Cuando todavía había el Muro de Berlín.
Un perro pasó desde Berlín Este a Berlín Oeste. El chucho saltó el muro. «¿Por qué?», lo interrogaron los soldados de la zona occidental: «¿No tenías comida?». «Tenía comida en abundancia. Tres veces al día, y bastante buena», respondió el can. «¿No tenías trabajo, entonces?», insistieron los guardias. «Oh, no», dijo el perro, «nada de eso, tenía un trabajo estupendo como perro de compañía de un alto cargo gubernamental; un trabajo agradable y bien remunerado». «¿Te faltaba el amor?, ¿has venido a buscar una compañera porque estás solo?», volvieron a preguntar los hombres del lado capitalista. «Para nada», relató el perro, «amaba a una perrita preciosa a la que veía regularmente». Los guardias fronterizos regresaron a la carga con más preguntas: «¿Entonces por qué has venido si tenías comida, trabajo y amor?»… El perro de Berlín Este los miró tristemente y contestó: «¡Porque no podía ladrar!».