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Mundo Misionero Migrante

Tecún Umán es un oasis de migrantes en ruta hacia EE. UU

27 de enero de 2020

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La noche cae sobre el poblado guatemalteco de Tecún Umán, por cuyas calles polvorientas deambula sigiloso Javier, un salvadoreño de apenas 17 años que se apresta a cruzar a México donde iniciará la última y más peligrosa etapa de su odisea hacia Estados Unidos y el sueño americano.

TECÚN UMÁN.- “Tengo a varios familiares en Estados Unidos, ellos me han ayudado con los gastos del viaje. Ahorita así como se ven las cosas creo que me va a costar llegar”, dice Javier Castillo, quien en México será considerado presa de caza por el crimen organizado, hacendados corruptos y policías que hacen la vista gorda.

En las riberas del manso río fronterizo Suchiate guatemaltecos y mexicanos obtienen su sustento gracias a peligrosas balsas armadas con trozos de madera y neumáticos, en las que cruzan indocumentados a 10 quetzales (poco más de un dólar).

Los capitanes encuentran carga y pasajeros adicionales -con el peligro de zozobra- con los vecinos de Tecún Umán y de Ciudad Hidalgo (México) dedicados al contrabando hormiga y que prefieren, con lógica implacable, evitar la rigurosidad y curiosidad de los aburridos agentes aduaneros.

Pero el riesgo de atravesar el río es un juego de niños con lo que vendrá después. Cada año deambulan rumbo al norte por México 140 mil indocumentados, según cifras del gobierno mexicano, pero uno de cada siete es secuestrado por el crimen organizado, según la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

El plagio tiene distintos fines, desde pedir algunos miles de dólares de rescate a los familiares en Estados Unidos (u obligarlos a pasar drogas como mulas, si la familia no puede pagar) hasta venderlos como mano de obra esclava: las mujeres a redes de prostitución, los hombres a hacendados faltos de mano de obra.

Por ello muchos, antes de acometer esa peligrosa y larga etapa de miles de kilómetros, optan por recuperar el aliento en este entorno humilde y que transmite una falsa impresión de paz.

“Tecún Umán es un pueblo chico con un infierno grande. Acá los indocumentados sufren vejaciones, son asaltados, maltratados, golpeados” relata el sacerdote Padre Ademar Barilli, Scalabriniano, quien desde 1994 dirige un refugio para migrantes que ha recibido 120 mil indocumentados, la mayoría salvadoreños y hondureños.

Los “derechos humanos fundamentales (de los migrantes) son pisoteados como nada y ninguna autoridad toma en serio esa situación. Hay una permisividad muy grande y lamentable”, dijo Barilli, quien ha sido varias veces amenazado por las organizaciones que trafican con indocumentados.

En el albergue del sacerdote, un oasis, recupera el aliento sentado en una banca Edmundo López, un hondureño que intenta por tercera vez llegar a Estados Unidos.

“La necesidad lo obliga a uno a aventurarse a tratar de alcanzar llegar a Estados Unidos. Me han deportado dos veces pero ésta es la tercera vez que intento llegar a Estados Unidos”, dice.

Pero López emprende la aventura con 65 años, la edad en que en muchos otros países estaría preparándose para recibir una pensión y descansar, en vez de desafiar a narcotraficantes, hacendados corruptos, policías, al hambre, al frío, a las lluvias y todos los riesgos del largo periplo hacia la frontera gringa y “la migra”.

López conoce los riesgos, pero igual sigue adelante. “Peligros en todas partes hay, y no importa que me pueda suceder algo grave en México, el intento de llegar a Estados Unidos se hace”, dice sin amedrentarse el hondureño en cuyo país ya está habituado a convivir con una violencia desenfrenada que se traduce en la mayor tasa de homicidios del mundo.

Esta noche, mañana o quizás pasado, López y Castillo, juntos o cada cual por su lado, cruzarán a Ciudad Hidalgo dejando detrás el refugio. Lo más difícil está por llegar.

Fuente/Autor: Prensa Libre

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