra imaginación y visión de Congregación, ahora dejemos que sean los cohermanos, apenas desembarcados en las orillas de la intuición y del encanto por el Fundador, a remar mar adentro, hacia los nuevos horizontes y los nuevos modelos de servicio pastoral.
Sin embargo, no tenemos que olvidar: aunque si fijamos la mirada en la misión no podemos descuidar el camino de la comunión en la comunidad. Un camino que jamás se termina. La construcción de la comunidad de fe, animada por el Superior local, es un recorrido constante de conversión y de testimonio. Sólo así la misión entre los hermanos y hermanos migrantes será auténtica y fecunda.
A todos les deseo un buen año en el Señor, que camino con nosotros. ¡Qué Dios los bendiga abundantemente en este nuevo año del Señor 2010!

P. Sérgio O. Geremia, cs
Superior General

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