Fundador de los Cartujos, 6 de octubre de 1101.
Etimológicamente significa marrón. Viene de la lengua alemana.
Nadie puede saber las intenciones de un joven hasta tanto no es capaz de tomar decisiones personales. Bruno tenía cualidades y dinero para hacer sus estudios de filosofía y teología para ordenarse de sacerdote.
Nació en Colonia, Alemania, y aquí hizo sus estudios elementales hasta que se marchó a Reims para perfeccionarlos. El obispo lo nombró en seguida su canciller.
Con la honradez como estandarte, tuvo la valentía de denunciar al obispo porque había dado dinero a quien lo eligiese. Cogido in fragranti, quiso ofrecerle el cargo. Bruno no lo consintió.
Además, el joven andaba inquieto y notaba que su corazón estaba algo vacío. Una vez que salió de la crisis, se entregó por entero a Dios. Contaba ya 52 años cuando, de pronto, vendió lo que tenía y se fue con algunos amigos a vivir en soledad cerca de Reims.
Tampoco le llenaba esta clase de vida. Le daba vueltas a su cabeza. Entonces, para salir de un mar de dudas, se dirigió al obispo de Grenoble. La autoridad eclesiástica se puso a su entera disposición y lo acogió con los brazos abiertos.
Ya tenía referencias de sus inquietudes espirituales. Estas se encauzaron por el buen camino. Fue en el pleno Pirineo en donde tuvo la feliz idea, inspirada por Dios, de fundar la Cartuja y escribió su Regla.
El estilo de vida de los cartujos, desde entonces, – salvando las modificaciones introducidas tras el Concilio Vaticano II -, consiste en la soledad, oraciones en comunidad y el trabajo en el huerto, jardín y estudio.
El Papa Urbano II, enterado de su santidad, lo llamó a Roma para que fuera su consejero. Este cambio no lo pudo soportar y, al poco tiempo, le dijo al Papa que lo dejara marchar a Calabria, en donde fundó una nueva comunidad de cartujos. Aquí murió en el año 1101.
Todo ser humano que anhela ser santo tiene en cuenta estas palabras de san Francisco de Sales:” Jesús todo lo repara, modifica y y vivifica; ama en el corazón, escucha en el cabeza, ve en los ojos, habla en la lengua y entonces es Cristo quien vive en nosotros”.
¡Felicidades a quienes lleven este nombre!
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Fuente/Autor: P. Felipe Santos | Fuente: Catholic.net