Remar Mar Adentro
Remar mar adentro: Subió a una de las barcas, sentado, estuvo enseñando a la gente. Cuando acabó de hablar le dijo a Simón: !Remen mar adentro¡ Y echen las redes para pescar. Simón contestó: Maestro, nos hemos pasado la noche esforzándonos y no hemos sacado nada; pero ya que lo dices tú, echaré las redes (Lc. 5, 3-5). En esta perícopa resaltan dos acciones fundamentales: remar mar adentro y echar las redes en el nombre de Jesús. El orden de las acciones es fundamental, nos habla de un proceso: primero, ir a lo profundo; solo después, echar las redes.
Es clásico entre los animadores vocacionales, el slogan echar las redes. Y sí, es el tiempo del llamado a lanzar las redes es necesario lanzarlas; pero no como siempre lo hemos hecho en el sentido del reclutamiento. El análisis de nuestra acciones como animadores vocacionales nos ha llevado a descubrir con serenidad que hemos mirado mar adentro, nos hemos quedado en la orilla, y eso sí, hemos echado las redes.
A lo profundo de corazón humano. Si hoy se nos pide echar las redes, lo es en el contexto de la Misión Continental: lanzar las redes significa proclamar que la propia vocación, la propia libertad y la propia originalidad, son dones de Dios para la plenitud y el servicio del mundo. Nuestra pastoral no se define como la pastoral del reclutamiento y la pastoral de los números, antes bien, la entendemos como la pastoral del proyecto de Dios.
El objetivo de la animación vocacional es la persona y no el interés institucional, por lo que se le debe dar prioridad a la vocación de cada cristiano llamada a la santidad y fidelidad a Jesucristo, a su Evangelio, a la Iglesia y a su proyecto. En efecto, la permanente novedad del Espíritu está en guiar hacia un conocimiento gradual y profundo de la verdad que no es concepto abstracto, sino el designio de Dios en la vida de cada discípulo-misionero. Es la transformación de la Palabra en vida y de la vida según la Palabra. Es por esto que antes que echar as redes en lo profundo del corazón d la persona, nos vemos en la prioritaria obligación de despertar el encuentro personal y comunitario con Jesucristo.
En el contexto de la Misión Continental, el servicio de la animación vocacional, como un instrumento del Espíritu de Dios, tiene como tarea fundamental hacer que los los vocacionados tengan un encuentro con un acontecimiento, con una persona tengan que dar un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva. Por tanto, una tarea importante de la Pastoral Vocacional de la cual se experimente la realidad de Dios mismo en la comunión con los hermanos y en la misión evangelizadora.
Gratuidad divina y gratuidad humana. La vocación es el resultado de la reciprocidad ejercida en el amor y la libertad: amor divino y libertad humana. Este amor de Dios se encuentra con la libertad del hombre, en un diálogo misterioso y fascinante, hecho de palabras y silencios, de mensajes y acciones, de miradas y gestos; un amor perfecto, el de Dios, y una libertad imperfecta, la del hombre. La vocación es totalmente acción de Dios, pero también real actividad del hombre: trabajo y penetración de Dios en lo profundo de la libertad humana, pero también fatiga y lucha del hombre libre para acoger el don.
La vocación nace de la gratitud divina, y la gratitud humana. Nace en el terreno fecundo de la gratitud divina porque es un bien dado de lo alto; pero al mismo tiempo nace de la gratitud humana porque la vocación es diálogo, respuesta, un bien acogido en libertad. El animador vocacional ha de tener presente estos presupuestos para saber abordar el ministerio de la vocación con sumo respeto: Dios llama a todos, por medio de una vocación al mismo tiempo visible y misteriosa; nuestra tarea es leer con respeto el sentido del Misterio que se hace visible cuando nos llama.
Quien va junto a un hermano en el camino del descernimiento vocacional penetra en el misterio de la libertad y sabe que podrá ser de ayuda solo si respeta tal misterio y semana continuamente hacia él. Incluso cuando ello debería suponer, desde un punto de vista meramente humano, un menor resultado.
Exigencias del décimo salto de calidad. El misterio de la vocación ha de ser acompañado en todas las etapas de la vida, desde la sensibilización, pasado por la concientización, incluso después de la toma de decisión o del compromiso. Se dará por tanto el acompañamiento a lo largo de todo el proceso vocacional, desde los primeros planteamientos vocacionales hasta la elaboración y la opción por un proyecto de vida específico para el vacacionado. Y aún después de la opción por un proyecto de vida, se da el acompañamiento en la formación básica y permanente.
Teniendo en cuenta esta exigencia, los animadores vocacionales hemos tomado más clara conciencia que somos mediadores e instrumentos y no dueños o protagonistas en el acompañamiento y descernimiento de la vocación. Superando la tentación del reclutamiento vocacional, el Espíritu nos llama a ser facilitadores y acompañantes del camino y del proceso, en el respeto de ese terreno sagrado que es el corazón de la persona, a donde el Espíritu ha llegado antes que nosotros y ha dejado la semilla de una vocación-misión.
La Pastoral Vocacional está construida sobre esta convicción fundamental del significado de la vida y la vocación. Si se admiten estos presupuestos, entonces se puede hacer cualquier propuesta vocacional con una conciencia pura. También, entonces, la vocación al ministerio ordenado o a la consagración religiosa o secular, con toda su carga de misterio y mortificación puede ser presentada como la plena realización de lo humano y del don que cada hombre tiene y es en lo más profundo de su ser.