“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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Editorial

JUAN PABLO II : gracias desde el corazón.

27 de enero de 2020

El 16 de octubre de 1978 Karol Wojtyla fue elegido jefe la Iglesia Católica a la edad de 58 años y así se inicia uno de los apostolados más largos de la historia en los que los pasos del mensajero también dejó huella en mi corazón.

No todos los artículos se escriben con tinta. Hay artículos que se escriben sin letras y desde el corazón. Y otros, con lágrimas. Las lágrimas no son buenas para ver, pero sí para amar. Todo el que ha amado, lo ha hecho, alguna vez, con lágrimas. Hasta el Señor derramó las lágrimas por su amigo y por sus amigos. Nunca, como en El Estadio Santiago Bernabéu, Cuatro Vientos, como en la madrileña plaza de Colón, como en el aeropuerto de Barajas, he visto llorar tanto de emoción. Llorar de fe, de esperanza, de caridad, de alegría, de satisfacción, de plenitud. La gracia de Dios les salía a los jóvenes, a los ancianos, a los niños, a los matrimonios, por los ojos, por la cara. Juan Pablo II ha pasado por mi vida espolvoreando complicidad. La complicidad de quien viene a decirte lo que, en ese preciso momento, necesitas.

Hace ahora 21 años que sentí la llamada a la vida religiosa. Dios se manifestó, una vez más, a través de los acontecimientos, a través de la vida… a través de Juan Pablo II.

Necesitaba a Juan Pablo II para descubrir la presencia a Dios en mi vida, para darme cuenta que lo que soy y lo que tengo no me pertenece. Necesitaba de él su palabra, su testimonio, su ejemplo. Necesitaba su mirada, su sonrisa y su silencio. Y le necesitaba cerca, aquí mismo, al lado, junto a mí, junto a nosotros…, como Jesús, junto a sus discípulos, junto a los que más quería. Juan Pablo II sabía de mis miedos, de mis fracasos, de mis decepciones, de mis peleas, de mis rencillas, de mis tentaciones. Lo sabía, como un padre sabe lo que les pasa a sus hijos. Yo no me daba cuenta. Y, ahora, pasados los años, no puedo dejar de pensar en aquella gracia. Aquel acontecimiento cambió mi vida, cambió concepto de Iglesia, cambió mis objetivos, cambió todo aquello que me rodeaba. En el Estadio Santiago Bernabeu, cuando Juan Pablo II, en aquel interminable diálogo con los jóvenes, con todos y cada uno de nosotros, nos habló de su vocación al sacerdocio, de la generosidad de la entrega al Señor, cuando los jóvenes no hacíamos más que pedir más, y más, y más, y más, Juan Pablo II cerró los ojos. Cerró los ojos para vernos a todos y para que todos le viéramos. Cerró los ojos para abrazarnos en su corazón, para sentirnos cerca. Y para recordar lo que un día, allá en las tierras de Galilea, le ocurrió a un joven cuando se encontró con el Señor, que, «mirándole, le amó».

Juan Pablo II ha sido noticia en mi vida. Juan Pablo II ha sido buena noticia. A través de él sentí la llamada de Jesús a ser “mensajera de paz”. Esta vocación la intento hacer realidad cada día en la Congregación de Agustinas Misioneras.

Juan Pablo II es nuestro Papa, y es nuestra Iglesia, Muchos no hemos conocido otro. Somos de la generación de Juan Pablo II. Una generación que, hoy, no sabe decir más que Gracias. San Agustín escribió al Papa de su tiempo: «La caritativa bondad de tu corazón nos perdonará, sin duda, si hemos mandado a Tu Santidad una carta, tal vez, contra nuestro deseo, demasiado prolija; pues no arrojamos nuestro arroyuelo a la fuente abundante para que se haga más grande, sino que queremos que, en la tentación presente, de ningún modo pequeña…, Tú examines si nuestro arroyuelo, aunque pequeño, fluye de la corriente principal misma, como Tu sobreabundante fuente, y que seamos consolados por Tu respuesta sobre la común participación de la gracia una».

Hablando desde su ventana por encima de la Plaza de San Pedro en más de una ocasión ha dicho: “Me gustaría agradeceros por estar siempre cerca de mí durante estos años y querría que sepan que continúo contando con vosotros”.

“Vosotros sois el futuro del mundo, vosotros sois la esperanza de la Iglesia, vosotros sois mi esperanza”, dijo en Cuatro Vientos a miles de jóvenes congregados.

Querido Juan Pablo II, en este momento en el que todos los medios de comunicación hablan de ti no puedo hacer menos que decirte GRACIAS DESDE EL CORAZÓN por haberme ayudado a encontrar en tí un Mensajero del Evangelio que me invita a avanzar sin cansarme en la lucha por la igualdad, la justicia, el amor, la caridad, la entrega…

Querido Juan Pablo, nuestro Papa, ¡gracias… !

Fuente/Autor: Encar_AM

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