“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

GOETHE
CON EL CORAZÓN EN ALEMANIA
01/27/2020
SIGAMOS PASO A PASO EL ENCUENTRO DEL PAPA CON LOS JÓVENES EN COLONIA, ALEMANIA
01/27/2020

Editorial

SIGAMOS PASO A PASO LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

27 de enero de 2020

Fotos de la Jornada Mundial de la Juventud. Búscalas en la sección
de
GALERÍAS DE FOTOS.

Homilía durante la Eucaristía de Apertura de la Jornada Mundial de la Juventud, el 16 de agosto de 2005, en el estadio LTU arena en Düsseldorf

Cardenal Karl Lehmann

Tema:
“Hemos visto ponerse una estrella y hemos venido“ (Mt 2,2b),
El Señor nos ha llamado.

Lecturas: 1 Sam 3, 1-10; 1 Cor 12, 12-27; Mt 2, 1-2

Es notable ver cuántos jóvenes han venido de todo el mundo desde el comienzo de la Jornada Mundial de la Juventud desde hace más de 20 años (la primera JMJ fue el Domingo de Ramos en 1986 en Roma; 1987 por primera vez fuera de Roma en Buenos Aires). Ninguna dificultad los ha podido frenar. Se encuentra en el fondo una gran ansia de paz, lucha contra la pobreza y una “cultura del amor” /el Papa Juan Pablo II.). A ellos los necesitamos nosotros también para la construcción del futuro de nuestro mundo. Como siempre se encuentran detrás de estas decisiones motivos muy diversos. Uno quiere ver el mundo con otras relaciones. A lo mejor descubren otro tipo de vida y experiencias en otros países que a uno mismo le pueden luego servir. Claro que tampoco faltarán los curiosos. El mismo comportamiento se puede observar en el sentido de las peregrinaciones de milenios y siglos pasados.

Pero esto no alcanza como explicación. Podemos comprobar que justamente un gran movimiento y un viaje tan largo necesitan un motivo profundo para que valga la pena el esfuerzo y solventar los peligros. Para esto nos manejamos a veces por un instinto interno o somos conducidos y tentados por una voz aún indefinida. Hay impulsos para nuestra marcha que no vienen necesariamente de nosotros. La Biblia es aquí muy sensible y nos trae ejemplos inolvidables. La promesa de Abraham, que Dios bendijo con un gran pueblo está muy conectada con el llamado en un país desconocido y un futuro lejano. Jehová había dicho á Abraham: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, á la tierra que te mostraré;” (Gen 12,1) De la misma forma lo vemos con Jesús y los jóvenes que él llama para que le sigan. En el medio de la pesca, dejan caer sus redes, siguen a Jesús y se convierten en pescadores de personas (cfr. Mc 1, 14-20).

A veces no es tan evidente como Abraham y los jóvenes, no siempre al comienzo y no para todos. Hay muchas llamadas que nosotros escuchamos en el desorden y siempre debemos diferenciar. No es siempre fácil descubrir si una voz viene de Dios o si es solamente un reflejo de nuestras costumbres, un eco clandestino y sutil, por ej. en publicidad y propaganda o al final sólo una expresión de nuestros ocultos deseos. Esto lo podemos ver muy bien en la historia de la apelación de Samuel, que escuchamos en la primera lectura.

Samuel sirve en el templo. El ya se ha interiorizado mucho en sus creencias. Pero se observa que él no siempre ha entendido las palabras directas de Dios. “Y el joven Samuel ministraba al SEÑOR delante de Elí; y la palabra del SEÑOR era de estima en aquellos días; no había visión manifiesta.”. (1 Sam3,1) De todas formas habla Dios, pero Samuel no le reconoce al comienzo. El dice que es su maestro Elí quién lo llama. Recién por tercera vez se da cuenta Samuel que no era Elí quién lo llamaba, sino el propio Señor. Samuel encuentra la respuesta correcta. El necesita lo que dice la sagrada escritura y la tradición de la espiritualidad desde un comienzo: “Diferenciación de los espíritus”, en (cfr. 1 Cor 12,10; He 5,14). Especialmente los signos del tiempo, tan ambiguos y tan cambiantes como los signos del cielo, necesitan un significado claro (cfr. Mt 16,3; Lc 12,54; 21,7).

El llamado de Dios y el llamado de Jesús se reconocen cuando él nos saca de las masas, de donde nosotros nos podemos ocultar las costumbres de nuestra vida de las que no nos sentimos responsables (“otros lo hacen también”). Esto es importante, que a nosotros se nos llame por nuestro nombre: que Dios nos dio el día del nacimiento y el día de convertirnos cristianos (por la fe y el bautismo), nombre que exprime la dignidad única en su género, que expresa la dignidad de cada ser humano. Cuando Dios nos llama, hace vibrar la profundidad de nuestra existencia. El llamado de Dios exige siempre coraje, ya que nos llama a cada uno sin que podamos ser reemplazados. Quisiéramos intercambiar todos, más que nada las cosas más difíciles de nuestra vida: responsabilidad y preocupaciones. El llamado de Dios corresponde a un mundo y futuro desconocido. Esto es aplicable para todos los cristianos y naturalmente también para sus seguidores. Pero aquí hay dos cosas que funcionan juntas: el llamado de Dios se dirige hacia lo más profundo de cada uno y a su conciencia. Pero este indiscutible llamado corresponde a la misión de afiliación de cada uno a la comunidad y especialmente al servicio del Evangelio en todo el mundo. El llamado y el mensaje son indiscutibles. Un llamado no sirve solamente para la construcción privada del individuo o solamente un deseo espiritual individual. Este llamado nos ubica en un lugar bien preciso. Muchos nombres recitados en la Biblia nos lo demuestran.

El viaje corresponde al llamado. A través de este viaje nos da Jesús – la mayor parte a través de la iglesia, que habla en su idioma – una misión. Cada persona pone sus capacidades y carismas al servicio de la comunidad especialmente de la iglesia. Las lecturas del capítulo 12 de las primeras cartas del Corinto, nos muestran como las diversas ofrendas, justamente en sus diversos colores se complementan: “Pero hay repartimiento de dones; mas el mismo Espíritu es … Mas todas estas cosas opera uno y el mismo Espíritu, repartiendo particularmente a cada uno como quiere.” (1 Cor 12,4.11). Sólo este espíritu nos ayuda a descubrir el sentido propio y de superar un falso amor propio. Los dones del espíritu (carismas) son verdaderos cuando en su particularidad no están inflados ni arrellanados, sino cuando en las actividades cotidianas de la iglesia pueden ser útiles en la comunidad de los creyentes.

Para ello debemos siempre escuchar siempre nuestra voz interior y prestar atención a la palabra de Dios para saber si siempre nos es posible oír la palabra de Dios o si nos quedamos en algunos pasos interinos. Quizás nos lleva la palabra de Dios a una mayor profundidad. También las personas que asumieron un servicio como seguidores de Jesús y que practicaron por un tiempo largo, se preguntan después de muchos años: ¿Fue esto todo?, ¿desea Dios aún más y algo distinto? Nosotros nos creamos una barrera al llamado de Dios de “avanzar” y nos excusamos como lo hacen otros profetas: ¡busca a otro!, ¡aún soy muy joven!, ¡aún no puedo predicar bien! Pero Dios insiste en el carácter intransigente de su llamado. Aquí se aplica la frase profunda de Jesús a Pedro: “De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas donde querías; mas cuando ya fueres viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te pasará donde no querrías.” (Jn 21,18).

Al comienzo dijimos que todos recibimos un impulso o una señal para dirigirnos a esta Jornada Mundial de la Juventud 2005. Dios habla con varias señales. A veces son evidentes e inequívocas. Otras veces tenemos que buscar con gran dificultad su voz entre muchas voces del nuestro mundo y filtrarlas verdaderamente. Esto se aplica en cada uno de nosotros. La Jornada Mundial de la Juventud no quiere convertirse en una masa anónima, sino que quiere que cada uno de nosotros reciba un llamado y que cada uno de nosotros encuentre un lugar en la iglesia. En la Jornada Mundial de la Juventud, muchos jóvenes descubren el llamado espiritual al servicio de Dios, ¡tanto mujeres como hombres! Al mismo tiempo somos llamados como iglesia en los diversos significados de sus palabras: en la pequeña comunidad del matrimonio y familia, que nosotros llamamos con gusto “iglesia del hogar”, en nuestra comunidad parroquial, en nuestra diócesis y en nuestros países, más que nada también como iglesia del mundo que vive del intercambio de sus miembros. Allí tenemos que encontrar nuestro lugar completo.

A la Jornada Mundial de la Juventud 2005 pertenecen en Colonia, indicando a donde vamos y a donde queremos llegar en los próximos días, los Reyes Magos. Estos son hombres, que se hacen llamar de una manera muy especial. Ellos no sabían lo que les esperaba. Pero ellos estaban buscando con pasión la verdad de sus vidas, la orientación de su completa existencia en un último apoyo y una infalible certeza en medio del desorden de nuestras vidas. Esta búsqueda es parte de las personas si estas mismas no se deforman. Son paganos, perciben el nombre del Señor en una estrella: ¿Dónde está el Rey de los Judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. (Mt 2,2) Y esto es lo que cuenta: seguir una estrella en forma constante y con pasión. Jesús es la estrella de nuestras vidas, la estrella de la madrugada y del atardecer, al inicio y al final. Vayamos con esta estrella hoy y mañana a Colonia a nuestras tantas hermanas y tantos hermanos y convirtamos la ciudad en nuestro hogar. Amen.

Fuente/Autor: Autor: Jornada Mundial de la Juventud

Comments are closed.