“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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Editorial

Mensaje final de los Obispos de México

27 de enero de 2020

A TODOS LOS MIEMBROS DEL PUEBLO DE DIOS QUE PEREGRINA EN MEXICO

“El Espíritu Santo les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he enseñado” (Jn 14,26). “Los llenará de fortaleza y serán mis testigos” (cfr Hch 1,8).

Queridos hermanos:
1.- Alentados y fortalecidos por el acontecimiento histórico que vivimos a los pies de la Morenita del Tepeyac al renovar la Consagración de nuestra Patria al Espíritu Santo, consagración que, por primera vez, hicieron nuestros hermanos Obispos el 12 de octubre de 1924, iniciamos nuestra LXXXVII Asamblea Ordinaria con la ilusión de discernir el camino de renovación pastoral de nuestras parroquias, a la luz del documento conclusivo de la Quinta Asamblea General del Episcopado Latinoamericano, celebrada en Aparecida y en el impulso de la Misión Continental en México, a fin de ofrecer pautas de acción susceptibles de ser utilizadas en las Provincias Eclesiásticas y en las Diócesis.

2.- En esta tarea contamos con la valiosísima participación de la mayoría de los Vicarios de Pastoral de nuestras Diócesis, quienes, con su experiencia en la operatividad de los Planes Diocesanos de Pastoral, enriquecieron nuestra reflexión en torno a la realidad actual de nuestras Parroquias y a las perspectivas futuras para que, esta institución clave en la vida de toda Diócesis, se convierta cada vez más en un centro poderoso de irradiación de la vida en Cristo, donde se formen con mayor eficiencia los auténticos discípulos de Cristo y desde donde se impulse una misión permanente que llegue al corazón de todos los hombres y mujeres y los transforme, que busque a los alejados y los anime a dejarse conquistar por el Cristo vivo que, amorosamente, les sale al encuentro.

3.- No ignoramos, ni mucho menos pasamos por alto, las luces y las sombras que caracterizan a esta institución tan importante en la vida pastoral de la Iglesia. Ya en nuestra Carta Pastoral del año 2000, “Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos”, anotábamos la urgencia de llevar a cabo una reflexión sobre la situación que viven las parroquias en nuestra nación e invitábamos a todos a una verdadera renovación partiendo del principio fundamental de que las parroquias tienen que seguir siendo primariamente comunidades eucarísticas, células vivas de la Iglesia, casa y escuela de la comunión.

4.- Al mismo tiempo constatábamos los retos particulares que entonces, como ahora, poseen las parroquias insertas en comunidades rurales e indígenas que, entre otras cosas, no pueden quedarse al margen del sufrimiento de los pobres; retos que siguen exigiendo una respuesta pastoral inculturada. Insistíamos también, y ahora lo reiteramos, en los grandes desafíos que presentan las parroquias en las zonas urbanas con sus estructuras pastorales que ya resultan inadecuadas y en las cuales la eficacia de la acción pastoral se ve notablemente reducida. ¿Qué hacer para que estas parroquias sean más sensibles a las condiciones históricas, culturales y sociales de su entorno e irradien los principios de la Doctrina Social de la Iglesia?

5.- Hacemos nuestra la invitación del Documento de Aparecida a emprender una valiente acción renovadora de nuestras Parroquias para que sean de verdad espacios de una auténtica iniciación cristiana, de la educación y celebración de la fe, en las que los laicos tengan parte activa y creativa en la elaboración y ejecución de proyectos pastorales en favor de toda la comunidad, en las que los movimientos y organizaciones apostólicas no sólo encuentren el espacio propicio para enriquecer a los demás con sus carismas propios y con el testimonio de vida de sus miembros, sino que también sean parte integral del dinamismo de la vida parroquial.

6.- Teniendo en cuenta el papel primordial que desempeña el párroco en la institución parroquial, como representante personal del Obispo, al mismo tiempo que valoramos el esfuerzo, la dedicación, la entrega generosa y el valioso testimonio de santidad de tantos sacerdotes que gastan su vida en el variado mosaico de parroquias de nuestra Patria, los invitamos a todos, a los Párrocos de ahora y a los Párrocos del mañana, a emprender la renovación de nuestras Parroquias con entusiasmo, con alegría, con un corazón nuevo que se asemeje al corazón del Buen Pastor, conscientes de que la renovación de la parroquia exige actitudes nuevas en los párrocos y en los sacerdotes que están al servicio de ella, que los convierta en promotores y animadores de una auténtica conversión pastoral de todos sus miembros.

7.- Esta hermosa empresa, que es de todos, nunca la podremos llevar a término con nuestras solas fuerzas. Para ello, contamos con la garantía con la que Cristo alienta a sus discípulos enviados en misión: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20).

Al concluir los trabajos de nuestra LXXXVII Asamblea Plenaria, reiteramos nuestra adhesión al Santo Padre Benedicto XVI, asegurándole nuestra cercanía espiritual en esta hora difícil de su pontificado y agradeciéndole la convocatoria al Año Sacerdotal. Al mismo tiempo, encomendamos el presente y el futuro de nuestras parroquias a Santa María de Guadalupe. Con la confianza puesta en su maternal protección estamos seguros de lograr transformarlas en verdaderas escuelas de discípulos y misioneros de la vida en Cristo.

Por los Obispos de México

+ Carlos Aguiar Retes + José Leopoldo González González
Arzobispo de Tlalnepantla Obispo Auxiliar de Guadalajara
Presidente de la CEM Secretario General de la CEM

Fuente/Autor: CEM

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