Beber alcohol no es algo que deba tomarse a la ligera, pero echarse unas chelas con los cuates, puede ayudar a formar un vínculo amistoso, sobre todo entre los jóvenes.
La onda de ir a divertirse con los amigos, en ocasiones, implica tomar unos “tragos coquetos” para después de un rato pasar al lado divertido que va con juegos como “caricachupas” o “el abuelo”; ingerir alcohol no necesariamente significa ponerse “hasta atrás”, sino ser escuchados y construir una amistad en un grupo grande de amigos.
No siempre es necesario que haya vodka, tequila, whisky, mezcal, cerveza, ron o lo que sea para que haya risas y buenos ratos, pues además de causar enfermedades, los valores familiares no aceptan al alcohol abiertamente, sin embargo, en estos días los jóvenes de entre 18 y 23 años, aproximadamente, lo ven como la manera de desinhibición por excelencia.
Durante “una escapada” de la pesada universidad o el ajetreado trabajo, van a una fiesta o a un antro, sin embargo, son en las primeras donde surgen lazos amistosos por las cosas que pasan. Nunca falta el: “fulanita se besó con fulanito”, “los dos tienen pareja”, “sale con un hombre mayor y la engaña”, “ya viste a fulanito, tan serio que se ve”; en cualquier caso “lo que pasa en la peda, en la peda se queda”, célebre dicho que implica guardar un secreto y hablar discretamente de él.
Así, en los comentarios después de la reunión, vienen pláticas un poco más serias y con un sentido de apoyo o de regaño, finalmente esa “peda” se convierte en algo más cercano, donde conoces gente que en tu vida habías visto, o personas que conocías de lejos se vuelven buenos amigos.
Marco nos platica: “Asistí a una fiesta con unos amigos porque les había fallado antes, los amigos de mis amigos se acercaron con un trago, supongo que para romper el hielo; me invitaron a jugar y pasaron cosas muy divertidas, pues uno toma y cuenta cosas o pregunta. Después de eso no dejé de ir a las fiestas por lo divertido que eran, las cosas que me enteraba. Al poco tiempo nos empezamos a frecuentar, ya fuera de las fiestas, debido a las cosas en común que habíamos descubierto; surgió una fuerte amistad; el grupo de amigos creció y ahora preferimos platicar en casa de alguien con una botella que dura, a veces, toda la noche”.
No se necesita una bebida para platicar, mas bien durante la platica se antoja un trago; desinhibe y por eso hace más fácil contar las cosas; precisamente en estas charlas (dadas en fiestas o en un comedor) se descubren intereses afines, similitudes de carácter, ideas en común.
A lo mejor hay quien piense “es triste que los jóvenes vean al alcohol como la salida de sus problemas”, pero no es así; no es una salida, sino lo que hacen cuando se ingiere, desde contar cosas muy graciosas, tristes, íntimas o muy difíciles, hasta hacer tonterías que en los cinco sentidos no serían hechas, pero con tres ó cuatro sí.
Cada persona sabe sus límites y debe saber si prefiere reírse junto a sus amigos con bromas del borracho que hace tonterías o que se reían de él.
No recomendamos tomar alcohol, sin embargo, hay que ver su característica relajante y desinhibidora, finalmente en países como Alemania ó Inglaterra lo consumen frecuentemente desde temprana edad en una reunión familiar, en una fiesta y en pláticas casuales; en México contamos con las figuras del cine de oro como Pedro Infante y Jorge Negrete, con sus borracheras amistosas y melancólicas para llevarle serenata a su amada.
El chiste está en saber “tomar con medida”, ya que podría volverse vicio o adicción del cual es difícil liberarse después.
Fuente/Autor: Sinuhé Vargas