– Oye, ¿Por qué estás aprendiendo francés?
– Porque acabo de adoptar a un niño francés recién nacido y necesito aprender su idioma, para cuando empiece a hablar.
La mamá a la hija:
– Cada vez que no me escuchas, me sale un cabello blanco.
– Mamá, ¿nunca te fijaste en mi abuela?
– Mamá, un pajarito te ensució el vestido.
– Vamos al templo, Raulito
– Y ¿para qué, mamá?
– Para dar gracias a Dios que los elefantes no vuelan.
Un sacerdote les pregunta a tres de sus feligreses:
– ¿Qué es la fe?
– La fe consiste en ver lo que no vemos.
– La fe es creernos de todo lo que nos digan.
– La fe es lo que nos dio Dios, para poder entender lo que nos dicen los padrecitos.
Esta es la historia de una monjita olvidadiza.
Una monjita, Hermana Hilaria del Buen Consejo, llegó a confesarse.
– Acúsome, Padre, de 3 kilos de arroz, 4 de frijol bayo, un litro de aceite de cárcamo, tres jabones de estropajo y medio kilo de jamón.
– Pero, hermana, eso parece una lista de compras.
– Ah, padre, dejé mis pecados en el super.
Dos borrachitos cargaban un muerto.
Uno le dice al muerto:
– Eduardo, ¿por qué te fuiste?
El otro borracho le advierte:
– No te va a contestar.
– ¿Por qué?
– Porque no se llamaba Eduardo, sino Luis.
– Dime, Jaimito, el nombre de un personaje famoso que nadie conocía hace 50 años.
– Yo, señora maestra.
– ¿En qué se parece un médico malo al número 111?
– Pues, es que empieza con 1, sigue con 1 y acaba con 1.
Le pregunta un psiquiatra a un enfermo mental:
– A usted ¿no le toca oír voces sin ver a las personas?
– Sí, cuando me hablan al teléfono.