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ESCAPAR DE LA CATÁSTROFE: JÓVENES EN FUGA

27 de enero de 2020

Como Richard, que pasó buena parte de su adolescencia en campos de refugiados, muchos jóvenes alrededor del mundo se ven forzados a dejar sus hogares para escapar de los horrores de las guerras, los conflictos civiles y otros desastres. En 2005 había unos 12,7 millones de refugiados en el mundo; alrededor de la mitad eran niños de menos de 18 años.(1) Urgentemente necesitados de asistencia y protección, los refugiados adolescentes son vulnerables a la violencia, el abandono, la explotación y el abuso en muy variadas formas.

En una crisis, el apoyo familiar, tan vital para los jóvenes, suele colapsar. Las redes sociales y culturales que les ofrecen protección, apoyo, información y modelos de conducta se desintegran. Los jóvenes refugiados y desplazados se ven hondamente afectados no sólo por su exposición a la violencia, las privaciones y los traumas personales como la pérdida de parientes, sino también por el deterioro de su educación, sus empleos y sus perspectivas de futuro.

Incluso los miembros de su comunidad, sus parientes y sus pares pueden ser una amenaza para los niños y jóvenes desplazados, que pueden verse forzados por sus familias a trabajos excesivos y sujetos a distintas formas de abuso. Las muchachas pueden ser obligadas a matrimonios prematuros como un medio de asegurar ingresos o seguridad física para ellas y sus familias.(2) Los refugiados adolescentes no suelen tener acceso a la educación.(3) Si lo tienen, las familias pueden dejar a las jóvenes fuera de la escuela para ayudar con las tareas domésticas o por miedo por su seguridad.

Las jóvenes desplazadas son especialmente vulnerables. La ruptura violenta de las relaciones estables y la desintegración de la vida familiar y comunitaria barre las normas sociales que gobiernan la conducta sexual. El contacto sexual en tales circunstancias es a menudo violento, y siempre peligroso, especialmente para las mujeres, cuyos riesgos, además de daños físicos y embarazos no deseados, incluyen una mayor vulnerabilidad con respecto al VIH/SIDA y otras infecciones de transmisión sexual. Los grupos insurgentes suelen obligar a los hombres jóvenes a cometer violaciones, traumatizando al mismo tiempo al hombre y la mujer comprometidos en ellas. Los riesgos para las mujeres van más allá del propio conflicto: las compañeras y esposas de los ex combatientes que regresan a su hogar también están en peligro.

En Liberia, alrededor del 80 por ciento de las muchachas desplazadas menores de 15 años debió experimentar un aborto tras su exposición a la explotación sexual y la violencia.(4) En Uganda se calcula que 80 por ciento de las jóvenes secuestradas por el Ejército de Resistencia de Lord eran VIH positivas cuando volvieron a sus comunidades.(5)

Una vez que alcanzan la “seguridad” de los campos de refugiados, las jóvenes no están necesariamente protegidas contra la violencia por motivos de género. Violación, sexo inseguro y embarazos no deseados son comunes en los campos. La estigmatización de las muchachas y mujeres sometidas a violaciones y embarazos no deseados es extrema.(6)

Los campos de refugiados pueden ser vulnerables a los ataques exteriores y a la dominación por medio de la violencia interna. Ciertos grupos armados pueden usar los campos como bases de secuestro y reclutamiento. Las muchachas y muchachos secuestrados suelen terminar como soldados; ellas pueden ser utilizadas como trabajadoras domésticas y esclavas sexuales.

Bajo acuerdos constitucionales como la Convención sobre los Refugiados de 1951, los países se han comprometido a dar refugio y socorro a las personas desplazadas de sus países, incluyendo a niños y jóvenes. Con el apoyo de la comunidad internacional, los países de asilo deben hacer el máximo esfuerzo para entender y responder a las necesidades de los refugiados y los solicitantes de asilo. La mayoría de los refugiados está en países en vías de desarrollo, cuyos gobiernos suelen tener grandes dificultades para proveer algo más que un apoyo rudimentario. Necesitan la ayuda de la comunidad internacional para apoyar a los jóvenes refugiados, proteger sus derechos y colaborar para que los que están solos se reúnan con sus familias. Deben ser capaces de proveer no sólo un alivio inmediato, sino también educación, salud y rehabilitación psicológica a los jóvenes refugiados.

Los jóvenes que han sido repatriados también necesitan asistencia especializada. En países como Liberia y Sierra Leona, UNFPA ha apoyado a organizaciones religiosas que educan a jóvenes mujeres -muchas de las cuales fueron víctimas de violencia sexual durante la guerra- en la prevención de VIH/ITS, al mismo tiempo que les enseñan actividades lucrativas como horticultura, cría de aves y peluquería, para ayudarlas a que no deban buscar sus medios de supervivencia en el trabajo sexual. Iniciativas semejantes están siendo implementadas en Côte d’lvoire, Sudán y la República Democrática del Congo.

Young people who have been repatriated also need specialized assistance. In countries like Liberia and Sierra Leone, UNFPA has supported faith-based organizations to educate young girls, many of whom have been victims of sexual violence during the war, on HIV/STI prevention, along with teaching them income-generating activities, such as market gardening, poultry farming, and hair styling, so as to help these young girls avoid having to turn to sex work in order to survive. Similar initiatives are being implemented in Cote d’ Ivoire, Sudan and the Democratic Republic of the Congo.

Además de los programas que promueven oportunidades de ganarse la vida y enfrentan la violencia sexual y por motivos de género, es de fundamental importancia que los jóvenes, tanto ex refugiados como ex combatientes, sean comprometidos tras el conflicto en los esfuerzos de reconstrucción para restaurar el tejido social y económico y construir una paz duradera.

Fuente/Autor: Jóvenes en movimiento

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