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Editorial

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27 de enero de 2020

Promulga Bush ley de muro fronterizo

La ley busca garantizar el control en la frontera por parte de los estadounidenses y frenar la inmigración ilegal.

Washington DC, Estados Unidos (26 octubre 2006)

El Presidente estadounidense, George W. Bush, firmó este jueves la ley que permite construir un muro doble de mil 125 kilómetros en la frontera México, que, aseguró, hará “más seguras las fronteras” de Estados Unidos.

“Esta ley hará nuestras fronteras más seguras”, dijo el Mandatario segundos antes de firmar el texto que le envió el Congreso, flanqueado por el Vicepresidente Dick Cheney y varios miembros de su Gabinete.

“Tenemos la responsabilidad de proteger nuestras fronteras”, añadió Bush, quien reiteró su pedido al Congreso de buscar la aprobación de un programa de permisos temporales de trabajo para trabajadores que busquen inmigrar a Estados Unidos.

Bush había autorizado a inicios de octubre un presupuesto de mil 200 millones de dólares para la construcción del muro, que según expertos y políticos está muy lejos de los 6 mil a 8 mil millones de dólares que demandará la obra.

Hemos enviado al Presidente Bush este Mensaje.

No me llames extranjero.

No me llames extranjero, porque he visto la luz de un país lejano,
ni tampoco porque la tierra de done vengo lleva otro nombre.

No me llames extranjero, porque otras entrañas me llevaron,
ni porque los cuentos de mi infancia me mecieron en una lengua que desconoces.

No me llames extranjero, porque en el amor de una madre, todos recibimos la misma luz;
en sus cantos y en sus besos, contra su pecho, ellas nos enseñan a todos por igual.

No me llames extranjero. ¡No pienses en mis orígenes!
Más vale pensar en nuestro destino común, y mirar hacia donde nos llevan los tiempos.

No me llames extranjero, porque tu pan y tu fuego sacian mi hambre y mi frío,
y porque tu techo me cobija.

No me llames extranjero; ¡tu trigo es como el mío y tu mano como la mía!, y el hambre,
nunca vencida, va errante, cambiando siempre de víctimas.

Y tú me llamas extranjero, porque me ha llevado tu camino y porque nací en otro país; porque he conocido otros mares y me he embarcado en otros puertos.

Y sin embargo, son semejantes los pañuelos que se agitan para decirnos adiós, y semejantes también las retinas mojadas por las lágrimas de los que hemos dejado atrás.

Semejantes las plegarias y el amor de quienes sueñan el día en que hemos de volver.

No me llames extranjero. Gritamos todos con la misma voz y compartimos el mismo cansancio, que arrastramos desde la noche de los tiempos, cuando no se habían inventados las fronteras, mucho antes que vinieran los que dividen y matan, los que venden nuestros sueños y que un día inventaron la palabra extranjero.

No me llames extranjero. Es una palabra triste, una palabra fría, que huele a exilio.

No me llames extranjero. Mira correr a tu hijo y al mío, las manos unidas,
hasta el fin del camino…

No me llames extranjero, porque ellos no entienden nada de lenguas, ni de fronteras, ni de banderas. Míralos subir a los cielos: la misma paloma los lleva unidos en un mismo vuelo.

No me llames extranjero. Mírame profundamente en los ojos, más allá del odio, del egoísmo, del miedo, y verás que soy un hombre. No puedo ser extranjero.

Fuente/Autor: Grupo Reforma/AFP

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