“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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Editorial

AHORA ES TODAVÍA MÁS NUESTRA. ¿QUIÉN NO CAE POR LO MENOS UNA VEZ?

27 de enero de 2020

En el recien encuentro del Papa con los Jóvenes en Colonia, la Cruz Peregrina cayó y se rompió por el fuerte viento.

Ahora podemos decir que es todavía más nuestra. Y ¿quién no cae por lo menos una vez en veinte años de honrado servicio, y por lo menos una vez no necesita de una reparación, aunque pequeña?

Lejos de nosotros subestimar el poder de la Cruz. Un poder simbólico, es verdad, pero no hay que suestimarr los símbolos, sobre todo se pertenecen a la esfera de la fe, sobre todo – como es nuestro caso – si nos recuerdan el misterio más grande, el corazón que nunca deja de latir, su alma inagotable: la muerte y la resurrección, el sufrimiento y la alegría, la vida eterna.

La Cruz de las JMJ es única a motivo de puras estadísticas: es la Cruz que más ha viajado, que más fus vista, tocada, rezada. Es imposible decir cuántas veces dio la vuelta al mundo, cuántas veces su armada y desarmada, levantada, expuesta, hasta escondida para poder entrar a los Países donde su presencia, aunque reservada, tal vez no era aceptada.

Visitó catedrales y cárceles, supermercados, fábricas y escuelas. Viajó en avión, tren y barco, carro, canoa y sobre todo cargada por las espaldas de un pacífico ejército de jóvenes.

Fue levantada arriba de los cerros y guardada en anónimas maletas. Conoció manos, tantas manos, miradas, muchas miradas. Manos y miradas de creyentes y no creyentes, que le confiaron esperanzas y dudas, palabras y oraciones calladas, gritos de alegría y lágrimas de dolor.
Manos y miradas de hombre y mujeres normales y comunes, que proprio por su sencillez sintieron la exigencia de compartir, cuanto grita en el corazón, con Alguien, que la Cruz la conoció, la sufrió y la ganó.

También al no creyente esta Cruz es un símbolo muy poderoso, capaz de contar un sin fin de historias y de misterios, tantos cuantos son las manos y las miradas que encontró en su camino.

La Cruz de las JMJ es un símbolo pacífico, pero no ineficaz, tomando en cuentas las masas -que para nosotros son muchas personas, únicas, que se mueven en la misma dirección, movidas por el mismo desiderio, por la misma esperanza – que lo van buscando.

De esta Cruz hay que agradecer a Juan Pablo II, que desde allí arriba estará sonriendo: también él durante su camino por el mundo cayó y necesitó de alguna “reparación”. Y lo hemos querido más que antes.

Fuente/Autor: Umberto Folena

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