“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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LA MUÑECA DE SAL

27 de enero de 2020

Reflexión dedicada a los JSF, que valientemente decidieron dar el paso a entrar al Seminario.

Hubo una vez una muñeca de sal que quería a toda costa ver el mar. No sabía qué cosa era el mar. Atravesando territorios áridos, desolados, llegó un día a la ribera del mar… Fue el descubrimiento de algo fascinante, misterioso, inmenso. Era el alba, y el sol, acariciando el agua, encendía en ella tímidos reflejos.
La muñeca de sal permaneció inmóvil y boquiabierta y, al cabo de un largo silencio, preguntó:

– ¿Quién eres tú?
– Soy el mar.
– Y ¿qué cosa es el mar?
– Soy yo.
– No logro entenderlo y quisiera poder comprenderlo. Explícame qué tengo que puedo hacer para lograrlo.
– Es muy fácil: tócame.
Entonces la muñeca avanzó un paso y tocó el agua con un pie. Probó una sensación… le parecía que empezaba a comprender un poco, cuando, retirando su pierna, se dio cuenta que los dedos del pie habían desaparecidos. Asustada, indignada, protestó:
– ¡Qué malo eres! ¿Dónde están mis dedos? ¿Qué cosa me has hecho?
El mar, imperturbable, majestuoso, contestó:
– ¿Por qué te lamentas? Simplemente has ofrecido algo para poder entender. ¿No era eso lo que pedías?
– Sí, es verdad. No lo había pensado, pero…
La muñeca se puso a reflexionar durante un breve momento, después avanzó decididamente en el mar y éste, progresivamente, la envolvía, arrancándole cada vez algo, dolorosamente, sin piedad.
A cada paso la muñeca perdía algún fragmento, pero, entre más avanzaba, crecía en ella la sensación de entender cada vez más.
Tímidamente preguntó:
– ¿Qué cosa es el mar?
Una última oleada sumergió lo que de ella quedaba y, en el mismo instante que desaparecía, perdida entre las olas que, absorbiéndola, la arrastraba no sé donde, la muñeca exclamó:
– El mar, ¡soy yo!

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