“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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Editorial

DEBÉIS HONRAROS USTEDES MISMOS DE LLAMAROS “MISIONEROS DE SAN CARLOS”

27 de enero de 2020


Estimados Hermanos:
El día 4 noviembre celebramos 426 años de la muerte del gran Santo de Arona Italia (1538-1584) San Carlos Borromeo, a quien el fundador el Beato Juan Bautista Scalabrini quiso ponerlo como modelo y patrono de nuestra Congregación Scalabriniana.
En una carta oficial que el Obispo Scalabrini dirigió a todos los miembros de su instituto,(1892) nos dejó estas hermosas palabras, que podrían ser consideradas un bello testamento hacia nuestro Patrono San Carlos Borromeo:
Después de haber rezado todos los días por esta intención y haber pedido la luz del Espíritu Santo, la persona del gran San Carlos se presentó ella misma en mi mente tan radiante y dulce como nunca antes había aparecido. Me pareció oír una voz que me dijo: ¡He aquí el Patrón, el campeón, el modelo para nuestros hijos! Desde ese día decidí colocaros a vosotros y a vuestro futuro y a todo aquello que os pertenezca, en sus manos. Inmediatamente el Santo me mostró su favor, casi como un signo de su complacencia, procurando los medios para la adquisición de una Iglesia que ya le había sido dedicada. Será precisamente la Iglesia que se erigirá al lado del muy amplio terreno que espero poder comprar con la ayuda de la buena gente, así como con la vuestra. Por esto, ¡debéis honraros vosotros mismos al llamaros de aquí en adelante “Misioneros de San Carlos”! ¡San Carlos! Se ha bien dicho que es uno de esos hombres que no vacilan, no se doblegan y que nunca retroceden. El es uno de esos valientes que en cada acción demuestran toda su fuerza de convicción, su energía de voluntad, su integridad de carácter… ellos son así y triunfan…
¡San Carlos! Que maravilloso ejemplo de denodada constancia, de generosa paciencia, de celo iluminado que es también tenacidad y magnanimidad. Es un modelo de todas estas virtudes que hacen el hombre un verdadero apóstol de Jesucristo. Era un Sediento de almas. Solo deseaba almas. No pedía nada, si no almas; no quería nada, si no almas: “Dadme almas”, decía siempre, “y no me deis más”. Y para ganar real y verdaderamente las almas para Jesucristo, ¡Oh mi Dios! ¿Qué lo que no hizo; qué fue lo que no soportó y sufrió, qué fue lo que no dijo?
¡San Carlos! Es un hombre que el misionero católico nunca debe oír sin sentirse inflamado del entusiasmo más noble y vivo y sin sentirse profundamente conmovido. Más que la gloria de Lombardía, él es gloria de la Iglesia: Más que esplendor de Italia, él es esplendor del mundo. Más que un adorno del siglo, él es emblema de todas las edades y de todos los tiempos.
Queridos míos, tomad ejemplo de él. Encomendaos vosotros mismos a él. Poned en él vuestra confianza y podréis estar ciertos de su protección. (Piacenza, 15 de marzo de 1892)
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En la historia de la Iglesia, San Carlos es considerado un santo activo, benéfico, empeñado en todos los campos del apostolado cristiano. Sobrino del Papa Pio IV (1559- 1565), fue el primer Secretario de Estado en el sentido moderno en el Vaticano. Fue Cardenal de la Arquidiócesis de Milán donde se quedó hasta la muerte. En su Arquidiócesis, cuyos límites contenían poblaciones lombardas, venecianas, suizas, piamontesas e ligures, San Carlos estaba presente en toda parte. Su divisa traía como lema una única palabra: Humilitas, que no era simplemente una curiosidad heráldica sino consciente: era de familia noble y riquísima, se privaba de todo y vivía en contacto con el pueblo para escuchar sus necesidades y confidencias. Fue llamado “padre de los pobres” y lo fue en el sentido pleno de la palabra.
San Carlos construyó hospitales y albergues, fundó seminarios para formar sacerdotes bien preparados. Fundó la Congregación de sacerdotes seculares, que actualmente se llaman Oblatos de San Ambrosio y de San Carlos. Se empeño de llevar adelante las reformas del Concilio de Trento (1545-1563) del cual fue uno de los principales actores. Movido por un sincero espíritu de reforma implementó una rígida disciplina para el clero y religiosos, jamás preocupándose con las hostilidades que creaba hacia aquellos que no estaban dispuestos a renunciar a ciertos privilegios que el grado les garantía. Fue blanco de un vil atentado, mientras rezaba en su capilla, pero salió ileso, perdonando generosamente al agresor. Durante la terrible epidemia de peste que explotó en 1576 y se prolongó por mucho tiempo en su Arquidiócesis, San Carlos gastó todas sus energías, su caridad no conoció límites y preocupaciones.
Muy joven, con apenas 46 años de edad y habiendo enriquecido a muchos por la gracia de Dios, falleció diciendo: “Ya voy Señor, ya voy”. En Milán casi nadie durmió aquella noche, ante la tremenda noticia de que su queridísimo Cardenal Arzobispo, estaba agonizando. San Carlos fue canonizado el día 1 de noviembre de 1610 por el Papa Pablo V (1605-1621).
Por tanto hermanos, ¡Alegrémonos nosotros mismos por llamarnos “Misioneros de San Carlos”! Hagamos actual y nuestra la recomendación del Beato Juan Bautista Scalabrini nuestro Padre y Fundador: “Tomad ejemplo de él. Encomendaos vosotros mismos a él. Poned en él vuestra confianza y podréis estar ciertos de su protección”.

Fuente/Autor: P. Adilso Luiz Balen, CS Superior Provincial

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