“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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Familia

LA PAZ INICIA EN LA FAMILIA

27 de enero de 2020

Sé que es difícil dar muestras de cariño, sobre todo cuando a nuestro juicio los hijos no están actuando como debieran; en momentos así es bueno recordar las primeras palabras que, según el Evangelio, el Padre Celestial dirigió en público a su hijo Jesús.
“Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre Él. Y una voz que salía de los cielos decía: este es mi hijo amado, en quien me complazco”. (Mt. 3, 16-17).
¿En qué momento el Padre pronunció esas palabras?
Cuando Jesús bajó al Jordán como uno más del grupo de aquellos a quienes Juan decía:
“Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad, pues, frutos dignos de conversión…”(Mt 3, 7-8).
Juan no quería bautizarlo, pues reconoció en Él al “Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”, pero a los ojos de todos, Jesús parecía uno más de esos pecadores que arrepentidos pedían ser bautizados. Es entonces cuando resuena la voz del Padre Celestial:
“ESTE ES MI HIJO AMADO EN QUIEN ME COMPLAZCO”

¿Por qué no dijo esas palabras en las bodas de Caná, en el preciso momento en que Jesús manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él? (Jn 2, 11)
¿Por qué no esperó el día de la multiplicación de los panes, cuando toda la gente decía: “Este es el verdadero profeta que iba a venir al mundo, y además querían hacerlo Rey”? (Jn 6, 14-15)

¿Cuántos milagros había hecho Jesús antes que el Padre pronunciara esa palabras?
Con toda seguridad: NINGUNO
Aquí está la gran enseñanza:
El Padre ama al Hijo y le muestra su amor, no por lo que el Hijo haga, sino por el simple hecho de ser su hijo; los discípulos y la gente necesitó ver milagros para creer en Él. El Padre cree en Él antes de ver milagros.
Los hijos no tienen que hacer nada para ganarse nuestro cariño; por ser hijos tienen derecho a ser amados.

Debemos aprovechar todos los momentos para manifestarles el amor que les tenemos, especialmente a aquellos en los que sentimos que es más difícil hacerlo.
Una palabra de cariño, un abrazo, un estímulo a tiempo, puede lograr más que mil regaños y castigos. Un día los hijo crecerán, se irán de nuestro lado, que no se marchen sin llevar en su mente y en su corazón bien grabada la firme idea de que los amamos, que son personas valiosas, que están en este mundo no como un estorbo sino con una gran misión que realizar para la gloria de Dios y el bien de sus hermanos.

Fuente/Autor: http://www.espiga.org.sv

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