“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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Mundo Joven

Santidad a los 18 años

27 de enero de 2020

Chiara Luce Badano (1971-1989)

Bella, emprendedora, deportista. Normal.
Una joven, una cristiana, una gen.
Después la enfermedad imprevista,la agonía, la muerte.
Una rápida escalada hacia el cielo.
Benedicto XVI ha autorizado a la Congregación a promulgar el Decreto relativo a sus virtudes heroicas.

Era una de los, no pocos, jóvenes de los Focolares fallecidos en la primavera de la vida. En ella habíamos advertido una especie de predilección de Dios. Habíamos leídos alguno de sus escritos y sabido de su funeral, que fue definido como una “fiesta de bodas”. Habíamos rezado por ella y por su familia.

Pero en los años siguientes, sin un preciso programa, sus gestas volvían a estar regularmente bajo los reflectores, gracias al “tamtam” de sus amigos, de los gen, de su obispo, gracias a una recolección de escritos, a una biografía, a un vídeo casero… Como escribe Abbé Pierre: “Los santos no se limitan a un calendario, y ciertamente nosotros los encontramos todos los días”; Chiara Badano era una de esas santas de la normalidad.

Un nacimiento muy esperado

Nace en Sassello, en el interior de Liguria, el 29 de octubre de 1971; un pueblito gracioso, que no está todavía en la montaña, pero ya bastante lejos de la ciudad. Si se quiere un lugar “de provincia”, de Sassello se conocen sus hongos, su ammaretto y sus castañas.
Chiara es la hija única de Ruggero Badano, camionero, y de María Teresa Caviglia, obrera. Se habían casado hacía once años y nunca habían logrado tener hijos: es fácil imaginar la gran felicidad provocada por este nacimiento. “Si bien en medio de una inmensa alegría, comprendimos enseguida -cuenta la madre- que no era sólo nuestra hija sino que ante todo era hija de Dios”.. Él: pocas palabras pero con una fe sólida, severo pero con una dulce mirada. Ella: afable y abierta, con la hija tuvo una relación de verdad y confianza.

Una cosa muy importante

Un episodio: es todavía María Teresa quien me lo cuenta: “Una tarde la niña llegó a la casa con una bella manzana roja. Le pregunté de donde provenía. Chiara me contestó que la había tomado donde la vecina, Gianna la del molino… sin pedirle permiso. Le expliqué que tenía que pedir las cosas antes de tomarlas, y que por lo tanto tenía que devolverla inmediatamente, pidiendo disculpas. Pero ella no quería, tenía vergüenza y se obstinó. Entonces le expliqué que era mucho más importante decir la verdad que comer una buena manzana. Chiara volvió donde la verdulera y le explicó todo. En la noche, esa mujer trajo una cesta de manzanas para Chiara, “porque hoy aprendió algo muy importante”. “

Aquel encuentro con 9 años

Chiara manifiesta un carácter generoso: en una tarea de primer grado, escribiendo al Niño Jesús, no le pide juguetes, sino: “Haz que la abuela Gilda se cure y todas las personas que no están bien”. Es conciliadora, aun si por su parte, algunas veces no se entiende con sus padres. Pero la fractura dura sólo pocos instantes. Cosas pequeñas pero significativas: la mamá le propone que recoja la mesa. “No, no quiero”. Llega a su cuarto, y después se devuelve y dice: “Como es la historia del Evangelio, de los dos obreros que no quieren ir a la viña, y uno dice que sí y después no va, y el otro dice que no… Mamá, vuélveme a poner el delantal”. Y recoge la mesa.
Pequeñas historias como ésta testimonian cómo recibía una sólida educación cristiana, gracias a la comunidad parroquial, al párroco que imparte fascinantes lecciones de catecismo, a las sólidas amistades que Chiara construye. Tiene una debilidad por las personas ancianas, a las que trata de ayudar.

Tiene nueve años cuando ocurre el encuentro fundamental de su vida, el encuentro con el ideal de la unidad, en una reunión de las más jóvenes del Movimiento de los Focolares, las gen 3, que, en septiembre de 1980, se confirma con la adhesión al mismo espíritu de sus padres, en una gran reunión de familias, el Family Fest 1981. Dice su madre: “Regresando a casa decíamos que, si nos hubiesen preguntado cuándo nos habíamos casado, habríamos respondido: “Cuando hemos encontrado este Ideal” “. Desde ese momento la familia Badano será un ejemplo de respeto, calor y unidad.

En este período, la noche antes de dormir, escribe algunos sencillísimos acontecimientos. He aquí uno: “Una compañera tiene escarlatina, y todos tienen miedo de irla a visitar. De acuerdo con mis padres le llevo las tareas, para que no se sienta sola”.

Deporte, afecto y… un viaje decisivo

San Agustín repite a menudo que “el amor embellece”. En efecto Chiara está revestida de la belleza del Evangelio, aun si ya de por sí es muy hermosa, una bella muchacha. Las fotos nos la presentan desde la infancia como una persona con ganas de vivir, con un carácter bien definido. Pero de ese rostro delicado, lo que más atrae es su mirada, ni reprimido ni agresivo. Límpido y basta. También en las fotos de la adolescencia, cuando algún granito de más le ensucia un poco su lindo rostro.

La adolescencia nos la presenta en la normalidad más absoluta. Es en este período, de más movimiento, que se transfiere a Savona, en 1985, para los estudios de bachillerato, que a decir la verdad, encontrarán algunas dificultades, a pesar del esfuerzo. No aprueba el cuarto año y esto la hace sufrir mucho.

Con sus padres emerge alguna incomprensión, si bien el afecto es más fuerte, y no es difícil que se llegue a acuerdos aceptables por ambas partes, como por ejemplo sobre los horarios de salida nocturnos. En efecto, sobre todo los fines de semana en Sassello, a Chiara le gusta quedarse en la noche con los amigos en un café.

“Tenía una sólida base humana -dice Chicca Coriasco, su confidente-; amaba vestirse con propiedad, peinarse bien y algunas veces maquillarse un poco, pero nunca con lujo”. Es apreciada, y sabe hacerse querer: está siempre rodeada de amigos y amigas. Es una gran deportista: tenis, natación, montaña. No sabe estar quieta, quisiera ser aeromoza. Le gusta mucho bailar y cantar.

Tantos la cortejaban, mientras que ella amaba soñar. Cada tanto le dice a la amiga, mirando a un muchacho: “Ese me gusta”. Pero nada más.

En el verano de 1988 atraviesa un período difícil. Acaba de saber que ha sido reprobada en matemáticas cuando acompaña a Roma a las niñas del Movimiento, las gen 4, a su congreso. Tiene el corazón lastimado por haber sido reprobada, pero no se detiene. Escribe a sus padres: “Ha llegado un momento muy importante: el del encuentro con Jesús abandonado. Abrazarlo no ha sido fácil; pero Chiara esta mañana le explicó a las gen 4 que Él debe ser su esposo”.

Chiara, es decir Chiara Lubich, con quien mantendrá una nutrida correspondencia, pero sobre todo una relación vital, muy intensa, hasta el último momento, cuando dirá: “Todo se lo debo a Dios y a Chiara”. A ella, más tarde le pidió un “nombre nuevo”. “Chiara Luce”, fue su respuesta.

El veredicto inesperado

Después lo imprevisto. Jugando tenis advierte un fuerte dolor en el hombro. Primero no le hace caso, tampoco los médicos. Pero las recaídas llevan a los doctores a profundizar los análisis. El veredicto: sarcoma ostiogénico con metástasis, un tipo de tumor entre los más graves y dolorosos. Chiara Luce, después de un largo silencio, sin llanto ni rebelión, acoge la noticia con valentía: “Lo lograré, soy joven” dice. Y Ruggero, su papá: “Teníamos la certeza que Jesús estaba en medio nuestro. Él nos daba la fuerza”. Comienza un profundo cambio, una rápida escalada hacia la santidad.

Empiezan los internamientos, y ella se distingue por su altruismo. Se interesa por una muchacha drogadicta, gravemente deprimida, descuidando su reposo la acompaña a todas partes, levantándose de la cama a pesar del dolor que le provoca el gran callo óseo que tiene en la espalda: “Ya tendré tiempo para dormir”, dice.

El filósofo Cioran se preguntaba: “¿Existirá un santo jovial?”. Chiara Luce lo es, porque Jesús se convierte cada vez más en su “esposo”. Escribe: “Este mal Jesús me lo ha mandado en el momento justo”.
Está en el hospital de Turín. “Al principio teníamos la impresión de ir a visitarla para sostenerla -dice un gen-. Pero pronto entendimos que no podíamos estar sin ella, nos atraía como un imán”.
El decurso de la enfermedad es inclemente, pero Chiara Luce trata de conducir una vida normal y alegre.

Y uno de los médicos, Antonio Delogu: “Demuestra con su sonrisa, con sus grandes ojos luminosos, que la muerte no existe, sólo la vida existe”. Será sometida a dos operaciones muy dolorosas. La quimioterapia hace que se le caiga el cabello, que cuidaba mucho. Ante cada mechón de cabello que pierde, repite un simple pero intenso: “Por ti, Jesús”. Sus padres, siempre presentes, le recuerdan que bajo los sufrimientos se puede percibir un misterioso designio de Dios.

Y Chiara Luce se vuelve a poner en el amor. Así, a un amigo que parte para una misión humanitaria en África, le entrega todos sus ahorros: “A mi no me sirven, yo tengo todo”.

Nada de morfina. “Quiero compartir con Él todavía por un tiempo la cruz”

Existe una grabación de ese período en la que Chiara Luce cuenta de un doloroso examen médico: “Cuando los doctores empezaron ha hacer la pequeña operación, pero fastidiosa, llegó una persona, una señora, con una sonrisa muy luminosa, bellísima: se me acercó, me tomó la mano y me dio ánimo. Como llegó, desapareció: no la vi más. Pero me sentí invadida por una enorme alegría, y se me quitó el miedo. En esa ocasión entendí que, si estuviéramos siempre dispuestos a todo, cuántos signos Dios nos mandaría”.

Pierde el uso de las piernas. Dice: “Si tuviera que elegir entre caminar o ir al paraíso, elegiría esta última posibilidad”. El último tac no deja esperanzas. Llega el momento de la prueba, intensa. Pero no se rinde, también con la ayuda de Chiara Lubich que le escribe: “Dios te ama inmensamente y quiere penetrar en lo más íntimo de tu alma y hacerte experimentar gotas de cielo”. Rechaza la morfina: “Quita la lucidez, y yo sólo puedo ofrecer el dolor a Jesús, porque quiero compartir todavía con Él la cruz”.

Chiara Luce parece ya adulta. Le escribe un médico, Fabio De Marzini: “No estoy acostumbrado a ver jóvenes como tú. Siempre he pensado en tu edad como en el tiempo de las grandes emociones, de las intensas alegrías, de los amplios entusiasmos. Me has enseñado que es también la edad de la madurez absoluta”.

¿Esa luz en sus ojos de dónde viene?

19 de julio de 1989: una hemorragia terrible. Se salva “in extremis”. Dirá: “No derramen lágrimas por mí. Yo voy donde Jesús. En mi funeral no quiero gente que llore, sino que cante fuerte”.

Ante un tratamiento, por suero: “¿Qué es una gota que cae en comparación con los clavos en las manos de Jesús?”. Y acompaña cada gota con un: “Por ti”. Recibe la visita del cardenal Saldarini, que le pregunta: “Tienes unos ojos estupendos, un luz maravillosa. ¿De dónde viene?” Y ella: “Trato de amar mucho a Jesús”.
Un vez, cosa insólita, pide a sus padres que no hagan entrar a su pequeña habitación a los amigos. Otro día les explica: “No es signo de menor afecto o de tristeza. Todo lo contrario. Era que me costaba bajar de donde estaba para después volver a subir”. Y “un clima de paraíso” es lo que experimentan quienes están a su lado. Escribe a los amigos: “Otro mundo me esperaba y no me quedaba más que abandonarme. Pero ahora me siento envuelta por un espléndido designio que poco a poco se me devela”.

La fiesta de bodas

Dice en uno de sus últimos días: “No le pido a Jesús que me venga a buscar para llevarme al paraíso; no quisiera darle la impresión que no quiero sufrir más”. Ya es segura su suerte, que por otra parte no quiere cambiar (no desea pedir su curación, sino ser capaz de hacer la voluntad de Dios), prepara con la madre la “fiesta de bodas”, es decir su funeral. Ella misma explica cómo debe ser su vestido, elige la música, las flores, los cantos y las lecturas: “Mientras me preparas, mamá, deberás repetirte: “Ahora Chiara Luce ve a Jesús”.”
“Las expresiones de este período –sostiene María Grazia Magrini, quien está recogiendo el material sobre Chiara Luce para el “proceso”- se parecen mucho a las de Santa Teresita del Niño Jesús”. Como una de las últimas: “Hace falta saber morir por heridas de alfiler para después saber morir por una herida de espada”.

Hasta que llega el encuentro con su “esposo”. Al lado de ella el padre y la madre. Fuera de la puerta los amigos. Hay una paz, casi natural. Sus últimas palabras fueron para su mamá: “Chao. Sé feliz porque yo lo soy”. Era el domingo 7 de octubre de 1990, a las cuatro de la mañana.

Al funeral asisten dos mil personas. También quien no cree quiere estar presente. Los comentarios hablan de paraíso, de alegría, de elección de Dios provocada por la de Chiara Luce. El obispo Maritano dice en su homilía: “Este es el fruto de una familia cristiana, de una comunidad de cristianos, el resultado de un Movimiento que vive el amor recíproco y tiene a Jesús en medio”.

Los efectos de su experiencia continúan después de la muerte. Quien llega a conocer su caso se siente empujado a vivir más radicalmente el Evangelio, a elegir a Dios como todo. Es una santidad “contagiosa”.
La fama de Chiara Luce se difunde, lenta pero seguramente. Por iniciativa del obispo de Acqui Terme es declarada “Sierva de Dios”. A partir de ahí el proceso diocesano para su beatificación.

“Sean una generación de santos”

A este punto es natural que surja una pregunta: ¿pero quién es el santo de hoy? Sólo Dios es santo, naturalmente. Pero en la Escritura está escrito: “Sean santos, porque yo soy santo”. Después, en los Hechos de los Apóstoles, los cristianos son llamados sencillamente “santos”. En fin, santo es quien se refleja en la única santidad, la de Dios, manifestando virtudes probadas, caridad sin límites, confianza total en Dios. Chiara Luce entonces parece ser santa.
Hay que subrayar un último aspecto. Escribe el cardenal Martini: “La santidad se da en racimos, no es sólo una uva sino todo el conjunto que se vuelve levadura, sal de la tierra, luz del mundo”. Chiara Lubich desde el nacimiento de los gen ha querido proponer a los jóvenes del Movimiento un proyecto alto: “Sean una generación de santos”. Y bien, Chiara Luce no está sola, porque otros numerosísimos jóvenes del Movimiento de los Focolares han muerto con sus mismas disposiciones. Al menos para tres de ellos se están encaminando otros “procesos”.

Fuente/Autor: Michele Zanzucchi – Città Nuova

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