Dios no me dijo: ¡Ven aquí! Ni envió a un angelito para que me enseñara cuál era mi proyecto de vida. Nada. Sólo me fue rodeando, conduciendo y de pronto tuve la impresión que me llamaba por nombre. No oía nada, pero sentía que estaba hablando conmigo. Trataba de pensar que se refería a otra persona, pero me estaba hablando a mí. No era una llamada general; era específico, personal, individual.
Así sucedió en Octubre pasado, cuando Mauro y Héctor gritaron su ¡Presente!, antes que el Obispo les impusiera las manos y quedaran para siempre Misioneros, Ministros de la Palabra y del Pan de Vida.
Así sucedió en Purépero, Mich. el 28 de Noviembre pasado, cuando José, Marco Antonio, Marcos Manuel y Juan Martín, con su Profesión Religiosa, gritaron su SÍ al único que se lo merece: ¡Cristo!, servir al cual es libertad (Juan Pablo II).
Así sucedió en la Convivencia de Navidad JSF 2008, cuando muchos jóvenes se pusieron en escucha y sincera búsqueda de su Vocación, del Plan de Dios para con ellos.
Y tú ¿no te das cuenta que ya ha comenzado a llamarte? Nunca se sabe cuando comienza. Lo que sé, es que no es bueno que fingas de no entender, como si no hubiera pasado nada. Peor es si te haces el sordomudo
El Dios, que llama por nombre, ya ha puesto en ti su mirada.
¡No le digas no!
Por favor
¡No le digas no!
Fuente/Autor: Padre Román