Presentamos en estos días los escritos de Scalabrini respecto a la Fundación de la Congregación de los Misioneros de San Carlos.
“Una asociación de sacerdotes para la asistencia de los emigrados”
Meses atrás me visitó, y varias veces, un antiguo discípulo mío del seminario de Como, ahora sacerdote y profesor, que debió emprender un viaje a América para ver allá a su padre y su familia. Quedó profundamente emocionado y afligido al ver el abandono religioso en el que se encuentran centenares de miles de italianos emigrados allá. Hay grupos que formarían parroquias de centenares de almas que viven y mueren sin ver la cara de un sacerdote, sin escuchar una palabra de religión, sin recibir los Sacramentos, que viven y mueren como bestias. El sólo pensarlo es algo que desgarra el alma. Dicho sacerdote visitó algunas de estas pequeñas colonias y me relató de las recepciones festivas que le prodigaron y de la necesidad que sienten aquellos pobrecitos de tener por lo menos de cuando en cuando la visita de algún ministro del Señor.
¡Oh Excelentísimo! ¿No habría forma de proveer a tantas almas? ¿Se hacen tantos y tan generosos esfuerzos para la conversión de los infieles y dejaremos perecer nuestros connacionales ya católicos? ¿No sería conveniente, Excelentísimo, pensar en una asociación de sacerdotes italianos, que tuviesen como objetivo la asistencia espiritual de los italianos emigrados en las Américas, que cuidasen la salida y la llegada y se preocupasen por su porvenir cristiano en la medida de lo posible?
Sé que hace algunos años los Arzobispos de Génova y de Nápoles trataron de hacer algo similar, pero creo que nada o muy poco se hizo al respecto. Por mi parte estaría dispuesto a ocuparme y a iniciarlo de inmediato, en proporciones mínimas, pero iniciarla de veras.
Carta al Card. Simeoni – 11-01-1887
“Proyecto de una asociación con el objeto de proveer a las necesidades espirituales de los italianos emigrados en las Américas”
He aquí el proyecto o mejor el bosquejo de un proyecto para asistir a los italianos emigrados en las Américas, por mi redactado, según el deseo que me expresara el Santo Padre por intermedio de Su Eminencia Reverendísima (…)
Cuando Su Excelencia creyese necesario valerse de mi obra tan pequeña, sea para preparar la invitación a los Obispos Italianos y la Circular a los de América, sea por otras cosas, yo me consideraré siempre honrado de servirle. Sin embargo la iniciativa de esta obra tan noble debería partir siempre de la Santa Sede y todos los documentos relativos deberían llevar la firma de Su Eminencia. El Clero italiano respondería entonces a la invitación con entusiasmo. Yo ya he hablado de esto en forma reservada, y como si se tratara de una posibilidad lejana, a varios sacerdotes, y están muy dispuestos a partir cuando sea.
Necesidad de proveer
Sobre la necesidad de brindar ayuda y asistencia espiritual a los italianos, que emigran a América, no creo necesario hacer un largo discurso, porque la Congregación de Propaganda tiene pleno conocimiento, mejor que otros, por los relatos de los Arzobispos de Nueva York, New Orleans, y por los Padres del tercer Concilio de Baltimor.
Y relatos similares, y quizás también más desalentadores, habrán sido, sin duda, presentados también por los Obispos de América del Sur y de Australia.
Para no hablar de los años precedentes, la emigración italiana, que en 1881 estaba representada por la cifra de 28.217 y que entonces pareció una espantosa enormidad, ascendía en 1882 a 58.290 y en 1883 a 62.704. Hacía una breve pausa en 1884, limitándose a 60.489; pero he aquí que en 1885 saltó nuevamente y llegó a 83.786. ¡Por lo menos esos infelices fuesen todos adultos! Pero lo que amarga todavía más el ánimo es que para formar la cifra de 83.786 intervienen nada menos que 15.642 niños (…). No están comprendidos los que zarparon de puertos extranjeros como Marsella, Tolón y Le Havre.
Hallándose, por lo tanto, centenares de miles de italianos en América, diseminados en las ciudades y en el campo y perdidos en zonas boscosas, privados de toda asistencia religiosa, además de aquellos que aún irán… está claro que es necesario proveer a los emigrados, a los emigrantes y a sus hijos.
Carta al Card. Simeoni, 16-02-1887
Fuente/Autor: Una Voz Viva